Una historia contada muchas veces que se realza gracias a su música y a unos actores estupendos.
Director: Ludovic Bernard
Lambert Wilson, Kristin Scott Thomas, Jules Benchetrit
Inspirado en la cinta de Gus Van Sant En busca del destino, el director y guionista Ludovic Bernard nos entrega una película de superación que sucumbe en los lugares comunes, pero que sobrevive gracias a un elenco de lujo conformado por Lambert Wilson y Kristin Scott Thomas.
El prodigio es una película cuyo título original traduce literalmente del francés Al alcance de los dedos y que hace referencia a los pianos que se colocan en las estaciones de metro en Francia para que puedan ser tocados por cualquiera. Asimismo, es un drama cuya moraleja es que no importa de dónde se proceda, mientras haya talento y trabajo, el éxito será algo inevitable.
Wilson interpreta a Pierre Geithner, el director del Conservatorio de París, cuya carrera ha caído en desgracia al igual que su matrimonio. Las razones tienen que ver con la falta de jóvenes talentos que sobresalgan en el ámbito musical y con un hijo que murió trágicamente a una edad temprana. Pierre encuentra la posibilidad de redimirse en Mathieu Malinski (Jules Benchetrit, hijo de la fallecida actriz Marie Trintignant), un joven con un talento excepcional para el piano, de origen humilde y rodeado de malas influencias.
Así como Robert Downey Jr. se encontró por casualidad con el prodigio musical de Jamie Foxx en la película El solista, vamos a ver a Wilson junto a Scott Thomas (quien encarna a la exigente profesora de piano, conocida aquí como La Condesa) intentando guiar y formar a un chico rebelde y difícil que desconfía de la enorme puerta que le ha abierto su mentor y mecenas, al postularlo para el concurso internacional de piano.
La música clásica es la principal protagonista de El prodigio, interpretada por el joven músico Harry Allouche, quien también es el autor de la banda sonora. Una de sus principales intenciones, aunque algo utópicas en esta era del reggaetón, es la de acercar a los jóvenes a este tipo de música, de un modo similar a como lo intentó la reciente Mis hermanos y yo con ese niño de origen humilde y amante de la ópera.
De todas maneras, pese a su falta de originalidad y a un tercer acto digno de Karate Kid, la cinta de Bernard posee un espíritu noble y sus enseñanzas sobre la perseverancia, el trabajo y el serle fiel a los sueños, no se pueden demeritar.
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