El director español Albert Pintó sigue al pie de la letra las reglas que rigen a las películas de terror sobre casas embrujadas, y logra confeccionar una aterradora historia de fantasmas que bien puede pensarse como digna heredera de la serie El conjuro.
Director: Albert Pintó
Begoña Vargas, Iván Marcos, Bea Segura, Javier Botet
Una familia conformada por cinco integrantes (madre, padre, abuelo y tres hijos) abandona su pueblo y se embarca en una nueva vida en la capital, pero se van a encontrar con que su nuevo hogar esconde unos secretos siniestros y sobrenaturales. Esta es la premisa de Malasaña 32, una cinta española de terror, supuestamente basada en hechos reales y ambientada en la Madrid de los años setenta.
Gracias a la prensa sensacionalista, a las revistas especializadas y a los programas de televisión presentados por autoridades de lo sobrenatural y esotérico como Jiménez Del Oso (Punto de encuentro con lo desconocido), en la España de esa década estaban muy en boga las apariciones de la Virgen, los encuentros con objetos voladores no identificados y las presencias de fantasmas y entes sobrenaturales en casas y colegios y las posesiones demoniacas (Verónica, la inquietante película de Paco Plaza, aunque ambientada en los años 90, es el referente español más cercano a Malasaña 32).
Al igual que las películas que conforman el universo de la exitosa franquicia de El conjuro (que abordan varios de los casos asumidos por los esposos Ed y Lorraine Warren), Malasaña 32 se aprovecha de la infame reputación de un bloque de viviendas ubicado en la calle Malasaña (que curiosamente solo tiene 30 números), donde ocurrieron varios asesinatos y sucesos escabrosos (los cuales, seguramente, serán abordados en varias secuelas).
La cinta del barcelonés Albert Pintó (su segundo largometraje y su primera película en solitario, luego de Matar a Dios, una estupenda comedia negra en la que Dios se le aparece a cuatro personas para anunciar el final de la humanidad), mantiene el sesgo efectista, colmado de ruidos, sobresaltos, criaturas que habitan en la oscuridad, y médiums que intentan derrotar a los poderosos fantasmas, características de numerosas películas del subgénero de casas embrujadas que se remonta a los clásicos The Haunted y The Innocents, y que se extiende a las series de Amityville, Poltergeist, Insidious y la ya mencionada serie El conjuro.
Sin embargo, pese a que se siente como un producto poco original, el cuidadoso tratamiento de la fotografía, la edición, la dirección de arte y el sonido, le dan a Malasaña 32 un toque de clase, elegancia y experticia que, sumado al talento de Pintó para mantener el ritmo, aprovechar los lugares comunes y obtener unas muy buenas interpretaciones de sus actores, hace que esta cinta de terror neoclásico sobresalga y no se quede como un simple remedo barato de sus predecesoras.
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