Heretic combina el terror claustrofóbico con un debate sobre la fe, liderado por un Hugh Grant tan carismático como perturbador.
Directores: Scott Beck, Bryan Woods
Hugh Grant, Sophie Thatcher, Chloe East, Topher Grace
Esta cinta, dirigida y escrita por Scott Beck y Bryan Woods, es como si La vía láctea de Buñuel se transformara en una película de terror claustrofóbico, con Hugh Grant encarnando a una especie de Jigsaw refinado e ilustrado que decide castigar a las jóvenes mormonas que tocan a su puerta intentando convertir a los escépticos. La película, aunque inquietante y con momentos memorables, está cargada de esos toques pretenciosos que han contaminado varias producciones recientes de los estudios A24, priorizando el estilo sobre la sustancia.
Beck y Woods, quienes brillaron al coescribir la exitosa A Quiet Place, parecen haber perdido su toque. Después de la decepcionante 65, su segunda incursión en la ciencia ficción distópica, Heretic refuerza la sensación de que su fuerza creativa se tambalea fuera del género que mejor manejaron: el horror puro. En esta ocasión, la historia se desarrolla en un ambiente contenido y teatral, una casa excéntricamente diseñada que se convierte en una prisión psicológica para sus protagonistas. Aunque la atmósfera es efectiva, el guion se regodea demasiado en su propia intelectualidad, lo que diluye parte del impacto emocional que debería tener.
Hugh Grant, sin embargo, es el corazón perverso de la película. Interpretando al enigmático y siniestro Mr. Reed, un británico excéntrico que vive solo en una remota casa estadounidense, Grant demuestra una vez más su habilidad para robarse cada escena con una actuación que mezcla el encanto socarrón de sus días como rompecorazones de comedias románticas con un matiz oscuro y perturbador. Su sonrisa traviesa y sus miradas conspirativas adquieren un filo malévolo mientras enreda a las dos jóvenes misioneras, la hermana Paxton Chloe East) y la hermana Barnes (Sophie Thatcher), en un macabro juego de creencias, poder y supervivencia.
La trama arranca con Paxton y Barnes, dos mormonas enviadas a hablar con Mr. Reed tras su supuesto interés en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Lo que parece una visita inocente se convierte rápidamente en una pesadilla cuando Mr. Reed las invita a entrar y las encierra sutilmente, con un suave clic de la puerta que establece el tono opresivo del resto de la película. Grant despliega un monólogo tras otro, alternando entre la erudición y una amenaza cada vez más explícita, cuestionando las bases de su fe con una ferocidad que recuerda a un académico cansado de fingir amabilidad.
En uno de los momentos más inquietantes, Reed promete traer a su esposa desde otra habitación para cumplir con las normas religiosas de las misioneras. Sin embargo, la «esposa» nunca aparece, y cuando Reed pregunta directamente si realmente creen que su esposa existe, queda claro que el verdadero tema de la película es el choque entre la fe ciega y el escepticismo absoluto. Con un siniestro deleite, Reed les hace cuestionar no solo su religión, sino también su instinto de supervivencia.
Así como sucedió en The Black Phone con Ethan Hawke, es Hugh Grant quien lleva la batuta de la película. Su Mr. Reed es una figura deliciosamente maligna, un anfitrión cuyas sonrisas se convierten en muecas de desprecio y cuya educación británica encubre un sádico deseo de desmontar a sus invitadas. Chloe East y Sophie Thatcher interpretan bien sus roles como las misioneras atrapadas, ofreciendo un contraste entre la inocencia ingenua de Paxton y la resistencia estoica de Barnes, pero sus personajes carecen de suficiente desarrollo para generar una verdadera conexión con el público.
Aunque la atmósfera logra crear tensión, Heretic tropieza al tratar de profundizar en temas de fe, religión y moralidad a través de diálogos que a menudo suenan más teatrales que naturales, especialmente en la forma en que se aborda la religión como un sistema de creencias que se recicla y reinterpreta a lo largo del tiempo haciendo uso del juego de mesa Monopoly y de la canción The Air That I Breathe de The Hollies. A diferencia de lo logrado por Buñuel en La vía láctea, Beck y Woods no logran equilibrar el comentario teológico con una narrativa que mantenga su peso emocional, sucumbiendo a los lugares comunes del género que desafortunadamente eligieron para contar su relato.
La puesta en escena es efectiva, con una casa que se siente tan laberíntica como la mente de Mr. Reed o la maqueta surrealista sacada de Hereditary. Sin embargo, la película está sobrecargada de simbolismos que no siempre logran aterrizar con el impacto que pretenden (¿Qué te pasa A24?). Algunos momentos se sienten deliberadamente crípticos, más interesados en impresionar que en avanzar la historia o profundizar en sus temas, como el uso de las profetizas que se sienten tan innecesarias como las mujeres gigantes de Love Lies Bleeding y Tuesday.
En última instancia, Heretic funciona mejor como un vehículo para que Hugh Grant despliegue una faceta distinta de su carrera, mostrando que puede ser tan magnético y escalofriante como encantador. Sin embargo, como película de terror y reflexión filosófica, se queda a medio camino, atrapada entre su ambición intelectual y su ejecución irregular producto de los dictámenes del género. Un buen intento que, a pesar de sus momentos brillantes, no logra alcanzar el nivel de las mejores obras del género ni de los propios Beck y Woods en sus mejores días.
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