Director: Michael Bay
John Krasinski, James Badge Dale
Desde los inicios del cine existen unas películas con una ideología aberrante, que buscan hacer propaganda política o lavarles el cerebro a sus espectadores. Dos ejemplos son las obras malditas The Birth Of The Nation de D.W. Griffith, una obra pionera en el manejo del lenguaje cinematográfico, pero una película defensora del Ku Klux Klan. El otro ejemplo es el grandilocuente documental The Triumph Of The Will de Leni Riefenstahl, que sirvió para enaltecer al partido nacional-socialista Nazi.
La nueva película de Michael Bay (Pearl Harbor, Transformers) llamada 13 Hours: The Secret Soldiers Of Benghazi, cuenta la historia de un grupo de «contratistas» (una especie de mercenarios contratados para cuidar los intereses norteamericanos en el extranjero), que se ven envueltos en un ataque a la embajada estadounidense en la ciudad de Bengasi.
Bay cubre el evento con un patriotismo barato y un sesgo descarado, mostrando a los «contratistas» como una especie de nobles superhéroes, al gobierno norteamericano (demócrata en ese entonces) como totalmente inepto y al pueblo de Bengasi desde un punto de vista estereotipado, ingenuo, cínico, cruel y fanático.
El trabajo de Bay en 13 Hours es una obra maestra si se le compara con los adefesios de la franquicia de Transformers, pero la idealización de los «contratistas» (que llega a niveles homoeróticos) y el evitar la otra cara de la moneda de los eventos, convierten a esta película en un videojuego bien elaborado, pero con una ideología peligrosa que la aleja de otros trabajos bélicos contemporáneos sesgados, pero eso sí, mucho más neutrales, analíticos y profundos como lo fueron American Sniper de Clint Eastwood y Lone Survivor de Peter Berg.
13 Horas es una película incendiaria por todas las razones equivocadas.