Los Trolls amantes de la música vuelven con un universo de Techno, Country, música clásica, Jazz suave, Funk, K-Pop, Reggaetón y mucho Rock (con todo y Ozzy Osbourne incluído).
Director: Walt Dohrn, David P. Smith
Con las voces de Anna Kendrick, Justin Timberlake, Rachel Bloom, Sam Rockwell, Kelly Clarkson, James Corden, Ron Funches
Debido al confinamiento causado por el coronavirus que causó el cierre de la totalidad de salas de cine en el mundo, los estudios DreamWorks han decidido estrenar la segunda parte de la cinta animada Trolls (basada en los muñecos creados en 1959 por el leñador danés Thomas Dam), usando la estrategia de VOD o “vídeo bajo demanda”.
Trolls 2: Gira mundial es una explosión de color que hace ver al Lórax como un personaje gótico y sombrío y la cursilería que hizo parte de la primera entrega permanece intacta (inclusive es más cursi aún). Pero lo que hace de esta película todo un placer culposo es que intenta contextualizar al público infantil sobre el panorama de la música actual y, a la vez, convertir a los personajes buenos en los malos del paseo.
Nuestra protagonista Poppy (con la voz de Anna Kendrick) es ahora la reina de los Trolls. Ella y su fiel amigo Branch (Justin Timberlake) se enteran que Barb (Rachel Bloom) otra reina de los Trolls, quiere apoderarse de todos los reinos para imponer el Rock sobre todos los demás estilos musicales. Eso hace que Poppy se asuma como la “Reina del Pop” y que parta en una misión junto con Branch para imponer la paz y la armonía entre todos los reinos.
La mayoría de los espectadores mayores de 30 años apoyarán en un 110% a Barb y a su padre, el Rey Thrash (con la voz de su satánica majestad, Ozzy Osbourne), y querrán ver cómo ella acaba con el reino del Pop. Pero es muy probable que el público infantil odie a Barb y apoye a Poppy, con su reino de auto-tune, escarcha y melodías pegajosas. Lo realmente divertido del asunto va a ser cuando se revele que el reino del Pop no es tan inofensivo y noble como aparentaba ser.
Justin Timberlake vuelve a servir aquí como productor musical, y eso puede explicar el sesgo en los “reinos” (léase estilos musicales) presentados en esta película. Los reinos del Folk, el Jazz, el Blues y el Reggae están ausentes. Por el contrario, los reinos del Country (con Kelly Clarkson prestando su voz para la reina Delta Dawn), el Techno, la música clásica (con Gustavo Dudamel como el rey de la batuta) y el Funk (con George Clinton, Mary J. Blige y Anderson.Paak como el rey, la reina y el príncipe) toman primacía en el universo musical confeccionado por Timberlake.
Pero lo más gracioso de esta cinta está en los malvados mercenarios encargados de estropear los planes de Poppy y Branch. Estos son el rey del Jazz suave (piense en una fusión entre Kenny G y Chuck Mangione), el grupo de K-Pop, la pandilla de reggaetoneros (comandados por Tresillo, con la voz de J Balvin) y los cantantes de música tirolesa (de los cuales no se puede revelar mucho por aquello de los spoilers). No se puede pensar en un grupo de mercenarios más degenerados (faltaría tal vez el grupo de músicos de elevador).
El final llega a ser anticlimático (uno esperaría un número musical conformado por Hocus Pocus, Beat It, Walk This Way y Old Town Road para demostrar lo que se puede lograr con la fusión de reinos), pero la idea de apreciar la música sin radicalismos y oídos intolerantes es mucho más interesante que el mensaje recalcitrante sobre el valor de la amistad que se transmite de manera insistente en el cine animado infantil.
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