Sirocco et le royaume des courants d’air (Sirocco and the Kingdom of the Winds) (Sirocco y el reino de los vientos) (2024)

Una joya animada que revitaliza el arte de contar historias con sensibilidad pictórica y narrativa artesanal.

Director: Benoît Chieux

El cine animado francés posee una tradición rica y sofisticada que no ha dejado de florecer en las últimas décadas, constituyendo un espacio donde la experimentación visual y la búsqueda narrativa se conjugan de manera singular. Obras como El Planeta salvaje (ganadora en Cannes), Las trillizas de Belleville, Un gato en París, Persépolis, Kirikú y la bruja o La vida de Calabacín ya habían anticipado una vía distinta, alejada de los cánones impuestos por gigantes como Disney o DreamWorks. Hoy, en un momento en que la animación de estudio parece encerrada en fórmulas previsibles de realismo digital y humor estandarizado, es desde la periferia (conformada de manos pacientes y corazones apasionados) donde surgen auténticos milagros como Robot Dreams, El reino de Kensuke, Flow, Memorias de un caracol y ahora, Sirocco y el reino de los vientos.

La cinta dirigida por Benoît Chieux (La tía Hilda) y coproducida entre Francia y Bélgica, propone una vuelta a los orígenes del asombro. Inspirada por el arte pictórico de Joan Miró (con su uso de formas sólidas, colores vibrantes y composiciones oníricas), Sirocco despliega un universo que, si bien remite en espíritu a clásicos literarios y luego cinematográficos como La historia sin fin de Michael Ende o El mago de Oz de L. Frank Baum y los mundos fantásticos del estudio Ghibli (El reino de los gatos, Ponyo), jamás se deja atrapar por la cita o el homenaje superficial. Su fuerza radica precisamente en la capacidad de asimilar esas influencias para construir algo enteramente propio. Este es un cuento que se siente, a cada trazo, absolutamente genuino.

La trama, de apariencia sencilla pero de múltiples resonancias, sigue a Juliette, una niña de cinco años, y a su hermana Carmen, de ocho, quienes tras llegar a la casa de Agnès (la autora de una serie de libros infantiles sobre «El Reino de los Vientos» y con el nombre de la gran directora francobelga), son arrastradas al universo mágico de las novelas. Transformadas en criaturas felinas (cortesía del coguionista Alain Gagnol, director de Un gato en París) y convertidas en fugitivas por un accidente que enfurece al alcalde de un poblado, deberán encontrar a Sirocco, el mago que controla las corrientes de aire, para poder regresar a casa. En este recorrido, los ecos de Donde viven los monstruos de Maurice Sendak y del propio Hayao Miyazaki (en particular de El viaje de Chihiro y Mi vecino Totoro) se hacen sentir, pero siempre desde una recreación íntima, no imitativa.

Visualmente, Sirocco es una maravilla de texturas y composiciones. La decisión de trabajar con paletas de color sólidas, composiciones que remiten al arte mural y una animación que parece hecha a mano, aporta una fisicidad que contrasta de manera radical con la animación digital contemporánea, tan obsesionada con la simulación de la tridimensionalidad. Cada plano tiene la consistencia de un tapiz o de un mosaico, donde la repetición de formas y la pureza de los tonos genera un efecto hipnótico y calmante, como si estuviésemos hojeando un antiguo libro de cuentos ilustrado.

La creación de los personajes y escenarios, lejos de buscar una coherencia biológica o física, abraza la lógica del sueño y la invención libre con criaturas de múltiples patas, cabezas desproporcionadas, juguetes vivos y estructuras que parecen ensambladas con piezas de papel recortado. Esa libertad recuerda tanto al surrealismo de El planeta salvaje de René Laloux como al psicodelismo de Yellow Submarine de George Dunning y de la injustamente olvidada Twice Upon A Time de John Korty y Charles Swenson. Pero en Sirocco se halla depurada de cualquier tendencia a la excentricidad vacía; aquí todo responde a una lógica emocional, la cual es la del asombro, la pérdida y la necesidad de volver al hogar.

Uno de los aspectos más conmovedores es el subtexto de la historia, apenas sugerida pero fundamental, que tiene que ver con la transformación del duelo en creación artística. La relación entre Agnès y su hermana Selma (modelo para un personaje dentro del universo del Reino de los Vientos) introduce un matiz melancólico que enriquecerá la experiencia del espectador adulto, recordándonos que la fantasía, en su mejor expresión, no es una huida de la realidad, sino un medio para transfigurar el dolor.

En contraposición al modelo industrial predominante, donde las películas animadas suelen estructurarse alrededor de chistes rápidos, frenetismo, rostros caricaturescos y bandas sonoras de pop reciclado, Sirocco y el reino de los vientos actúa como un «limpiador de paladar mental» que nos aleja de la saturación sensorial y emocional para proponer una narrativa serena, inmersiva, donde cada imagen invita a ser contemplada, donde cada transición respeta el ritmo interno del relato. La animación aquí no busca imitar la realidad ni tampoco anestesiar con estímulos constantes; se trata de un cine que confía en la inteligencia emocional y la sensibilidad estética del espectador, sin importar su edad.

Incluso resulta tentador ver en Sirocco un eco lejano de El quinto elemento de Luc Besson, otro trabajo francés (no animado) que en su momento apostó por mundos fantásticos de construcción visual libre y exuberante basados en los cómics franco-belgas. Ambos comparten una fe irreductible en el poder del color, de la forma y de la imaginación como vías de escape y salvación.

Sirocco y el reino de los vientos no solo confirma el vigor de la animación francesa contemporánea, sino que nos recuerda que la verdadera magia del cine animado no reside en la perfección técnica ni en la grandilocuencia narrativa, sino en la capacidad de crear espacios donde la mente y el corazón puedan volar, aunque solo sea durante un puñado de minutos. Benoît Chieux entrega una película que, más que verse, se siente como un susurro cálido en medio de un mundo demasiado ruidoso.

Sobre André Didyme-Dôme 1887 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para la revista ROLLING STONE EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*