The Kid (El chico) (1921)

Charles Chaplin perfecciona la alquimia entre la comedia y la ternura, dando origen a un cine profundamente humano.

Director: Charles Chaplin

Charles Chaplin, Jackie Coogan, Edna Purviance

Cuando Charles Chaplin presentó The Kid en 1921, el cine aún era un arte en formación, limitado por su mudez técnica pero ya abierto a una expresividad visual sin precedentes. Fue su primer largometraje, y con él, Chaplin no solo consolidó a su alter ego, el vagabundo Charlot (“The Tramp”), como figura entrañable y crítica del sistema, sino que inauguró una forma de hacer cine que combinaba la risa con la lágrima, el slapstick con el drama, la denuncia social con la ternura.

Hasta entonces, Chaplin había dirigido cortometrajes que explotaban su enorme capacidad física y gestual, pero The Kid fue su apuesta por la narrativa más larga y compleja, por un relato que tuviera desarrollo emocional y continuidad dramática. Fue un salto cualitativo no solo para él, sino para el cine como lenguaje.

El argumento es sencillo pero profundamente conmovedor. Una madre pobre (Edna Purviance) abandona a su bebé en un automóvil de lujo, con la esperanza de que tenga una vida mejor. El niño termina en manos del vagabundo, quien lo cría como si fuera suyo. Cinco años después, las autoridades quieren separarlos, desencadenando una serie de eventos cargados de tensión y ternura.

Lo que distingue a The Kid no es solo el contenido, sino su tono. Chaplin, que escribió, dirigió, produjo y compuso la música, logra una fusión perfecta entre la comedia física y el melodrama emocional. En una escena célebre, cuando los funcionarios se llevan al niño en una carreta, el vagabundo los persigue por los tejados, desatando una persecución tan cómica como desgarradora. Esa escena, además de ser técnicamente notable, es emocionalmente devastadora, y resume el genio de Chaplin para hacernos reír mientras sentimos que se nos rompe el corazón.

Una pieza clave para que la película funcionara es el niño actor Jackie Coogan, quien tenía apenas cinco años cuando fue descubierto por Chaplin durante una presentación de vodevil. Su expresividad, su carisma y su extraordinario timing cómico convirtieron a Coogan en una sensación internacional. Su actuación, libre de afectaciones y profundamente emotiva, no fue solo un complemento, sino un eje de la película.

Chaplin, que había perdido a su hijo recién nacido meses antes, proyectó en esa relación con Coogan no solo un acto creativo, sino un duelo personal. El vínculo entre ambos, en pantalla y fuera de ella, traspasó lo profesional. La química entre el vagabundo y el niño fue tan poderosa que Chaplin cuidó cada plano para que Coogan no se convirtiera en una caricatura, sino en un niño real, vulnerable, tierno y sagaz.

Décadas después, Jackie Coogan resurgiría en la televisión como el inolvidable Tío Lucas (“Uncle Fester”) de The Addams Family (1964), ya como un actor de culto que había vivido de cerca la gloria y el olvido. Entre medio, había sufrido la tragedia del mal manejo de su fortuna infantil por parte de sus padres, lo cual motivó la creación de la «Ley Coogan» en Estados Unidos, destinada a proteger los ingresos de los actores menores de edad.

Aunque The Kid tiene momentos de comedia brillantes, su subtexto es profundamente social. Chaplin denuncia la miseria, el sistema que castiga a los pobres, la hipocresía de las instituciones, y lo hace sin panfletos, con imágenes elocuentes. El vagabundo no es un héroe, pero tampoco un paria: es el rostro de la humanidad que sobrevive a pesar de todo, y que encuentra en el afecto una forma de redención.

El final, ambiguo y esperanzador, no cierra la herida pero ofrece consuelo. La madre del niño, ahora rica y arrepentida parece reunirse con él, pero el vagabundo sigue presente, como si la historia no pudiera completarse sin él. En ese triángulo improbable, Chaplin sugiere que la familia no siempre es biológica, sino emocional.

The Kid no solo fue un éxito rotundo en su época (recaudó más de cinco millones de dólares, una cifra astronómica en 1921), sino que cambió la percepción del cine como un arte capaz de mezclar géneros y emociones. Influenció a generaciones de cineastas que entendieron que el humor puede coexistir con el dolor y que el cine mudo, lejos de ser una limitación, era un medio de expresión puramente visual y profundamente poético.

Grandes autores como François Truffaut, Federico Fellini o Abbas Kiarostami han señalado la influencia de Chaplin en sus obras, y The Kid en particular se convirtió en un modelo de sensibilidad sin sentimentalismo. Hoy, a más de un siglo de su estreno, la película se sigue proyectando, restaurando y estudiando, no como una pieza de museo, sino como una obra viva.

Sobre André Didyme-Dôme 1897 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para las revistas ROLLING STONE Y THE HOLLYWOOD REPORTER EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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