Perdida (2020)

Un upgrade mexicano de una película de suspenso dirigida por un colombiano, que con un tono heredero del cine de Hitchcock, nos habla sobre los celos y ese oscuro objeto del deseo.

Director: Jorge Michel Grau

Juan Carlos Colombo, Paulina Dávila, Sonia Franco

¿Cuál es el sentido de hacer un remake? ¿Tiene que ver con un público perezoso que odia leer subtítulos y con una industria del cine colonialista que busca imponer productos hechos en su país? O, por el contrario, como lo plantea Steven Soderbergh, ¿Es un reto llevado a cabo por un director que busca mejorar un trabajo previo que no llegó a un resultado satisfactorio en las manos de otro director

Perdida, la película del director mexicano Jorge Michel Grau (Somos lo que hay, Big Sky, 7:19), más que un remake, puede considerarse como un upgrade de la película de suspenso La cara oculta, dirigida en el 2011 por el colombiano Andrés Baiz.

Lo que Grau hace, es tomar una premisa que bien pudo haberle interesado al mismísimo Alfred Hitchcock, respetando la estructura del trabajo de Baiz, pero corrigiendo algunos errores de sentido y, algunas infracciones a la lógica de las acciones y ofreciendo unos personajes más complejos y humanos que los que La cara oculta nos ofreció, para lograr así una buena actualización y una notable mejora del producto anterior. Este es un upgrade que termina superando a su fuente original y la película recomendada para aquellos que no conocen la historia y las sorpresas inherentes a un relato basado en una obra de Arturo Infante.

Sin revelar los múltiples giros de la historia, se puede decir que tanto Perdida como su antecesora, tienen como protagonistas a un director de orquesta, a su esposa y a una nueva mujer en la vida del director, luego de la misteriosa desaparición de la esposa, en un triángulo amoroso con ecos de Vértigo, la obra maestra de Hitchcock que oculta bajo una trama de suspenso, una propuesta de corte psicoanalítico acerca del lado oscuro de las relaciones de pareja, marcadas por la obsesión, la manipulación y el ejercicio del poder.

Aquí, la pareja conformada por Eric (José María de Tavira) y Carolina (encarnada por la actriz colombiana Paulina Dávila) se muda a México, luego de que el músico consigue un trabajo como director de la orquesta filarmónica de este país. La casa donde se mudan es una inmensa mansión que guarda unos misterios relacionados con sus antiguos residentes. En un ataque de celos, Carolina decide hacerle pensar a Eric que ella lo ha abandonado y sus planes terminan teniendo un resultado funesto, lo que lleva a Eric a resignarse e intentar rehacer su vida con una nueva mujer llamada Fabiana (Cristina Rodlo), la mesera de un bar a la que conoce en un momento de depresión etílica.   

Decir qué es lo que le sucede a Carolina y con la nueva relación entre Eric y Fabiana, estropearía el disfrute de la cinta (a no ser que el espectador ya haya visto La cara oculta), pero esta es una historia que realmente habla sobre los celos, esa emoción que es producto del amor, pero que termina generando odio y comportamientos tanto destructivos como autodestructivos (y que tiene sus obras maestras definitivas en Otelo de Shakespeare y en Él, película de Luis Buñuel y una de las favoritas del psicoanalista francés Jacques Lacan). Grau también se enfoca en el machismo, mostrando a Eric como un director de orquesta que también quiere llevar la batuta en sus relaciones y quien no se da cuenta que su pareja ha renunciado a sus sueños y planes para seguir los de él.

También puede pensarse en Perdida como una metáfora sobre el cine: El semiólogo Christian Metz utilizó el psicoanálisis lacaniano para pensar el cine como una forma de expresión artística cuyo poder radica en su habilidad de ser tanto un reflejo imperfecto de la realidad como un método para develar el inconsciente. La pantalla es una ventana mágica que nos deja ver todo, pero que no nos deja acceder a nada de lo que nos muestra. 

Volviendo a Lacan, podríamos decir que Perdida, en clave de cinta de suspenso, nos habla sobre el concepto psicoanalítico de “fantasía”, en el que las personas al observar algo que desean y al tener un limite entre ellos y el objeto del deseo, sufren al saber que no pueden acceder a este. Lacan equipara el concepto de fantasía con el de “fantasma”, como esos seres intangibles producto de nuestros deseos que hacen parte de nuestros comportamientos y relaciones y que los determinan.

Si se piensa en Perdida como una ejemplificación de estos conceptos, la cinta se hace mucho más rica e inquietante de lo que es: una historia de fantasmas sin fantasmas y una película sobre una mujer desaparecida que, de hecho, está presente y es testigo de toda una vida sin ella.      

Sobre André Didyme-Dôme 1636 artículos
André Didyme-Dome es psicólogo y magíster en Comunicación. Se desempeña como crítico de cine para la revista Rolling Stone en español y es docente en la Escuela Nacional de Cine; además, es director del cineclub de la librería Casa Tomada y conferencista en Ilustre. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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