Una película de terror sobre un hombre con una urna que le concede todos sus deseos. Sus productores deberían apoderarse de la urna y desear que esta cinta jamás hubiera existido.
Director: Timothy Woodward Jr.
Michael Welch, Lin Shaye, Spencer Locke, Michael Todd
Cuando una película de terror es mala, generalmente es mala con ganas. Para la muestra aquí tenemos este fétido botón, en la que un hombre es víctima de una misteriosa urna que le concede a sus poseedores todos sus deseos, con desastrosas consecuencias.
Inexplicablemente, Lin Shaye, la veterana actriz que estaba ganando nuestro respeto como icono del terror con su participación en la saga de Insidious, ahora genera pena ajena al participar en esta cinta, la cual posee un exasperante ritmo de caracol con narcolepsia, pésimas actuaciones, un argumento confuso y sin sentido, así como el pecado más grande de las películas de terror. No genera el más mínimo sobresalto.
Junto a Shaye, también encontramos a Michael Todd (el protagonista de la recordada cinta Candyman), lo que nos hace pensar que el presupuesto que debieron haber gastado en un buen escritor lo derrocharon en dos actores reconocidos dentro del género y que fueron prácticamente subutilizados.
Se supone que La casa de los demonios es la continuación de Siete deseos, una película esperpéntica, pero no tan terrible como esta. De todas formas, lo único que tienen en común es que giran en torno a una especie de “lámpara de Aladino” satánica.
Este deplorable producto (que pese a su duración de hora y media se siente eterna), lleva al espectador a fantasear con tener la urna en su poder, para desear con todas sus fuerzas que la cinta arda en el infierno. Los organizadores de los premios Razzies deberían tomar nota. La casa de los demonios es probablemente El Ciudadano Kane de las malas películas. Así de mala es.
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