La directora de Revenge recorre el camino trazado y recorrido por David Cronenberg y Julia Ducournau, para entregarnos una cinta de Body Horror feminista acerca de una actriz y su réquiem por un sueño.
Directora: Coraline Fargeat
Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid
El talento y la audacia socarrona de Coralie Fargeat (uno casi que la puede escuchar reír tras bambalinas) se reafirma con su segundo largometraje. En Revenge (2017), su ópera prima, la directora ya había demostrado su inclinación por el cine de horror estilizado, el uso de un humor negrísimo y una denuncia feminista altamente corrosiva. Con The Substance, Fargeat lleva su visión un paso más allá, adentrándose en una historia que no solo explora los terrores físicos del cuerpo, sino también las ansiedades culturales y sociales en torno a la juventud, la belleza y la relevancia en una sociedad obsesionada con las apariencias.
Demi Moore, quien encarna a la actriz en decadencia Elisabeth Sparkle, se convierte en el eje de esta perturbadora narrativa. Moore es una actriz que a lo largo de su carrera ha enfrentado tanto el escrutinio público como el desafío de papeles que cuestionan las normas establecidas, desde G.I. Jane (la cinta que ocasionó que Will Smith cacheteara a Chris Rock), hasta Striptease, donde la crítica y el público se enfocaron en su cuerpo sin tener en cuenta casi nada más. Aquí, en uno de los mejores papeles de su filmografía, Moore casi que llega a interpretar una versión exagerada de sí misma: una ex estrella de Hollywood que ha visto cómo su carrera y juventud se desvanecen lenta e irremediablemente.
La desesperación de su personaje la lleva a someterse a un tratamiento experimental que promete devolverle la juventud, pero este procedimiento es más que una simple transformación física: es una metáfora de la lucha interna que muchas mujeres enfrentan en la búsqueda de relevancia en un mundo que las margina con la edad.
La actuación de Moore es notable no solo por asumir un papel que la enfrenta directamente con sus propias vivencias y demonios, sino también por la intensidad emocional que aporta a su personaje. Elisabeth Sparkle no es solo una mujer obsesionada con su apariencia; es alguien que lucha contra un sistema que la ha moldeado y ahora la rechaza. Moore captura a la perfección esa mezcla de desesperación, rabia y resignación, convirtiendo a Elisabeth en un personaje trágico y complejo en los tiempos de las cirugías plásticas que deforman rostros y cuerpos y las sustancias que prometen ser el elíxir de la eterna juventud, como Bótox y Ozempic.
El otro gran pilar de la película es Margaret Qualley, quien interpreta a Sue, la versión rejuvenecida de Elisabeth. Qualley, hija de la actriz Andie MacDowell (la otrora estrella de Hollywood que protagonizó los clásicos Sex, Lies And Videotape, Four Weddings And A Funeral y Groundhog Day), aporta un contraste inquietante con su frescura y vulnerabilidad que en gran parte, heredó de una madre a quien ahora reemplaza en la gran pantalla. Sue es más que una simple versión más joven de Elisabeth; es una proyección idealizada, una fantasía que encarna la perfección física que Elisabeth ya no puede alcanzar. Qualley interpreta a Sue con una mezcla de inocencia y peligro, mostrando cómo esta versión “mejorada” de Elisabeth es también una amenaza para su propia identidad.
El choque entre Elisabeth y Sue, las dos versiones de la misma persona (en una clara referencia al Dr. Jekyll & Mr. Hyde), refleja un conflicto interno profundo: la lucha entre la aceptación del envejecimiento y la tentación de aferrarse a una juventud artificial. En este sentido, The Substance se convierte en una alegoría de la alienación personal en un mundo que valora más la apariencia que la esencia. La relación entre ambos personajes también se destaca por la compleja dinámica de la autopercepción y la identidad (pensemos en la dismorfia y su relación con la anorexia), y cómo el deseo de cumplir con las expectativas externas puede deshumanizar a quienes las persiguen.
Dennis Quaid, quien reemplazó a Ray Liotta tras su fallecimiento, ofrece una actuación memorable como Harvey, un ejecutivo de la industria del entretenimiento que evoca a Harvey Weinstein y encarna todo lo que está mal en ese mundo superficial generado por la cultura mediática. Quaid se sumerge en el papel de Harvey con un entusiasmo desenfrenado, interpretando a un personaje grotesco y caricaturesco que representa la crueldad y la indiferencia hacia las mujeres en la industria. Harvey es una figura repulsiva, y Quaid se divierte visiblemente al interpretar a un villano que es tanto cómico como aterrador. Su actuación es un recordatorio del tipo de hombres que manejan los hilos detrás de cámaras, dispuestos a sacrificar a cualquiera en nombre del éxito y la rentabilidad.
Las referencias de The Substance son vastas y variadas, lo que enriquece aún más la experiencia visual y temática de la película. Uno de los paralelismos más evidentes es con el cine de David Cronenberg, particularmente con películas como Rabid, The Brood, Videodrome, The Fly, Dead Ringers, Crash y Crimes Of The Future, donde el cuerpo humano se convierte en el lienzo sobre el cual se manifiestan los miedos y obsesiones de la sociedad. Al igual que en el trabajo de Cronenberg (padre e hijo), The Substance utiliza el horror corporal no solo como un medio para impactar visualmente, sino como una forma de explorar las ansiedades culturales en torno a la transformación del cuerpo y la identidad, como lo hace su colega mucho más madura y experta Julia Ducournau (la autora de las obras maestras Raw y Titane).
