La tercera entrega de la serie de adaptaciones cinematográficas basadas en las populares novelas de Anna Todd, es más de lo mismo: Celos, intrigas, cursilería y una que otra escena subida de tono.
Fabio Lanzoni, simplemente conocido como Fabio, fue un modelo de rasgos viriles exagerados, que hacía suspirar a muchas lectoras, cuando adornaba ligero de ropas las portadas de muchas novelas románticas cursis, las cuales estaban aderezadas con altas dosis de erotismo.
La novela romántica, que llegó a su punto más alto con las obras de Jane Austen en el siglo XIX, degeneró en la segunda mitad del siglo XX, para convertirse en un verdadero “porno para mujeres”, que tuvo su punto más bajo con la infame trilogía de Cincuenta sombras de Grey de E.L. James, una mezcla indigesta (pero muy exitosa), del material más flojo del Marqués de Sade con el contenido de las novelas de pacotilla cuyas cubiertas adornaba Fabio.
La escritora Anna Todd, probablemente consciente del tremendo éxito de las novelas protagonizadas por el Sr, Grey y de la curiosidad que ellas suscitaban en un público femenino adolescente colmado de hormonas, decidió crear una serie menos explícita, pero respetando la misma fórmula del “porno para mujeres” (celos, intrigas y cursilería, salpicadas de uno que otro momento erótico). El resultado es la exitosísima After, que cuenta la historia de Tessa Young (una chica modosita y algo inocente, al estilo de la Anastasia Steele de Cincuenta sombras), cuyo mundo se transforma cuando conoce a Hardin Scott, un “chico malo”, que viste de negro, porta numerosos tatuajes y posee mucho dinero.
El éxito de las cinco novelas de After (cuatro y una precuela) con el público femenino adolescente, llevó a la correspondiente adaptación cinematográfica, al igual que sucedió con Cincuenta sombras, y antes de ella Crepúsculo, el engendro bastardo y sobrenatural de estas fórmulas concebido por Stephanie Meyer, que formulaba la eterna pregunta: ¿Con quién debo tener sexo? ¿Con un chico pobre pero potente, o con un chico anémico pero millonario?
Tanto la saga para cine de Cincuenta sombras como la de Crepúsculo, fascinaron a su público objetivo, pero fueron destrozadas por los críticos con justa razón: Son películas espantosas. After ya posee tres películas ¿Estas llegan a ser mejores que sus productos afines? La respuesta es un definitivo y rotundo NO.
En After: Almas perdidas, basada en la tercera novela publica en el 2016, nos encontramos con que Richard (Atanas Srebrev), el padre alcohólico de Tessa (Josephine Langford) ha regresado a su vida, luego de abandonarla cuando ella era tan solo una niña (la actriz Mira Sorvino aparece unos pocos segundos para reemplazar a Selma Blair como la madre de Tessa en un flashback). Por su parte, el británico Hardin (Hero Fiennes Tiffin) sigue con su actitud antipática y celotípica, que lo convierten en el arquetipo del “novio tóxico” pero de cara bonita.
Tessa ha conseguido el trabajo de sus sueños en una editorial de Seattle, y Hardin no quiere que ella se vaya, pero también desea su felicidad. Los celos del novio aumentan cuando aparece un chico estudiante de medicina y que trabaja como mesero, interesado en la chica. También vamos a ver algunas situaciones relacionadas con los padres de Hardin que terminan en una gran “revelación”. Pero la historia, que parece extraída de una de las peores obras de Corín Tellado, en realidad parece ser un pretexto para las escenas eróticas (una que involucra hielo, otra un jacuzzi, otra un gimnasio, pero ninguna realmente explícita), que es lo que en secreto añoran ver las fanáticas de After y que constituye el material de sus sueños mojados.
Ni una cinta soft-core de esas que pasaban por Cinemax o The Film Zone a altas horas de la noche, es tan descuidada y mediocre en su producción como After: Almas perdidas (errores de continuidad, diálogos insulsos, mala fotografía, guion trillado, pésimas actuaciones). Pero lo imperdonable de esta tercera entrega no tiene que ver con su descuido o que quiera convertir el “porno para mujeres” en “porno para adolescentes”, sino en lo aburrida, tediosa, torpe y recalcitrante qué es.
En los años ochenta, los adolescentes tuvimos unas comedias sexuales con títulos como Porky’s, El último americano virgen y Los muchachos quieren ser hombres, cintas de calidad cuestionable que explotaban la curiosidad de los jóvenes por el sexo. Puede que este comentario esté viciado por una visión adulta y masculina, pero que estas comedias se hayan convertido en unos melodramas rosa (y que no tengan a Fabio), es todo un fastidio.
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