La tercera adaptación cinematográfica del libro de Erich María Remarque es tan contundente y poderosa como las dos versiones anteriores.
Director: Edward Berger
Felix Kammerer, Albrecht Schuch, Aaron Hilmer, Daniel Brühl
En 1929, se publica el libro Sin novedad en el frente del escritor alemán Erich Paul Remark, quien firma con el seudónimo de Erich María Remarque. Su título, obtenido de una frase militar, es usado aquí como un comentario irónico. La guerra lleva inevitablemente a la paz. La paz de las tumbas. Y es que en el libro de Remarque se describe de una forma descarnada, cruda y brutal, las experiencias personales del autor como soldado en la Primera Guerra Mundial.
Hollywood prestó atención y el libro fue llevado un año después a la pantalla en una magnífica cinta dirigida por Lewis Milestone (La fuerza bruta), la cual obtendría un merecido premio Óscar a la Mejor Película en 1930. La obra maestra de Milestone, con sus impresionantes secuencias de batalla y sus imágenes de cruel poesía, se rehúsa a envejecer y todavía se incluye en el listado de las mejores cintas antibélicas de todos los tiempos. En 1933, el régimen Nazi prohibió y luego quemó los libros de Remarque, considerándolo una afrenta para la juventud hitleriana.
En 1979, Richard Thomas (el protagonista de la serie Los Waltons), fue el protagonista de una nueva versión, esta vez para la televisión y dirigida por el prestigioso Delbert Mann (Marty). En esta merecida ganadora del Globo de Oro como mejor película para la televisión, Donald Pleasence, Ernest Borgnine e Ian Holm, acompañaron al actor quien, como Lew Ayres en la versión de 1930, encarnaría a Paul Bäumer, un joven convencido por un profesor junto con su grupo de amigos, de participar en una de las guerras más sangrientas en la historia de la humanidad.
Ahora llega una tercera versión, la cual es la primera que se realiza en Alemania, convirtiéndose en la película más costosa del cine de ese país en la historia de Netflix. Pero esta nueva entrega de Sin novedad en el frente es también una cinta poderosa, conmovedora y meticulosamente confeccionada, gracias al talento de su director Edward Berger.
El debutante Felix Kammerer se pone el traje de soldado antes usado por Ayres y Thomas para encarnar a Bäumer y el resultado es el corazón, el alma y la médula de la cinta. Con gestos, miradas y demás elementos de su expresión corporal, el joven actor logra comunicarnos sus conflictos internos, su desilusión, la pérdida de la ingenuidad y el horror de enfrentarse al salvajismo de la guerra que gradualmente convierte a Bäumer en un animal salvaje al que ocasionalmente le brotan señales de humanidad.
A Kammerer lo acompaña Daniel Brühl, quien interpreta al político Magnus Erzberger, quien lidera a la delegación alemana y que ve la rendición como la única solución para acabar con los miles de muertos (que se convertirán en millones). Thibault de Montalembert es el Mariscal Foch, el líder francés que se rehúsa a cualquier acuerdo humanitario con los alemanes. Y Devid Striesow es el terco General Friedrichs, quien luego de la firma del armisticio, obliga a los jóvenes cansados y traumatizados, a enfrentarse a una última batalla para salvar el honor de la Madre Patria.
Los compañeros de lucha de Bäumer son Müleer (Moritz Klaus), Kropp (Aaron Hilmer), Tjaden (Edin Hasanović) y Katczinsky (un estupendo Albrecht Schuch). Este último, más viejo y más sabio que los demás, se convierte en una especie de padre o hermano mayor para el grupo. El cómico asalto a una granja y la conversación íntima con Bäumer sentado junto a Katczinsky en una letrina (obtenida de Jamás llegarán a viejos el maravilloso documental de Peter Jackson sobre la Primera Guerra Mundial), son el contrapunto necesario que permite conocer a los seres humanos detrás de la carne de cañón.
Pese a que sus antecesoras son, en definitiva, unas grandes obras, la tercera versión de Sin novedad en el frente es un magnífico trabajo que se merece todos sus reconocimientos (obtuvo cuatro merecidos premios en la pasada edición de los Óscar). Sus espectaculares y violentas secuencias de acción (que deberían apreciarse en una sala de cine) se equiparan a las de los clásicos del cine bélico como Full Metal Jacket, Salvando al soldado Ryan, Dunkirk o 1927 (una de esas pocas cintas en la historia del cine que, como esta, se atrevió a retratar el horror de la Primera Guerra Mundial).
Pero lo más importante de la obra de Berger es que deja en el público la misma enseñanza de la novela de Remarque y que Edwin Starr comenta con elocuencia en War, su clásico sencillo sobre la guerra de Vietnam: “Oh, la guerra, la desprecio. Porque significa la destrucción de vidas inocentes. Significa lágrimas en los ojos de miles de madres, cuando sus hijos van a luchar y pierden la vida. Oh, la guerra. ¿Qué tiene de bueno? ¡Absolutamente nada!”.
Dejar una contestacion