La nueva versión en acción real del relato inspirado en Las mil y una noches no llega a ser un completo desastre. Pero, ¿cuál es su razón de ser?
Dirección: Guy Ritchie
Mena Massoud, Will Smith, Naomi Scott, Marwan Kenzari, Navid Negahban, Nasim Pedrad
Luego del mega desastre financiero que significó la película El Rey Arturo: la leyenda de la espada, dirigida por el británico Guy Ritchie (una película que no es para nada mala), los estudios Disney tuvieron fe en su talento y le encomendaron la misión de llevar a la pantalla grande la versión en acción real de Aladdin, el exitosísimo musical animado estrenado en 1992.
¿Los estudios Disney vieron recompensada su decisión? La respuesta es sí y no. Lo primero que vale la pena destacar de esta película es que su elenco está conformado por actores de origen egipcio, indio, árabe y africano. Teniendo en cuenta a un cine Hollywoodense que ha impuesto a la raza blanca en historias ambientadas en lugares con personas de otros orígenes étnicos, esta cinta de alto presupuesto presupone un rompimiento de los estereotipos eurocentristas, en una época en la que el presidente de Norteamérica se aferra a los viejos valores y en una animadversión retrógrada hacia la diversidad.
Pero es una lástima que esta película de Guy Ritchie (el autor de las magníficas Lock, Stock and Two Smoking Barrels, Snatch y RocknRolla) no parezca dirigida por Guy Ritchie. Hay muy pocas escenas de acción, un sinnúmero de números musicales dulzones y cursis, y un derroche de colores y efectos especiales que hacen parecer a esta Aladdin como una interpretación occidental del cine de Bollywood, con muy poca alma y corazón.
Curiosamente, Will Smith (quien aquí trata de imitar de una manera infructuosa al talento hiperkinético e insuperable del fallecido Robin Williams), es opacado por el joven Mena Massoud, quien como Aladdin logra proyectar grandes dosis de carisma y encanto. Por otra parte, la bellísima Naomi Scott logra conformar una versión emancipada y empoderada de la princesa Jasmine, más cercana a la Bella de La bella y la bestia que al personaje de la cinta animada original.
Pero aquí vuelve a surgir la misma pregunta que se formula una y otra vez cuando los espectadores nos sometemos a las infinitas versiones en acción real de las cintas clásicas de Disney. ¿Cuál es la razón que justifica el volverlas a hacer? ¿No es mejor recurrir a los clásicos que tener que aguantar refritos que lo único que hacen realmente es estropear el grato recuerdo de las versiones originales?
De todas maneras, la nueva versión de Aladdin no llega a ser un desastre y está llena de buenas intenciones, pero su trascendencia se pone en tela de juicio. No así la versión animada.