El cine de Cronenberg y Ducournau se caracteriza por su exploración de los límites de la carne, y el de Fargeat no es la excepción. A través de los efectos grotescos del tratamiento que transforma a Elisabeth en Sue, la directora nos invita a reflexionar sobre cómo la obsesión por la perfección física puede llevar a la deshumanización. La película también nos recuerda como el uso de la ciencia y la tecnología puede convertirse en un catalizador de la decadencia física y moral, donde la búsqueda de una versión “mejorada” de uno mismo se convierte en una pesadilla de alienación y pérdida de control.
Otra referencia significativa es El retrato de Dorian Gray. Al igual que en la novela y en sus adaptaciones cinematográficas (The Substance bien puede pensarse en una adaptación libre), el deseo de mantenerse eternamente joven tiene consecuencias desastrosas. Sin embargo, a diferencia de Dorian Gray, quien es capaz de ocultar su decadencia en un retrato, Elisabeth no puede escapar de las consecuencias físicas de su transformación. Su cuerpo se convierte en un campo de batalla, donde la juventud y la vejez se enfrentan de manera brutal. Esta confrontación física es una metáfora de la lucha interna de Elisabeth, quien debe enfrentarse a las expectativas de una sociedad que la obliga a elegir entre la aceptación de su verdadera edad o la perpetuación de una ilusión destructiva.
The Substance también tiene ecos de Death Becomes Her, la comedia negra de Robert Zemeckis protagonizada por Meryl Streep y Goldie Hawn, que también explora la obsesión por la juventud y la inmortalidad (al parecer ya viene un remake en camino). Sin embargo, mientras que ambas cintas adoptan un enfoque humorístico y satírico, la cinta de Fargeat lleva la premisa a un terreno más oscuro y nihilista. The Substance se enfoca en las consecuencias psicológicas y físicas de perseguir la juventud a cualquier costo, mostrando cómo este deseo puede despojar a las personas de su humanidad y convertirlas en monstruos, pero al enfocarse en la alegoría, se descuida la lógica y la plausibilidad de los acontecimientos, convirtiéndose en una experiencia demasiado estremecedora, excesiva y paroxística que, cuando por fin finaliza, lleva a los espectadores a pensar con cabeza fría sobre los muchos absurdos y contradicciones que hacen parte de la trama (Requiem For A Dream de Darren Aronofsky, cinta que la que bebe Fargeat, es un claro ejemplo de lo que implica sacrificar el cerebro por la tripa).
Hablando de cine B que quiere hacerse pasar por A, vale la pena decir que Fargeat vuelve a retomar aquí los elementos del cine de explotación que a ella tanto le inspiran. En Revenge, particularmente, ella hizo uso del subgénero conocido como Gorno, una mezcla entre gore y porno, así como de violencia extrema y estilización visual, que alcanzó su apogeo en los años 70 y 80 con cintas como Thriller: A Cruel Picture, I Spit On Your Grave o Ms. 45) y cuyo indudable subtexto feminista radical está más que patente. En The Substance, la directora lleva este enfoque al siguiente nivel (al igual que lo hizo Cronenberg), utilizando el Body Horror como una forma de comentar sobre la objetivación del cuerpo femenino y los extremos a los que las mujeres son llevadas en su lucha por cumplir con los estándares de belleza impuestos por la sociedad. George A. Romero lo decía cuando afirmaba que las mejores películas de terror siempre deben mantener un subtexto social o político, más allá de la ultraviolencia y el sobresalto.
Uno de los aspectos más notables de The Substance es su estética visual que nos acerca al cine de Kubrick. Fargeat colabora con el director de fotografía Benjamin Kracun (Promising Young Woman), quien crea un mundo delirante e impactante, lleno de colores vibrantes y contrastes oscuros, casi de caricatura. La película juega con una paleta de colores saturados que recuerda a las películas de terror de los años 80 (como The Shining o Suspiria de Dario Argento), creando una atmósfera de pesadilla que se siente tan estilizada como surrealista. Esta elección estética refuerza la sensación heredera del expresionismo alemán de que los personajes están atrapados en un mundo que es tanto familiar como completamente alienante. Ni hablar del final que nos recuerda tanto a The Elephant Man de David Lynch, como a Scanners y The Fly de Cronenberg.
La música también juega un papel crucial en The Substance, con una banda sonora compuesta por Raffertie, cuyas pulsantes y enérgicas composiciones contribuyen a la sensación de delirio y paranoia que permea la película. La música, junto con el diseño de producción de Stanislas Reydellet, crea un mundo en el que la superficialidad y la obsesión por la apariencia física se reflejan en cada detalle, desde los decorados hasta los trajes de los personajes.
En última instancia, The Substance es una película que combina horror y sátira para ofrecer una crítica mordaz sobre la cultura contemporánea y su obsesión con la juventud y la belleza. Con las poderosas actuaciones poderosas de Demi Moore y Margaret Qualley, y una dirección audaz y visualmente deslumbrante de Coralie Fargeat, la película se erige como una obra significativa dentro del género del horror corporal, al tiempo que es una película jodida sobre los peligros de una sociedad jodida.
Dejar una contestacion