Si usted quiere ver a simios gigantes con hachas radioactivas, robots colosales fuera de control y a una lagartija gruñir y escupir saliva atómica, esta es su película.
Director: Adam Wingard
Alexander Skarsgård, Millie Bobby Brown, Kyle Chandler, Rebecca Hall, Damián Bichir
En 1962, celebrando los treinta años de los estudios Toho, se estrenó en las salas de cine japonesas, la película King Kong contra Godzilla, en donde se enfrentaron dos de los monstruos más populares en la historia del cine.
En una esquina encontrábamos a King Kong, un gigantesco gorila de la especie Gigantopithecus gigantus que habita en la isla calavera, y quien se hizo famoso gracias a una magnífica película de 1933, producida en Estados Unidos por los desaparecidos estudios RKO. En la otra esquina encontramos a Godzilla, un monstruo de la raza Titanus Gōjira, que vivía en la isla de Odo, y quien apareció por primera vez en una popular película japonesa de 1954.
La película original fue la tercera y una de las más populares de toda la saga japonesa de Godzilla (33 entregas). Ahora se nos entrega un remake norteamericano, que pertenece a lo que se conoce como el Monsterverse, una serie de películas interconectadas que se inició con Godzilla (2014), protagonizada por Aaron Taylor-Johnson, Sally Hawkins, Juliette Binoche y Bryan Cranston, y una versión muy superior al terrible intento de Roland Emmerich por traer a la criatura al territorio norteamericano de 1998.
Una segunda película, llamada Kong: Skull Island (2017), ambientada en la década del 70, es, hasta la fecha, la mejor película del Monsterverse, y fue protagonizada por Samuel L. Jackson, Tom Hiddleston y Toby Kebbell. Luego llegó Godzilla: King Of The Monsters (2019), un decepcionante producto y un derroche excesivo de efectos especiales por computador en el que Godzilla se enfrentó a Mothra, Rodan y Ghidorah, monstruos quienes en la serie japonesa habían tenido cada uno su propia película.
La cuarta película del Monsterverse, cruza los eventos ocurridos en Kong: Skull Island con las dos entregas de Godzilla, y se desarrolla en la época actual. Kong vive confinado en la isla calavera y está al cuidado de la primatóloga Ilene Andrews (Rebecca Hall) y su pequeña hija Jia (Kayle Hottle), una niña sorda, al que el rudo gorila le ha tomado cariño.
Walter Simmons, el fundador de la compañía Apex (Damián Bichir), busca al Dr. Nathan Lind (Alexander Skarsgård), quien formuló la teoría de una “Tierra hueca” que permite explicar el origen de las criaturas gigantescas, para viajar al centro de la Tierra al mejor estilo de la novela de Julio Verne o de las películas de Ray Harryhausen, y llevar al titánico primate a su hogar. Es así, que Lind, Andrews, Jia y Maia Simmons, la hija de Walter (Eiza González), emprenden el viaje con Kong para conocer sus orígenes. Sobra decir que detrás de la misión se esconden unos objetivos oscuros y siniestros.
Por otra parte, Madison Russell (Millie Bobby Brown), la hija adolescente del científico Mark Russell (Kyle Chandler), intenta resolver el misterio que llevó a Godzilla a salir de su refugio, junto con su amigo Josh Valentine (Julian Dennison) y Bernie Hayes (Brian Tyree Henry), un infiltrado en Apex y autor de Podcasts sobre teorías de conspiración. Al mejor estilo de Chispita, el mono Chim Chim y Bujía, los personajes secundarios del anime Meteoro, Madison, Josh y Bernie, se meten en problemas, pero descubren que detrás de Apex se esconde una amenaza conocida como Mechagodzilla, un gigantesco robot que fue el protagonista de la película No. 14 de la saga japonesa.
Pero nada de la historia importa realmente. La extraña fascinación por las películas de Godzilla se encuentra en un punto intermedio entre el amor por la lucha libre y los documentales sobre la vida salvaje de la National Geographic. Es por eso que hay que ser sinceros y admitir que lo que se busca en una película como esta, es ver a Godzilla golpear, gruñir y destruir todo a su paso, mientras se enfrenta a un simio legendario que también golpea, gruñe y destruye todo a su paso. Contemplar en la pantalla gigante a dos monstruos gigantes enfrentados es todo un placer culposo, pero también es algo muy difícil de resistir.
El encanto de la película original de 1962 radicó en los toques de humor y en las emocionantes secuencias de pelea. El director Adam Wingard, autor de la esperpéntica saga de películas de terror conocida como V/H/S, y de la inaguantable secuela de La bruja de Blair y de esa terrible versión occidental del anime Death Note, hace uso del talento que evidenció en su clásico de culto llamado You’re Next, para darle al público lo que verdaderamente quiere.
Ver a Kong blandir un hacha escupida por la babaza radioactiva de Godzilla, y luego golpear con ira y frenesí a un robot mecánico, es algo que no tiene precio para quienes amamos tanto a la lagartija radioactiva como al mono gigante malhumorado. Los mensajes ecológicos y el subtexto sobre los peligros de la radiación que han hecho parte de las películas anteriores de estas dos criaturas, aquí han desaparecido. Lo que queda son tres monstruos dándose golpes. Y es allí donde radica la magia de las películas de King Kong y de Godzilla. Aunque, la verdad sea dicha, se extrañan mucho los disfraces postizos, las maquetas y los efectos especiales de plastilina de las primeras cintas.
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