Memento Mori (2024)

En uno de los momentos más difíciles para el cine colombiano, llega una de las mejores películas en su historia.

Director: Fernando López Cardona

César Badillo, Lucía Bedoya, Carlos Mario Echeverry

“Memento mori” es una frase en latín que se traduce como “recuerda que morirás” o “recuerda tu mortalidad”. Su origen se remonta a la antigua Roma, donde los generales triunfantes, durante sus desfiles de victoria, eran acompañados por un esclavo cuyo deber era recordarle constantemente que, a pesar de su éxito y gloria, era mortal y eventualmente moriría. La frase servía como un recordatorio de la humildad y la transitoriedad de la vida humana.

En el arte occidental, especialmente durante el periodo medieval y el Renacimiento, fue un tema recurrente que se manifestaba a menudo en pinturas, esculturas y obras literarias. Los elementos comunes que simbolizan este concepto incluyen calaveras, relojes de arena, velas que se consumen y flores marchitas. Estas imágenes servían como recordatorio visual de la fragilidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte.

Filosóficamente, ha sido un tema importante en las reflexiones sobre la existencia y la muerte. Los filósofos estoicos, por ejemplo, lo utilizaban para promover una vida virtuosa, destacando la importancia de vivir cada momento de manera plena y con integridad, conscientes de que la vida es efímera.

En el cristianismo, este concepto también ha tenido una presencia significativa, instando a los fieles a llevar una vida piadosa y a prepararse para la vida después de la muerte. La idea es que, al recordar la inevitabilidad de la muerte, uno se puede enfocar mejor en lo que verdaderamente importa, como la salvación del alma y las buenas obras.

La ópera prima del director Fernando López Cardona, un autor formado en el mundo de los cortometrajes, la televisión y los vídeos musicales, recoge los significados políticos, estéticos, filosóficos y religiosos del Memento mori, para confeccionar una de las mejores obras cinematográficas en la historia del cine colombiano, lo cual constituye una especie de milagro, particularmente en un momento de crisis y dificultad para el cine de este país. 

Con una exquisita fotografía a cargo de Andrés Felipe Morales (El alma quiere volar), la cinta de López Cardona se centra en José María (César Badillo), un animero que tiene la misión de visitar los cementerios para cuidar de las almas en pena. Esta figura mística, en particular, vive en Puerto Berrío, región del Magdalena Medio, en una época particularmente azotada por la violencia en donde era común que flotaran cadáveres en el río más importante de Colombia. 

Un cadáver decapitado anónimo llega al lugar y el animero, al escuchar a esta alma en pena, decide emprender un peligroso viaje para recuperar la cabeza del difunto y poder darle así tranquilidad a su alma. Descubriremos que el cadáver pertenece a Leto (Albeiro Rodríguez), el esposo de Naré Novoa (Lucía Bedoya), una enfermera. Detrás del crimen se encuentra el Moro (Carlos Mario Echeverri), una figura siniestra que parece conjugar la maldad encarnada en todos los villanos de las cintas de David Lynch. La conexión con el director de la hermosa road movie The Straight Story y la diabólica Lost Highway no solo se ve en el personaje de El Moro. Como sucede a menudo con la obra del director norteamericano, la belleza de los paisajes contrasta con la violencia más horrible (Blue Velvet, Twin Peaks). En una escena difícil de olvidar, el animero se encuentra en la carretera con una mujer y tres hombres. Otros dos  hombres armados los detienen y los hacen arrodillar frente a una cruz y les disparan como si se tratara de un hecho cotidiano y rutinario.

Al igual que lo hizo César Augusto Acevedo con La tierra y la sombra (definitivamente la mejor película en la historia del cine colombiano hasta la fecha), López Cardona bebe del cine de Andréi Tarkovski con sus tomas contemplativas de árboles ardiendo, la tierra moviéndose y el agua fluyendo, pero también el autor toma prestado del cine de Luis Buñuel con sus momentos hermosos, surrealistas y también aterradores (vale la pena recordar que la relación entre el río, fuente de vida (Eros) y los cadáveres, que representan la muerte (Tánatos), ya había sido explorada por Buñuel en la olvidada El río  y la muerte, así como también en El río de las tumbas, esa otra obra olvidada del colombiano Julio Luzardo). El surrealismo de Buñuel y Lynch, el existencialismo de Tarkovski y los miles de colombianos víctimas de la violencia, están presentes en la cinta de López Cardona como si se tratara de fantasmas. 

Sobre André Didyme-Dôme 1686 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para la revista Rolling Stone en español y es docente universitario; además, es director del cineclub de la librería Casa Tomada y conferencista en Ilustre. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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