Seth Rogen interpreta a un bisabuelo y su bisnieto, en una comedia sobre brechas generacionales, tradición, familia, hípsters y pepinos.
Director: Brandon Tost
Seth Rogen, Sarah Snook, Elliot Glazer
Herschel Greenbaum, un judío que intenta sobrevivir cavando hoyos en el año de 1919 en el país europeo ficticio de Schlupsk (piensen en una versión de Topol en Violinista en el tejado), conoce el amor encarnado en Sarah (Sarah Snook de la serie Succession), una mujer tan humilde como él. Los dos contraen matrimonio y minutos después, los cosacos llegan al pueblo y asesinan a todos los judíos quedando solo ellos dos con vida.
Herschel y Sarah deciden entonces migrar a los Estados Unidos en busca del “sueño americano” (para él consiste en poder tomar agua carbonatada y para ella poder tener una lápida propia en un cementerio). Sarah queda embarazada y Herschel consigue empleo en una fábrica de pepinos en conserva. Pero un buen día, mientras Herschel se encontraba exterminando las ratas que plagan su lugar de trabajo, cae en uno de los inmensos recipientes con pepinos en salmuera. El lugar es inmediatamente clausurado y cómo nadie se percató del accidente de Herschel, este permanece en conserva por más de cien años y, como si se tratara de un nuevo Rip Van Winkle, despierta en la ciudad de Nueva York actual.
Este es el desquiciado prólogo de Encurtido en el tiempo, la adaptación cinematográfica de Sell Out, la novela por entregas publicada en el New Yorker y escrita por Simon Rich, antiguo guionista de Saturday Night Live. Su director es Brandon Toast, el fotógrafo de varias de las comedias protagonizadas por su amigo Seth Rogen (This Is The End, Neighbors 1 y 2, The Disaster Artist).
Y es precisamente Rogen quien aquí interpreta a Herschel, como también a Ben, el bisnieto de Herschel y único sobreviviente de la familia Greenbaum, un millennial que lleva trabajando cinco años en el diseño de una aplicación para celulares (imaginen a Ben intentando explicarle a su bisabuelo qué es una app).
Encurtido en el tiempo funciona cuando se inclina a la sátira: Herschel regresa al negocio de los encurtidos, utilizando pepinos y recipientes que encuentra en la basura y los llena con agua lluvia. El resultado es todo un éxito con los hípsters: Pepinos tradicionales orgánicos y sin aditivos. Cuando uno de sus clientes le recomienda contratar practicantes para expandir su negocio, Herschel dice: “Es como tener esclavos, ¿verdad?”
Sin embargo, cuando Encurtido en el tiempo tiende hacia el drama sentimental, la cinta se vuelve algo tediosa y acaramelada. Aunque comentar sobre la tradición y el valor de la familia constituye una labor noble, lo cierto es que el verdadero poder de la cinta se encuentra en el choque generacional y en la contradicción e hipocresía con respecto a lo políticamente correcto.
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