Daaaaaalí! es un homenaje delirante al surrealismo, donde se captura la esencia de Salvador Dalí a través del caos, el humor absurdo y la multiplicidad.
Director: Quentin Dupieux
Anaïs Demoustier, Gilles Lellouche, Édouard Baer, Jonathan Cohen, Pio Marmaï, Didier Flamand, Romain Duris
Quentin Dupieux es un autor insólito y fascinante tan infravalorado como su coterráneo Michel Gondry, ambos verdaderos herederos del surrealismo que saben combinan el humor absurdo con explosiones potentes de ingenio y creatividad. Antes de convertirse en cineasta, Dupieux fue conocido como Mr. Oizo, aquel innovador músico electrónico que en 1999 conquistó al mundo con Flat Beat, un tema minimalista acompañado por el memorable video protagonizado por Flat Eric, ese muñeco amarillo que se convirtió en un todo un símbolo del French Touch, el movimiento más interesante en la música de comienzos del siglo XXI.
La transición de Dupieux al cine no solo fue inesperada, sino que trasladó la sensibilidad absurda y minimalista de su música a un medio donde las reglas son aún más cuestionables. Desde entonces, ha construido una filmografía única, marcada por películas que desafían la lógica y redefinen los límites del absurdo.
Uno de los puntos de inflexión en su carrera fue Rubber (2010), la historia de un neumático asesino con poderes telepáticos. Más que una película de terror, Rubber es un manifiesto sobre la arbitrariedad de las narrativas cinematográficas, donde un grupo de espectadores observa los eventos como si fuera una especie de obra dentro de una obra. Este enfoque metanarrativo y su uso del absurdo colocaron a Dupieux como un creador único, cuyo trabajo parece inspirado por la anarquía cómica de Peter Sellers y los Monty Python. Al igual que estas referencias, Dupieux utiliza el humor no solo para entretener, sino para desafiar y desarmar las expectativas del público, introduciendo giros inesperados y llevando lo cotidiano a los extremos de los dibujos animados de Ren & Stimpy y las películas de David Lynch, donde el caos logra tener sentido.
En Daaaaaalí!, Dupieux combina su estilo característico con un homenaje a Salvador Dalí, el genio surrealista que rompió las barreras entre el arte, la vida y el sueño. Más que un biopic convencional, la película es un viaje absurdo y fragmentado que evoca tanto el espíritu de Dalí como el de Luis Buñuel, con quien colaboró en Un Chien Andalou, quizás la película experimental más importante de todos los tiempos. Sin embargo, mientras Buñuel y Dalí se separaron amargamente tras ese clásico surrealista, Dupieux parece unirlos de nuevo, creando una obra que recuerda a los filmes tardíos de Buñuel, como El discreto encanto de la burguesía o Ese oscuro objeto del deseo.
Aquí, el director utiliza una estructura fragmentada y basada en la lógica del absurdo para capturar la esencia de Dalí, quien es interpretado por seis actores diferentes, uno por cada «A» del título (Gilles Lellouche, Édouard Baer, Jonathan Cohen, Pio Marmaï, Didier Flamand como Dalí viejo y Boris Gillot como el Otro Dalí).
Este recurso no solo subraya las múltiples facetas del artista, todas envueltas en divismo (las 6 “a” son también usadas para enfatizar en el enorme ego de Dalí), sino que también remite al experimento narrativo de Buñuel en su última película (dos actrices interpretando un mismo papel de manera indiscriminada) así como a la estrategia de Todd Haynes en I’m Not There, uno de los mejores biopics de todos los tiempos, donde Bob Dylan fue representado por múltiples figuras.
La película sigue a Judith (Anaïs Demoustier, la actriz que interpretó a Nicotina en la cinta de Depieux inspirada en los Power Rangers conocida como Fumar provoca tos), una periodista francesa en su intento de entrevistar a Dalí, animada por su editor (Romain Duris). Lo que debería ser un proceso sencillo se convierte en una serie de encuentros caóticos e inverosímiles, donde el artista rehúye, manipula y evade cualquier intento de definición. Dalí, como figura, es una obra en sí mismo: excéntrico, egocéntrico y constantemente en movimiento.
