Una madre sospecha que el amiguito imaginario de su hijo no es tan imaginario, en una cinta tremendamente predecible y para nada aterradora.
Director: Brandon Christensen
Keegan Connor Tracy, Jett Klyne, Sean Rogerson, Stephen McHattie
Antes que los cinéfilos crean que se encuentran ante un remake del clásico de 1969 dirigido por Costa Gavras (nada más alejado de la realidad), es necesario aclarar que Z, la nueva película del director Brandon Christensen (luego de su debut con el sobrevalorado largometraje Still/Born), es una película de terror cuyo título hace referencia a una criatura sobrenatural, aunque también puede hacer referencia a sus estándares de calidad.
No hay nada más grave para una cinta de terror que no obtener el más mínimo sobresalto en su público. Como si se tratara de una mala versión de la comedia de culto Drop Dead Fred, o una adaptación barata de The Babadook, la cinta de Christensen nos cuenta la historia de una familia feliz conformada por el padre Kevin (Sean Rogerson), la madre Beth (Keegan Connor Tracy con unas cejas que constituyen lo más perturbador de la película) y el hijo Joshua (Jett Klyne). Todo es idílico para esta familia, hasta que Joshua comienza a hablar y a jugar con un amiguito imaginario al que llama Z. Sobra decir, que el comportamiento de Joshua comienza a cambiar, sus compañeritos reales comienzan a tenerle miedo y su madre sospecha que hay algo más detrás de Z que soledad y retraimiento.
No puede faltar el psiquiatra excéntrico (¿Quién mejor que Stephen McHattie?) que guarda un secreto familiar, los sustos en falso (que incluyen la típica escena de la tina) y una revelación que no será ninguna revelación para aquellos que hemos visto más de una película de terror: Z es un ente diabólico.
Si esta cinta hubiera tenido buenas actuaciones, una atmósfera macabra, un ritmo espeluznante y unas escenas genuinamente aterradoras, Z podría haber funcionado. Pero el resultado final es otra pésima película de terror que más bien debió haberse llamado ZZZZ…
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