El director de El violín rojo vuelve a sorprendernos con un magnífico homenaje a la ciudad de Montreal.
Dirección: François Girard
Samian, Raoul Max Trujillo, Gilles Renaud, Vincent Perez
El director canadiense François Girard se toma su tiempo. En una carrera de más de treinta años ha realizado tan solo seis películas. Sin embargo, sus trabajos que incluyen títulos como Thirty Two Short Films About Glenn Gould, El violín rojo y Seda, hacen que la espera valga la pena.
Su última cinta se llama Hochelaga: Tierra de almas y, como es costumbre con este director, es un trabajo ambicioso, meticuloso y de una estructura compleja y profunda, que esta vez busca abarcar más de ocho siglos de la historia de Quebec.
La película se inicia con una masacre indígena ocurrida en la década de 1200, la cual se intercala con el presente, donde en ese mismo lugar se encuentra un estadio de fútbol en el que está por iniciar un partido. La intensa lluvia lleva a que en pleno evento se produzca un socavón, el cual se lleva la vida de uno de los jugadores, quien no alcanza a enterarse de que su esposa de origen musulmán está embarazada. Pero a su vez, esta tragedia es una oportunidad para que el estudiante de arqueología de herencia Mohicana Baptiste Asigny (interpretado por el actor y músico Samian), pueda desarrollar su tesis de grado.
La presentación de la tesis doctoral de Baptiste ante el jurado académico, permitirá a los espectadores conocer la historia detrás de las capas de hallazgo. Primero conoceremos, a partir de la tapa de un horno perteneciente al siglo XVII, la historia de un comerciante de pieles francés y una mujer Algoquina, cuyo apasionado romance termina de manera trágica debido a la epidemia de viruela. Gracias al descubrimiento de unos fusiles, nos enteraremos del infructuoso escape de dos patriotas miembros de la revolución canadiense de 1837, de las garras de un capitán del ejército francés que busca a los fugitivos en la mansión de una anciana y de sus sirvientes de origen nativo y afroamericano que los han refugiado. Y el hallazgo de un crucifijo, nos lleva a la recreación que el probable primer encuentro entre los nativos canadienses y los colonizadores franceses el cual, supuestamente, ocurrió en la mítica región de Hochelaga que dio paso para la fundación de Montreal por parte del navegante y explorador Jacques Cartier alrededor de 1534.
La mezcla entre fantasía y recreación histórica, la atención a la dimensión humana de los eventos (en los que la muerte establece un hilo común), la cuidadosa investigación de los períodos históricos y la visión del pasado y presente de Montreal, contrastada con un hábil y sólido trabajo de dirección, hacen de Hochelaga: Tierra de almas, un trabajo inteligente y, al mismo tiempo, muy conmovedor.