Como si se tratara de una agrupación musical de los años 80 que vuelve a reunirse luego de varias décadas, la secuela de Un príncipe en Nueva York se siente como un intento cansado, artificioso y forzado de apelar a la nostalgia.
Director: Craig Brewer
Eddie Murphy, Arsenio Hall, Jermaine Fowler, Tracy Morgan, Leslie Jones, Wesley Snipes
Tal parece que Hollywood se ha quedado sin ideas y la única opción es reciclar, especialmente la basura de la década de los ochenta. En un momento se anuncian las nuevas versiones para cine de Gremlins, Escape de Nueva York, Clue, Splash, He-Man, Firestarter, El vuelo del navegante, Highlander, Dune, Scarface, Flash Gordon, así como de las series de televisión Miami Vice, Punky Brewster, Galactica y The Fresh Prince Of Bel Air, llega una secuela tardía que nadie pidió y que se aprovecha de la nostalgia desmedida de una era que tenía más defectos y cualidades.
Un príncipe en Nueva York fue uno de los tantos vehículos cinematográficos que buscaban impulsar la carrera del talentoso comediante Eddie Murphy, luego que un exitoso período como parte del elenco de Saturday Night Live. El éxito de esta película de 1988 tuvo mucho que ver con el talento de John Landis para la bufonería y el humor políticamente incorrecto, la química lograda entre Murphy y Arsenio Hall, y una divertida apropiación del relato de El príncipe y el mendigo (que ya antes habían reciclado Murphy y Landis en De mendigo a millonario).
Ahora, treinta y tres años después, regresamos al próspero país africano de Zamunda (que bien podría limitar con Wakanda), en el que Akeem (Murphy) sigue siendo su príncipe y Lisa, el amor de su vida (Shari Headley), sigue siendo la princesa de Zamunda y la madre de tres hijas (con un entrenamiento y actitud muy similar a la de la hermana de Black Panther).
Asimismo, el siniestro general Izzy (Wesley Snipes reemplazando al fallecido Calvin Lockhart), continúa planeando un golpe de estado en Zamunda, Semmi (Hall) sigue siendo la mano derecha de Akeem y el rey Jaffe Joffer (James Earl Jones) continúa reprendiendo a su hijo (la actriz Magde Sinclair, quien interpretó a la madre del príncipe Akeem, falleció en 1995).
La supuesta diferencia en esta cinta es la siguiente: De acuerdo con las leyes de Zamunda, el heredero al trono debe ser un hombre, y el descubrimiento de un hijo ilegítimo de Akeem que vive en Nueva York, hace que el rey y Semmi vuelvan a Norteamérica.
El hijo en cuestión es un revendedor de boletos llamado Lavelle (Jermaine Fowler), hijo de Mary Junson (Leslie Jones) y apadrinado por su tío Reem (Tracy Morgan). Como si se tratara de Los Beverly Ricos versión África, el príncipe de Zamunda (luego de visitar la peluquería en la que Eddie Murphy interpreta a todos los miembros del local), lleva a esta familia de clase baja a su país, para disfrutar su nuevo estatus como miembros de la realeza y esta es la oportunidad para hacer chistes cansados, pasados de moda y reciclados (la franquicia de hamburguesas de McDowell fue graciosa en la primera entrega, pero ahora ya no tanto).
Para esta segunda parte, Landis es reemplazado por Craig Brewer, director que nos impresionó con las cintas Hustle & Flow, Black Snake Moan y Dolemite Is My Name, el biopic de Rudy Ray Moore que revivió la carrera de Murphy. Pero aquí, tanto Brewer como Murphy no logran encontrar la misma chispa que Landis supo encender en la versión original. Un príncipe en Nueva York 2 es una experiencia similar a la de reencontrarse con un amor de juventud treinta y tres años después. Aunque el tiempo ha dejado su marca y somos las mismas personas, por más que uno lo desee, las cosas ya no son las mismas y no se sienten igual que antes.
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