Bohemian Rhapsody (La historia de Freddie Mercury) (2018)

La película del director de X-Men sobre la vida del cantante de Queen, cae en los lugares comunes de los dramas biográficos sobre artistas, pero incluye una sorprendente actuación a cargo de Rami Malek.

Dirección: Bryan Singer
Rami Malek, Lucy Boynton, Joseph Mazzello

El director Bryan Singer, famoso por sus películas acerca de ese grupo de desadaptados conocido como los X-Men, asumió el reto (que concluiría Dexter Fletcher, sin ser mencionado en los créditos), de contar la historia de otro grupo de desadaptados, pero en esta ocasión los protagonistas no vienen de los cómics sino del mundo del Rock. Ellos son el astrofísico y guitarrista Brian May, el odontólogo y baterista Roger Taylor, el ingeniero electrónico y bajista John Deacon y el maletero, boxeador aficionado y cantante Freddie Mercury. Juntos serían conocidos como la banda Queen.

Queen fue una agrupación rocambolesca y estrafalaria, producto de los excesos de la década del 70.  Por esa razón, una película sobre la vida y obra de Queen merecía un tratamiento magnánimo similar al del biopic de Oliver Stone sobre The Doors, o un acercamiento arriesgado y experimental como los que Todd Haynes realizó sobre David Bowie e Iggy Pop en Velvet Goldmine y sobre Bob Dylan en I’m Not There.

Pero todo parece indicar que Singer no revisó estos trabajos, sino que más bien se puso a ver todo un maratón de producciones para la televisión sobre el ascenso y caída de las estrellas de la música. Si usted ha visto cosas como la miniserie The Jacksons: An American Dream o las películas Hysteria: The Def Leppard Story, Falco: Verdammt, wir leben noch! o The New Edition Story, se hará una idea de lo que va a encontrar en Bohemian Rhapsody.

Los lugares comunes que hacen parte de esos productos mediocres y sensacionalistas, los cuales fueron parodiados de una manera incisiva y magistral por las comedias This is Spinal Tap y Walk Hard (conflictos familiares, conflictos entre los miembros de la banda, malas influencias, jefes descreídos, amores perdidos, devaneos sexuales, descenso a las drogas, regresos triunfales), aquí son tratados de una manera seria, solemne y muy ingenua (no ayuda mucho que la película no sea para adultos). Por lo tanto, el resultado termina siendo acaramelado, cursi y poco realista.  El Queen de Singer está más cerca de Josie And The Pussycats o de Jem And The Holograms, que al de una banda de rock real.

Sin embargo, Bohemian Rhapsody sobrevive gracias a una espectacular interpretación a cargo de Rami Malek (el actor conocido por la serie Mr. Robot). Con ayuda de una prótesis que resalta los dientes prominentes de Mercury, Malek se transforma en el excéntrico cantante, logrando condensar su teatralidad, hedonismo y egolatría, así como su fragilidad e inmensa soledad. Nunca sabremos lo que Sacha Baron Cohen hubiera hecho con el papel, pero Malek lo hace tremendamente bien. Ayuda mucho que al cantar escuchemos la verdadera voz de Mercury y no la de Malek, porque hay que admitirlo, su voz es inigualable.

Los actores que interpretan a May (Gwilym Lee), Taylor (Roger Hardy) y Deacon (Joseph Mazello) son prácticamente idénticos a sus contrapartes, y la aparición de Mike Myers como el ejecutivo de EMI Ray Foster, constituye un guiño muy gracioso (la aparición de Bohemian Rhapsody en la comedia El mundo según Wayne protagonizada por Myers, llevó a que la pieza musical de 1975 volviera a ser un éxito en 1992).

La cinta se vuelve interesante cuando explora la relación entre Mercury y su amiga de toda la vida Mary Austin (Lucy Boynton), la peculiar afición de Mercury por los felinos y los procesos creativos que llevaron a las composiciones de los clásicos We Will Rock You, Another One Bites The Dust y la misma Bohemian Rhapsody (una advertencia para los fanáticos: las bandas sonoras de Flash Gordon y Highlander ni siquiera se mencionan, y el infravalorado álbum Hot Space se pasa de largo).

Es posible que a los seguidores acérrimos de la banda no les importe los defectos de su película (que comienza y termina con, supuestamente, el punto más álgido de su carrera: su aparición en el concierto de Live Aid).  Pero Bohemian Rhapsody pedía a gritos un tratamiento novedoso y experimental en su forma y no una aproximación tradicionalista, edulcorada y moralista que reduce al estatus de cliché a una banda que era todo menos eso.