Un gran actor británico vuelve a ofrecernos una sólida actuación en una cinta que no lleva a ningún lado, acerca de un criminal de guerra y su asistente.
Dirección: Brad Silberling
Ben Kingsley, Hera Hilmar, Peter Serafinowicz
Como si de una pieza teatral se tratara, el director Brad Silberling asume un oscuro relato (escrito por él) sobre un criminal de guerra que establece una singular relación con la joven que lo asiste.
Distanciándose de sus dramas sentimentales (Un ángel enamorado, El compromiso) y de sus películas infantiles (Casper, Lemony Snicket), Silberling se apoya en el calibre actoral de Ben Kingsley, quien aquí interpreta a “El General”, el último de los hombres responsables por el genocidio cometido en lo que antes se conocía como Yugoslavia. “El General” es perseguido por varios organismos internacionales, por lo tanto, debe mantenerse oculto, en constante movimiento y protegido por un agente llamado Milo (Peter Serafinowicz).
“El General” es ubicado en una nueva residencia a la cual llega sorpresivamente la joven en cuestión llamada Tanya (interpretada por la actriz islandesa Hera Hilmar), quien supuestamente es la criada de la antigua residente del lugar. Desde aquí se genera una particular relación entre los dos enmarcada por el diálogo en el que la duda, la desconfianza, la soledad y los remordimientos comienzan a aflorar.
Un hombre común no recurre a la acción como lo hizo El perfecto asesino para condimentar la relación entre un hombre maduro y una mujer joven, y tampoco es una película de espías y giros sorpresivos al estilo de las historias de John Le Carré. No es una película sobre un romance particular y no es un drama político que pretende dar cuenta de los dictadores o jefes militares detrás de las grandes masacres. Esta es una película con una sólida actuación llevada a cabo por un gran actor, que deja al espectador insatisfecho e inconforme y con muchos deseos de saber qué fue lo que quiso decir su director y guionista al abordar la historia.