
Grand Theft Hamlet es la versión de Hamlet más WTF desde Hamlet 2 y una de las mejores películas sobre videojuegos de la historia.
Directores: Sam Crane, Pinny Grylls

Grand Theft Hamlet es probablemente la película más WTF en lo que lleva el año. Una adaptación de Hamlet que derrumba convenciones y se sumerge a quemarropa en el universo de GTA y condenada a ser una de las versiones más desconcertantes y raras del clásico de Shakespeare desde El Rey León en «acción real» o la fabulosa Hamlet 2 con Steve Coogan intentando hacer una secuela con viajes en el tiempo.

La premisa es tan brillante como inusual: Durante el confinamiento causado por la pandemia, los actores Sam Crane y Mark Oosterveen jugaron Grand Theft Auto en línea y, entre las misiones de caos y violencia digital, se les ocurrió montar una producción in-game de Hamlet dentro del mundo virtual de Los Santos, manejando avatares con caras pixeladas y diálogos grabados por micrófono.
A lo largo del teatro de este delirio digital, involucran a otros jugadores en la ciudad virtual, reclutando personajes aleatorios que, en su mayoría, contestan ante la propuesta con lanzallamas y cohetes (“por favor no me mates y escúchame ¿Quieres participar en un montaje de Haml…¡AGH!). Sin embargo, también surgen momentos mucho más íntimos y conmovedores, cuando aparece la humanidad de los jugadores, quienes hacen acto de presencia y revelan historias personales bajo la «piel» virtual de sus avatares.
La película se transforma en una travesura visual de Shakespeare, lo que le da un tono irreverente y absurdo que recuerda el estilo de filmes como Romeo + Julieta de Baz Luhrmann o Rosencrantz and Guildenstern Are Dead de Tom Stoppard (o en su lugar The Lion King 1½). En ocasiones, la película no logra sostenerse entre las capas cómicas de su caos y las posibles introspecciones que podrían haberse sacado del material, pero en momentos clave, como las conversaciones entre Crane, Oosterveen y el director Pinny Grylls acerca de la violencia del juego y la tristeza existencial del confinamiento, la película logra una bellísima reflexión sobre lo que Hamlet dice sobre la identidad y la vida misma.
A lo largo de la trama virtual, la película no se queda solo e inmóvil en el Vinewood Bowl, sino que se atreve a recorrer todo el mapa de Los Santos, un espacio nocturno y nihilista donde la granza dramática de Shakespeare es puesta a prueba en una lucha constante entre la vida y la muerte y lo digital y lo real. La fusión de estas capas, donde los avatares no están simplemente «representando», sino encarnando nuevos matices de lo que Hamlet busca decir sobre ser o no ser, abren una puerta a la interpretación moderna del clásico.
El trabajo de los directores refleja cómo el espacio virtual puede representar la lucha interna de los personajes, llegando al punto de difuminar las líneas entre lo real y lo ficticio, como lo reflexionan los propios cineastas: “El juego [GTA] es un espacio satírico, hermoso en su superficie, pero con un lado oscuro y cruel; como Hamlet, que también juega con la superficialidad y la violencia detrás de la pompa.»
Pero más allá de la reflexión filosófica, este montaje impulsado por el amor a los videojuegos y a una obra que se presta a infinitas interpretaciones no deja de ser un viaje surreal, rebosante de humor negro, locura y delirio y una inmersión digna de ser disfrutada, así no tengamos acceso a un joystick.
Grand Theft Hamlet, aunque se siente como una pieza caótica diseñada para los amantes del gaming y Shakespeare, con guiños a la brutalidad encapsulada en los mundos virtuales de GTA, logra por momentos captar la verdadera esencia del eterno dilema existencial de Hamlet y conmover profundamente. Por lo tanto, aquellos que busquen cuestionar su yo mientras exploran personajes y aventuras dentro del GTA estarán ante una pieza realmente única.
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