Emma Thompson y Daryl McCormack protagonizan una comedia sexual con sensatez y sentimiento.
Directora: Sophie Hyde
Emma Thompson, Daryl McCormack
Un apuesto joven de veinte años de edad, que se desempeña como trabajador sexual, es contratado por una maestra jubilada de cincuenta y cinco años de edad, viuda y madre de dos hijos mayores, quien nunca ha tenido un orgasmo en su vida. Esta es la premisa de Buena suerte, Leo Grande, el último trabajo de la directora australiana Sophie Hyde (52 Tuesdays, Animals), filmada en secuencia durante diecinueve días, en una sola locación y con tan solo dos actores.
En esta cinta con un fuerte aire de farsa teatral, Emma Thompson se luce como la neurótica e infeliz Nancy Stokes, y Darryl McCormick (Isaiah Jesus en la serie Peaky Blinders), desborda gentileza y sensualidad como el hombre con la misión de ofrecerle algo de placer a una mujer que ha tenido poco o nada de él durante su vida.
Leo Grande es un hombre seguro, tranquilo y asertivo, mientras que Nancy es todo lo contrario. Y esta dinámica de pareja dispareja es utilizada por la guionista y comediante Katy Brand, como un pretexto para reflexionar sobre nuestras ideas sobre el sexo y las relaciones afectivas de una manera franca, directa y, de alguna manera, profunda y filosófica.
Pero el verdadero poder de la cinta de Hyde, radica en que el joven gigoló y la cliente madura aquí no se convierten en estereotipos, sino que se sienten como verdaderos seres humanos. Gran parte de la sensibilidad humana tiene que ver con unos estupendos actores, pero también en un guion meticulosamente construido sobre una premisa en apariencia sencilla.
En realidad, Buena suerte, Leo Grande no es una comedia sobre sexo, sino sobre el placer. Esa sensación, que, como la película misma, puede considerarse como algo ligero o efímero, pero que, en últimas, es lo que le da verdadero sentido a la vida.
Leo nos recuerda a Julian, ese inolvidable personaje encarnado por Richard Gere en la cinta de Paul Schrader American Gigolo. Pero lo curioso es que, en una contundente escena final, Emma Thompson nos va a recordar a Dick Diggler (el actor porno de Boogie Nights interpretado por Mark Wahlberg), el cual, pese al caos de su vida y su inestabilidad emocional, se sentía orgulloso de su cuerpo y de su capacidad para dar y recibir placer. En otras palabras, estaba vivo.
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