Director: Jacques Perrin, Jacques Cluzaud
El actor francés Jacques Perrin (Cinema Paraíso, Los Coristas), además de ser un prestigioso productor (Z, Black and White In Color), lleva años manteniendo un tercer trabajo paralelo: co-director de unos asombrosos documentales para cine y televisión sobre la naturaleza. Si usted no ha visto Nómadas del Viento y Océanos, debe prepararse para descubrir unas obras maestras de una belleza inimaginable y con unas imágenes casi imposibles de explicar en términos de su realización.
Su último proyecto, co-dirigido con su colaborador permanente Jacques Cluzaud, es una hermosísima cinta llamada Las Estaciones, la cual pretende contar la historia de Europa a través de los ojos de los animales.
Puede que sea un objetivo demasiado ambicioso (y de hecho lo es), pero Las Estaciones, narrada por el mismo Perrin, juega con la eterna fascinación que los seres humanos tenemos con el reino animal, conformado por unas criaturas que despiertan en nosotros todo tipo de sentimientos: desde la ternura hasta el miedo más profundo.
Las Estaciones es en gran parte una película sin palabras, en la que los sonidos de la naturaleza complementan las imágenes de diferentes animales en su hábitat. También se podría decir que pertenece al género de la docu-ficción, puesto que en algunos momentos vemos a actores representando a seres humanos de diversas épocas interactuando (por no decir estropeando) la vida animal.
Las escenas de persecución (lobos persiguiendo a un jabalí y a un grupo de caballos, un cerval persiguiendo a varias presas potenciales) son definitivamente increíbles. Y las largas secuencias sin intervención humana permiten una inmersión casi total en ese mundo de belleza sublime como casi ningún otro documental sobre la naturaleza lo ha podido lograr.
Es por eso que cuando se habla de los humanos y se pretende transmitir un mensaje ecológico de prevención, la película pierde su intensidad, llevando al espectador a pedir más de las escenas con animales. Y es ahí donde está la riqueza, la pureza y la excelencia de esta última parte de la llamada «Trilogía sobre la Naturaleza» de Perrin y Cluzaud.
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