El hijo de una familia de clase media alta, utiliza la cámara para exponer las intimidades de su familia, y a la vez lidiar con la pérdida de su madre, en un documental de una inmensa tristeza.
Director: Jorge Luis Botero
¿Qué nos impulsa a hacer públicas nuestras intimidades? Con el auge de las redes sociales, este impulso se ve cada vez más visible: anuncios de rompimientos amorosos, mensajes de resentimiento hacia quienes antes eran nuestros amigos o socios, ideaciones suicidas, amenazas a quienes consideramos nuestros rivales o enemigos, revelaciones sobre nuestros gustos sexuales, confesiones sobre filias o fobias, meditaciones sobre nuestras crisis existenciales, afirmaciones de empoderamiento o autosuperación, ruegos y angustias causadas por las enfermedades de nuestros familiares, anuncios de pérdidas materiales y humanas… Todo esto, lo cual hoy por hoy es algo común en la internet, nos muestra que el refrán “los trapos sucios se lavan en casa”, aplica muy poco en nuestra vida.
En el 2003, Jonathan Caouette nos estremeció con un documental titulado Tarnation, el cual fue confeccionado en un período de más de veinte años. En él, Caouette utilizó material filmado por él mismo, así como fotografías, cintas de audio y vídeos caseros, para contar la historia de su madre (una mujer perturbada mentalmente), y a su vez, revelar las vicisitudes que este tuvo que afrontar en su niñez y adolescencia, con respecto a su orientación sexual.
Hace unos pocos años, se estrenó en nuestro país Yo Lucas, un documental que bien podría considerarse como un heredero directo de Tarnation. En él, su director Lucas Maldonado (hijo de la directora Camila Loboguerrero), invita a las mujeres de su vida, incluyendo a su madre, para exponer frente a la cámara todos sus devaneos, excesos, abusos, e inclusive crímenes, sin ningún tipo de recato o vergüenza.
Ahora llega a las pantallas Después de Norma, otro documental confesional dirigido y protagonizado por Jorge Luis Botero, el cual le tomó casi el mismo tiempo de realización que Tarnation, y que al igual que la obra de Caouette, utiliza material filmado por su director, así como material obtenido de su propio entorno familiar, para hablar sobre su madre: Norma Botero De Botero, una mujer en apariencia alegre y vital, oriunda del municipio antioqueño de Sonsón, cuya vida se apaga gradualmente debido a la Esclerosis Lateral Amiotrófica.
El documental de Botero, con un tono psicoanalítico, parte de una foto de infancia para hablar sobre su tartamudez y sobre su miedo hacia los perros, debido a un trauma infantil promovido por su padre, un hombre estricto y producto de su época, llamado Luis Jorge Botero Ramos. De un modo casi terapéutico, Jorge Luis utiliza la cámara para “psicoanalizarse” e intentar psicoanalizar a su familia de clase media alta, de la que también hacen parte sus hermanas mayores Beatriz Lucía Botero Botero y María Isabel Botero Botero.
Jorge Luis sospecha que la enfermedad de su madre está relacionada con una profunda depresión, producto de sueños irrealizados y de una relación marital marcada por el desamor. Por esta razón, utiliza la cámara para confrontar a los miembros sobrevivientes de su familia y examinar si ellos comparten sus hipótesis. El resultado es un trabajo intimista (tal vez demasiado íntimo), con el que los espectadores se compenetrarán con la familia Botero Botero y sentirán el dolor de la pérdida de uno de sus principales miembros. Pero de igual manera, se preguntarán por la necesidad de tener que poner en la pantalla grande los conflictos y el dolor de una familia que se enfrenta a la inevitabilidad de la muerte.
Puede que Después de Norma no llegue a tener el impacto y la fuerza emocional de Tarnation. Y comparado con Yo Lucas, el documental de Jorge Luis Botero termina siendo recatado y discreto. Pero la escena final, con esa casa donde antes había risas, abrazos, regaños y calor humano, demolida por una máquina fría y brutal, nos deja un vacío profundo en nuestro corazón. Todas las familias, tarde o temprano, tendrán que enfrentarse a la muerte y/o a la partida de sus miembros. Y es que al final no queda nada.
Tal vez, es ahí donde radica la razón del impulso de hacer públicas nuestras intimidades: Compartir y darle sentido al absurdo de nuestra efímera existencia.
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