Sus interacciones con Judith oscilan entre lo sublime y lo ridículo, como en el primer intento de entrevista donde exige agua sin gas, reduce el tiempo a 15 minutos y finalmente cancela todo porque no hay cámaras filmando. Este juego de expectativas se ve acentuado por escenas oníricas y visualmente impactantes, como la aparición de un Dalí anciano en silla de ruedas apareciendo a los Dalí jóvenes en su bungalow junto al mar, o un sacerdote que relata un sueño surrealista con vaqueros asesinos y camellos en el desierto.
La película también hace eco de Improvisation sur un dimanche après-midi (1968), aquel experimento psicodélico para televisión guionizado por Dalí donde los diálogos del artista se reproducían al revés, mientras este movía la boca de manera desincronizada y las imágenes parecían un collage de sueños alucinantes que incluían a un cerdo pintado de verde. Al igual que en aquella lisérgica obra, Dupieux emplea una lógica maleable, donde el tiempo y el espacio se pliegan sobre sí mismos, creando una narrativa que nunca es lineal pero siempre hipnótica captando no solo el espíritu de Dalí, sino también el de Buñuel y, en últimas, de todo el movimiento surrealista, antes de volverse serio y político. En Daaaaaalí!, este enfoque no solo homenajea el legado de Dalí, sino que también celebra la propia capacidad de Dupieux para desconcertar y deslumbrar a partes iguales.
La música de Thomas Bangalter de Daft Punk (otra pieza clave del French Touch), compuesta únicamente con una cítara, añade otra capa de surrealismo a la obra. Su minimalismo evoca tanto el tango de Un Chien Andalou como los motivos wagnerianos de Tristán e Isolda que Buñuel recomendaba acompañaran a su obra silente. Este diseño sonoro refuerza la atmósfera etérea y absurda de la película, que no busca representar a Dalí de una manera literal, sino capturar su espíritu y su creatividad ilimitada, como deben hacerlo las películas biográficas inspiradas en artistas, para salir de los lugares comunes y los melodramas perezosos y edulcorados. Visualmente, Dupieux utiliza su característico ojo para la composición, llenando cada cuadro de detalles y puestas en escena de pinturas que invitan al espectador a perderse en un laberinto de significados posibles.
Recientemente, Quentin Tarantino y John Waters alabaron la “audacia” de Joker: Folie à deux, acusando de estúpidos a los críticos que no la entendimos, argumentando que posiblemente era una película sobre el Joker filmada por el mismísimo Joker. Con el perdón de esos dos genios del cine y haciendo uso del divismo de Dalí, la respuesta ante semejante argumentación es un contundente ¡Pamplinas!
La cinta de Dupieux, el otro “Quentin”, es una cinta sobre Salvador Dalí, en la que Luis Buñuel no puede nombrarse como si se tratara de Voldemort, que en momentos parece dirigida por Dalí, pero en otros parece dirigida por un Buñuel que odia a su ex amigo, pero que al mismo tiempo lo admira y respeta, del mismo modo como el cineasta lo hizo con Dios (“¡Gracias a Dios soy ateo!”). Si Todd Phillips hubiera hecho un trabajo similar al de Dupieux, la cinta del Joker hubiera sido de verdad maravillosa y no esa broma asesina que terminó siendo.
Más que una biografía, Daaaaaalí! es un tributo al surrealismo y a la incapacidad de definir la genialidad en términos simples. En manos de Dupieux, el absurdo no solo divierte, sino que también revela verdades más profundas sobre el arte y la percepción. Como un juego de espejos infinitos, la película captura a Dalí no como un hombre, sino como una idea: fragmentada, brillante y completamente imposible de abarcar. Mr. Oizo nos recuerda que el arte, como la vida, es tan caótico como queramos imaginarlo y que la risa es una reacción neurológica ante el absurdo.
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