Les petites écolières (Little Schoolgirls) (Las colegialas calientes) (1980)

Claude Mulot dirige con estilización y malicia una sátira libertina donde Brigitte Lahaie enseña a las estudiantes de una escuela femenina los secretos de la entrepierna.

Director: Claude Mulot

Brigitte Lahaie, Cathy Stewart, Élodie Delage y Céline Galone, Dominique Aveline

Cuando Claude Mulot (bajo el seudónimo de Frédéric Lansac) dirigió Les Petites Écolières en 1980, el cine erótico francés atravesaba un punto de inflexión. Las fórmulas empezaban a repetirse, el mercado cambiaba, y muchas de sus figuras emblemáticas migraban hacia el cine convencional. Fue el caso de Brigitte Lahaie, estrella absoluta del género en Francia, quien eligió esta película para despedirse del porno. Y lo hizo a lo grande: Encarnando a una madama sofisticada, con gafas de aviador y presencia imperial, que decide transformar su antiguo burdel en una escuela para señoritas donde el currículum se basa en el goce.

Desde su primera aparición, vestida con leopardo a juego con el sofá del decorado, Lahaie domina cada plano como una reina que dicta las reglas de un nuevo régimen del placer. Pero lo que podría ser solo un desfile de escenas explícitas se convierte, en manos de Mulot (un director que también hizo dramas y thrillers), en una comedia perversa e inteligente, donde el sexo no es simple descarga sino lenguaje, pedagogía y farsa. La sátira es evidente: Se ridiculiza el sistema educativo, la represión moral y la masculinidad torpe. Los hombres (fontaneros, inspectores, profesores) son carne pasiva para usar y disponer, mientras las alumnas descubren su poder con entusiasmo y complicidad.

Las mejores escenas del filme se concentran en el aula. Lahaie, como instructora de placer, imparte lecciones que comienzan como striptease didáctico y terminan en felaciones perfectamente coreografiadas con todas las alumnas observando atentas y curiosas bien de cerca. En otra escena deliciosa, interrumpe a dos alumnas que se entregan al amor lésbico en los pasillos y, sin levantar la voz, pronuncia una sentencia memorable: “Está prohibido mezclar placer con estudio”. El castigo (una sesión de dominación leve) termina siendo una nueva lección de erotismo donde el cuerpo y el poder se funden sin ambigüedades.

Claude Mulot (quien falleció ahogado en 1986 a los 44 años) dirige con malicia y elegancia. A diferencia de muchos productos pornográficos de la época, aquí hay una preocupación por el encuadre, el ritmo, los colores. Las escenografías (papeles tapiz recargados, lámparas kitsch, uniformes escolares erotizados) crean una atmósfera de fábula y exceso. Mulot nunca desprecia a sus personajes ni a su público; entiende el género como un territorio de libertad donde todo puede ser transgredido, incluido el propio porno.

El humor es otro ingrediente esencial. Dominique Aveline, el eterno secundario del cine X francés, tiene una escena tan absurda como brillante en la que toca un xilófono con su pene, como si estuviéramos ante un circo erótico surrealista. Más adelante, un fontanero entra por error a una clase y es literalmente devorado por las alumnas, en una inversión jocosa del cliché masculino de “reparar y tener sexo”. La escena es menos excitante que cómica, pero funciona como guiño autorreflexivo sobre los lugares comunes del género.

El clímax (en todos los sentidos) llega con el recital final. Las alumnas presentan versiones subidas de tono de cuentos clásicos. Caperucita Roja y Blancanieves comparten al lobo feroz, cuyo enorme apéndice nasal se vuelve protagonista. La escena está cargada de humor slapstick, erotismo coreografiado y una ternura inesperada: al final, las actrices hacen una reverencia como si acabaran de interpretar a Molière.

El epílogo corona la farsa con sutileza: el inspector cierra la escuela, pero sugiere a la directora que pruebe con el cine. No es solo un cierre narrativo, sino un gesto metacinematográfico: Brigitte Lahaie dejaría el cine porno tras esta película y comenzaría una segunda carrera de actriz en el cine de género y de autor. Jean Rollin, Jesús Franco, Alain Robbe-Grillet y Jean-Pierre Mocky la recibirían con los brazos abiertos.

Les Petites Écolières no es solo una comedia porno con argumento. Es una carta de amor al cuerpo femenino libre, una burla descarada a las instituciones del saber, y una fiesta donde el sexo se vuelve lenguaje, escenografía y resistencia. El adiós de Lahaie al porno no es un retiro tímido, sino un manifiesto en tacones y liguero, una última clase magistral donde ella enseña no solo cómo hacer el amor, sino cómo filmarlo.

Sobre André Didyme-Dôme 1941 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para las revistas ROLLING STONE Y THE HOLLYWOOD REPORTER EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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