Un documental inquietante que explora la genialidad artística y la sombría complicidad política de la controvertida cineasta Leni Riefenstahl.
Director: Andres Veiel
Leni Riefenstahl, nacida como Helene Bertha Amalie Riefenstahl en 1902, comenzó su carrera artística como bailarina y actriz en películas de aventuras, destacando en el Bergfilm, el “cine de montaña” alemán de la década de 1920. Fue en esta época cuando desarrolló su interés por la dirección cinematográfica, aprendiendo técnicas de filmación en exteriores y el uso innovador de la cámara. En 1932 dirigió su primera película, Das Blaue Licht (La Luz Azul), una obra que ya demostraba su ojo poético y que captó la atención de Adolf Hitler.
Fue su relación con Hitler lo que catapultó su carrera al siguiente nivel. En 1934, Riefenstahl dirigió Triumph des Willens (El triunfo de la voluntad), un documental sobre el congreso del Partido Nazi en Núremberg, que se convirtió en una de las películas propagandísticas más poderosas de la historia. Su maestría técnica fue evidente: usó 36 cámaras para captar a Hitler y sus seguidores desde ángulos innovadores, creando una imagen del líder nazi como si se tratara de una especie de deidad. La película fue un éxito, pero también selló su vínculo con el régimen. A pesar de las reiteradas negaciones de Riefenstahl sobre su implicación política, El triunfo de la voluntad es ampliamente reconocida como una pieza clave de la propaganda nazi.
En 1938, Riefenstahl estrenó Olympia, un documental sobre los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Con un enfoque en la perfección física de los atletas, Riefenstahl utilizó técnicas avanzadas como cámaras subacuáticas y planos en cámara lenta para capturar la belleza de los cuerpos en movimiento. Aunque recibió elogios internacionales por su destreza técnica, la película fue criticada por glorificar la ideología nazi de la supremacía física y racial.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Riefenstahl fue detenida y sometida a varias investigaciones, pero nunca fue condenada como criminal de guerra. Sin embargo, su carrera cinematográfica quedó destruida. Durante los años siguientes, intentó revivir su reputación como fotógrafa, trabajando en proyectos con tribus africanas como los Nuba y documentando la vida submarina. Pero sus conexiones con el nazismo la siguieron hasta el final de su vida.
El documental Riefenstahl, dirigido por Andres Veiel, es una interesante exploración de la vida y obra de la cineasta alemana cuya carrera quedó para siempre asociada al régimen nazi. A través de un extenso análisis de archivos, entrevistas y material inédito, Veiel presenta un retrato matizado de una mujer brillante y controversial, que transformó el lenguaje cinematográfico, pero que también quedó marcada por sus vínculos con Hitler y el Tercer Reich. Al igual que Ray Müller, el director del documental The Wonderful Horrible Life of Leni Riefenstahl (1993), Veiel trata de descifrar cómo una artista tan talentosa pudo colaborar tan íntimamente con uno de los regímenes más oscuros de la historia. Sin embargo, mientras Müller permite que la propia Riefenstahl defienda su narrativa, Veiel adopta un enfoque más crítico, desmantelando sus intentos de justificar o desvincular su arte de la política nazi.
El documental de Müller se centraba en la propia perspectiva de Riefenstahl, quien durante más de tres horas intenta exonerarse, afirmando que era una artista apolítica, dedicada únicamente a la belleza visual. Müller le permite explicarse, aunque interroga su narrativa con momentos de reflexión que sugieren una falta de responsabilidad de la cineasta. Este enfoque más personal y autobiográfico le da a Riefenstahl una plataforma para contar su versión de la historia, insistiendo en que su trabajo no era propaganda, sino arte puro.
En contraste, el trabajo de Veiel adopta una postura más crítica, utilizando pruebas documentales que Riefenstahl omitió o minimizó. Mientras que The Wonderful Horrible Life le permite a la cineasta defenderse casi sin interrupciones, Veiel utiliza cartas, fotografías, testimonios e inclusive tomas eliminadas del trabajo de Müller (y del documental sobre Albert Speer, el arquitecto de Hitler) para cuestionar directamente sus afirmaciones. Claros ejemplos son la correspondencia que mantuvo con Hitler y las comunicaciones con Speer, en las que expresaba su entusiasmo por el impacto de sus películas como propaganda del Tercer Reich, un hecho que contradice su insistencia en que no sabía sobre la ideología nazi.
Ambos documentales coinciden en que Riefenstahl fue una artista con un talento deslumbrante, pero la mayor diferencia radica en cómo interpretan su legado. Mientras que Müller se enfoca en la longevidad de su vida y carrera (incluso mostrándola como una intrépida buceadora en sus últimos años), Veiel traza una línea mucho más clara entre su obra y la maquinaria nazi, mostrando cómo su arte fue inextricablemente moldeado y alimentado por el fascismo. En este sentido, Riefenstahl es un análisis más exhaustivo y severo de las implicaciones morales de su trabajo.
Uno de los grandes dilemas que plantea la vida de Leni Riefenstahl es si su arte puede separarse de su contexto político. A pesar de sus negaciones, el documental de Veiel muestra cómo su obra fue no solo tolerada, sino fomentada y exaltada por el régimen nazi. Riefenstahl siempre sostuvo que su enfoque estaba en la belleza y la estética, no en la política, pero el documental sugiere que esta afirmación era, en el mejor de los casos, ingenua y, en el peor, una coartada.
En sus últimos años, Riefenstahl continuó defendiendo sus acciones, rechazando cualquier responsabilidad por la forma en que sus películas contribuyeron a la glorificación del nazismo. Su persistente negación y justificación, capturadas por Veiel y también presentes en el documental de Müller, dan una imagen de una artista incapaz de enfrentar la verdad completa de su legado. Ambas películas nos dejan con una pregunta sin respuesta: ¿Podemos separar la belleza técnica de sus películas de la ideología que sirvieron?
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