El director Christophe Honoré nos regresa a los años noventa para contarnos la historia de un escritor maduro víctima del SIDA y un joven en busca de su identidad sexual, que se enamora perdidamente de este.
Dirección: Christophe Honoré
Vincent Lacoste, Pierre Deladonchamps, Denis Podalydès, Thomas González
En los años noventa varias películas abordaron el amor homosexual en los tiempos del SIDA: Compañeros inseparables, Las noches salvajes, Love! Valour! Compassion! o Jeffrey fueron retratos honestos, sin concesiones frente a la vida sexual de sus protagonistas y que se alejaban de los estereotipos (en su mayoría ofensivos) del que eran víctimas los homosexuales en el cine de épocas anteriores.
Por alguna razón, este tipo de cine (denominado actualmente como queer) se volvió tímido, moralista, aséptico y asexuado en los inicios del siglo XXI (aunque cintas como El club de los desahuciados, Llámame por tu nombre y Luz de luna sean notables excepciones). El director francés Christophe Honoré (Ma Mère, Chanson d’Amour) regresa a los años noventa en una especie de acto nostálgico, para contarnos la historia de Jacques (Pierre Deladonchamps), un prestigioso escritor víctima del SIDA y Arthur (Vincent Lacoste), un joven que se encuentra en la búsqueda de su propia identidad sexual, pero que termina enamorándose perdidamente de Jacques.
Jacques tuvo a Louis, hijo de una relación anterior con una mujer. Contrajo el SIDA de su ex amante Marco (Thomas González), con quien todavía comparte momentos de afecto y celos irracionales y es el mejor amigo de su vecino Mathieu (Denis Podalydès), quien en algunos momentos sirve de conciencia y en otros, de simple compañía. Arthur tiene una amiga que quiere algo más con él y se interna en los callejones nocturnos para tener sexo con hombres extraños. Los dos cruzan caminos cuando asisten a una función de la cinta El piano y desde ahí comienza una relación en la que el escritor busca cultivar al joven en el arte y la literatura, y donde el joven se siente atraído por la madurez y la honestidad del escritor frente a su vida.
Los referentes cinematográficos (Fassbinder, Truffaut), la música de la época (Ride, Cowboy Junkies, M/A/R/RS), y la puesta en escena que nos recuerda a ese cine indie fresco y libre de dos décadas atrás, hacen de Vivir deprisa, amar despacio, una película sincera, triste y conmovedora que trasciende los lugares comunes y que, al igual que Happy together, la cinta de Wong Kar-Wai, nos pide que dejemos de pensar en orientaciones sexuales para adentrarnos en la humanidad que compartimos tanto los personajes como nosotros mismos.