Un producto animado que intenta fusionar tres historias en una, pero que carece de fuerza, hilaridad y originalidad.
Dirección: Chris Renaud, Jonathan del Val
Con las voces de Patton Oswalt, Eric Stonestreet, Kevin Hart, Harrison Ford, Tiffany Haddish, Nick Kroll, Jenny Slate, Lake Bell
La primera entrega de La vida secreta de tus mascotas fue una película animada sobre mascotas parlantes muy divertida, pero que dejaba mal parados a los gatos. Ahora, la segunda entrega deja mejor parados a los felinos, pero es menos entretenida que su predecesora.
Max, el perro de raza Jack Russell protagonista de esta franquicia, ahora se escucha diferente. ¿La razón? Louis C.K., el comediante que le dio su voz en la cinta original, fue despedido debido a sus acusaciones de acoso y abuso sexual. Es por esto que ahora Max habla con la voz de Patton Oswalt.
Sin embargo, Max es el protagonista de tan solo una de las tres líneas narrativas que incluye esta secuela. La primera tiene que ver con la llegada de un esposo y un bebé a la casa de Katie, en donde vive Max con su amigo Duke, el jovial perro lanudo que continúa con la voz de Eric Stonestreet. Al principio, Max es víctima de los maltratos del bebé, pero luego el niño y el perro van a entablar una fuerte relación afectiva que se transforma en ansiedad por parte de Max ante los posibles peligros a los que pueda enfrentarse el infante.
Esta línea narrativa desvía su camino y se convierte en una visita de toda la familia al campo, en donde Max y Duke conocerán a Rooster, un intrépido pero huraño perro pastor (con la voz de Harrison Ford), quien le enseñará a Max a vivir en medio de la naturaleza, a dejar sus neurosis y a actuar con calma y valentía.
La segunda línea narrativa tiene que ver con el personaje más divertido de esta entrega y es el conejo Snowball (con la graciosa voz de Kevin Hart). Gracias a su pequeña dueña, Snowball cree que es un superhéroe (con todo y traje). Una perrita Shih Tzu llamada Daisy (Tiffany Haddish) le pide ayuda al Capitán Snowball para que la ayude a rescatar a un tiernísimo tigre blanco, el cual es maltratado por un despiadado dueño de circo (Nick Kroll).
Y la tercera línea narrativa involucra a Gidget (Jenny Slate), la perrita pomerania. Max, su pareja, le deja a cargo su objeto favorito, un juguete con forma de abejorro llamado Busy Bee. Un accidente hace que Busy Bee termine en una casa donde vive una anciana con decenas de gatos y, por esta razón, Gidget le pide ayuda a Chloe (Lake Bell), esa gatita gordita que merece más exposición, para planear y ejecutar una misión de rescate.
Sobra decir que las tres líneas narrativas se unen al final, pero ninguna tiene la fuerza suficiente para sostener la película. El resultado es una película frenética, que no logra ocultar su falta de originalidad y que pese a algunos momentos divertidos, parece ser el producto de la presión por estrenar de una manera rápida y furiosa, la secuela de un exitoso producto familiar.
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