Demencial es un adjetivo que se queda corto a la hora de calificar esta perturbadora mezcla entre Crash, American Psycho, La naranja mecánica y Transformers.
Director: Julia Ducournau
Vincent Lindon, Agathe Rousselle, Garance Marillier
Sexo y autos. La fetichización de los automóviles es algo que ya fue tratado de una manera apocalíptica por el escritor de ciencia ficción J.G. Ballard en su novela ciberpunk Crash publicada en 1973, la cual obtuvo una brillante, pero al mismo tiempo, controversial adaptación cinematográfica dirigida por David Cronenberg. Otra directora que no es ajena a la controversia es la francesa Julia Ducournau, quien hizo salir en estampida al público sensible que acudió a las salas de cine del Festival de Cannes del 2016 para ver su película Crudo, la historia de una chica vegetariana que se convierte en caníbal.
Al parecer los tiempos han cambiado, ya que Titane, su segundo largometraje, es mucho más perturbador que Crudo y, sin embargo, se convirtió en la primera mujer en solitario en ser premiada con la Palma de Oro del Festival, en la edición de este año.
El futurismo biomecanoide de la novela de Ballard se fusiona con la historia de American Psycho (la novela maldita de Brett Easton Ellis), y con el humor negro distópico de La naranja mecánica de Anthony Burgess (y Stanley Kubrick), en el nuevo trabajo de Ducournau, el cual está lleno de una serie de imágenes contundentes de sexo y violencia que va a fascinar y dislocar al espectador por partes iguales.
Pero detrás de las trasgresiones de Titane se esconde una serie de interesantes discursos sobre la identidad de género, la naturaleza del amor, los misterios del organismo humano y la pérdida de la sensibilidad en las relaciones humanas actuales. Su protagonista es Alexia (Agathe Rousselle en una inolvidable actuación), una mujer que, luego de un accidente de tráfico que sufrió de niña, le fue implantada una placa de titanio en su cabeza, la cual, al parecer, aumentó su atracción por los automóviles y alteró su psique, convirtiéndola en una asesina en serie y bailarina exótica.
La directora confesó haber tenido una pesadilla recurrente donde aparecía embarazada con piezas de autos en el interior de su vientre. De ahí la idea desquiciada y surrealista en la que Alexia tiene sexo con un automóvil y como resultado gesta dentro de sí a un ser conformado por materia fría y aceite negro, algo que jamás se le hubiera ocurrido a Michael Bay en sus cinco películas de Transformers.
Luego que Alexia comete una serie de crímenes brutales, los cuales incluyen incendiar la casa de sus padres con ellos adentro, entra en escena Vincent, un bombero adicto a los esteroides, interpretado con una gran potencia por el gran actor Vincent Lindon, quien está convencido de que Alexia es en realidad Adrien, su hijo desaparecido hace ya varios años. Alexia encuentra inicialmente en Vincent la oportunidad de esconderse de las autoridades que la persiguen por sus crímenes, pero termina encontrando en este hombre una figura paternal que antes no había tenido.
Tantas metáforas y alegorías hubieran sucumbido en unas manos poco expertas, pero Ducournau logra mantener de principio a fin la cohesión y la fluidez de su obra, la cual se va desarrollando de una manera orgánica, pese a lo demencial de las premisas. Al igual que David Lynch o David Cronenberg, esta directora da a luz una obra tanto erótica como tanática, plena de creatividad, riesgo y audacia, que no renuncia al humor, la sensibilidad y la ternura.
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