Una película de fe que desperdicia una premisa interesante a favor de la evangelización.
Dirección: Perry Lang
Brenton Thwaites, Yael Grobglas, David Strathairn
En 1977, Carl Reiner dirigió una peculiar cinta llamada Oh God!, en la que Dios (interpretado por el inmortal comediante George Burns) llega a la tierra en la forma de un anciano senil para recordarle a los mortales sobre el sentido de sus vidas, y para su misión recluta a un hombre despistado y de poca fe (encarnado por el cantante John Denver). El éxito de esta película se debió a que trató el tema con respeto y afecto, pero al mismo tiempo con ingenio, crítica y sentido del humor.
La premisa de Dios encarnado en el mundo de los mortales vuelve a retomarse en la cinta Una entrevista con Dios, dirigida por Perry Lang (quien ha trabajado en varias series de televisión como Weeds, NCIS, Medium, Dawson’s Creek y Alias, entre otras) y que nos cuenta la historia de un joven periodista y veterano de guerra llamado Paul Asher (interpretado por Brenton Thwaites, protagonista de Dioses de Egipto y la última entrega de Piratas del Caribe), acude a entrevistar a un hombre que dice ser nada menos que Dios (encarnado nada menos que por el gran actor David Strathairn, el protagonista de una de las mejores películas sobre periodismo de todos los tiempos: Good Night and Good Luck).
Esta premisa, la cual podría haberse utilizado para unas interesantes reflexiones filosóficas, para hacer una crítica mordaz sobre la sociedad actual, o simplemente servir como una comedia acerca de la condición humana, aquí se reduce a un trabajo que pretende aleccionar a sus espectadores advirtiéndoles que si no procuramos ser mejores personas y a perdonar a quienes nos ofenden y/o defraudan, tal vez mañana será demasiado tarde.
Y este es el problema característico de todas las películas de fe, las cuales no buscan generar discusión sobre la existencia de Dios o sobre el sentido de la vida, quedándose en un discurso evangelizador y moralista que busca ganar adeptos más que hacer pensar o, por lo menos, entretener.
Es una lástima que un actor del calibre de Strathairn sea desperdiciado en una película que también desperdicia una propuesta fascinante. Las situaciones artificiosas y poco realistas, la carencia total de sentido del humor, la falta de ingenio e inteligencia, el descuido en unos diálogos que debieron haber sido tratados con sumo cuidado y la pesada carga ideológica, hacen de esta cinta un trabajo tedioso y edulcorado, que tienta al espectador a abandonar a Dios para ver más bien un nuevo capítulo de la mucho más interesante serie de televisión Lucifer.
Excelwnte
Necesitamos mas del padte
No entendí