Director: Ingmar Bergman
Gunnar Björnstrand, Bengt Ekerot, Nils Poppe, Max Von Sydow, Bibi Andersson
En la iglesia de Täby, una población localizada al norte de Estocolmo, se encuentran unas sesenta y seis pinturas murales del siglo XV, con temas del Antiguo Testamento, cuyo autor es Alberto el Pintor. Una de esos murales está escondido en la penumbra y representa a la muerte jugando al ajedrez con un caballero. Esta pintura, el libro de Revelaciones de San Juan, y una obra de teatro llamada Pintura en madera escrita por Bergman, fueron la inspiración de El séptimo sello.
La obra maestra de Bergman, ambientada en la Suecia medieval en tiempos de la peste, es protagonizada por Antonius Block (Max Von Sydow), el caballero que regresa a su hogar después de luchar por diez años en las Cruzadas, acompañado de una crisis de fe y de Jöns (Gunnar Björnstrand), su fiel y cínico escudero. Es este caballero quien va a jugar ajedrez con la muerte (Bengt Ekerot), en una de las escenas más conocidas y parodiadas en la historia del cine (Love And Death de Woody Allen; Bill & Ted’s Bogus Journey de Peter Hewitt y Last Action Hero de John McTiernan son algunos de los referentes más graciosos).
Sin embargo, esta es una cinta con un tono solemne que también cuenta de una manera paralela, la historia de la sensual Mia (Bibi Andersson) y el juglar Jof (Nils Poppe), una pareja que hace referencia a la conformada por María y José, que, junto con su hijo inocente y travieso, parecen ignorar la inminencia de la muerte.
Bergman describió a su película como un poema moderno, ambientado en el pasado. El caballero que vuelve de las Cruzadas bien puede ser un soldado que vuelve de la guerra, cansado, torturado y con el espectro de la muerte a sus espaldas. El director alguna vez confesó que la cinta lo ayudó a superar su miedo a la muerte y que tuvo presente a las películas históricas de Kurosawa, del cual se consideraba un gran admirador.
Esta fue una de las películas favoritas de Bergman, que habla sobre su crisis con la fe y la religión (una constante de casi toda su filmografía) y sobre el absurdo de la existencia humana, pero que también celebra la vida, el arte, el amor, el sexo y la comida. Desde una mirada freudiana, Bergman construyó un relato sobre la eterna lucha entre las pulsiones humanas de vida y muerte.
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