Flight Risk (Amenaza en el aire) (2025)

Mel Gibson demuestra una vez más su talento como director con Amenaza en el aire, un thriller minimalista que combina tensión claustrofóbica y buenas actuaciones.

Director: Mel Gibson

Michelle Dockery, Mark Wahlberg, Topher Grace

Mel Gibson es, sin lugar a duda, uno de los cineastas más controversiales y talentosos de las últimas décadas. Su debut como director en 1993 con The Man Without a Face fue una entrada introspectiva e intimista, demostrando un enfoque sensible y humanista en la historia de un maestro desfigurado acusado de pedofilia y su relación con un pequeño discípulo. Luego, con el clásico Braveheart (1995), no solo se consolidó como un director de gran alcance, sino que también obtuvo el Oscar a Mejor Director y Mejor Película. En los años posteriores, Gibson abrazó la monumentalidad con las inolvidables The Passion of the Christ (2004), un retrato visceral y polarizador sobre las últimas horas de Jesús, y Apocalypto (2006), un épico que transportó a los espectadores al final de la civilización maya con un estilo feroz y visceral. Su regreso tras años de escándalos personales fue con Hacksaw Ridge (2016), una obra maestra del cine antibélico que demostró que su talento no había disminuido. 

Ahora, Gibson se embarca en un ejercicio de suspenso minimalista con Flight Risk, que recuerda al estilo tenso y contenido de Alfred Hitchcock en películas como Rope, Lifeboat y Dial M for Murder (pocos actores, una sola locación, altas dosis de suspenso). Lo cierto es, que a pesar de las posturas políticas cuestionables que han empañado su reputación, Gibson demuestra una vez más que su capacidad como narrador permanece intacta.

En Flight Risk, la acción transcurre casi exclusivamente dentro de un avión de carga, lo que subraya un estilo de dirección que apuesta por la economía de recursos y el máximo aprovechamiento de la tensión claustrofóbica. La película presenta un elenco reducido, encabezado por Michelle Dockery (Downton Abbey) como Madolyn, una agente federal encargada de transportar a Winston (Topher Grace de That 70’s Show), un testigo clave contra un poderoso jefe criminal. Acompañándolos está Daryl, interpretado por Mark Wahlberg, quien en un giro inesperado pasa de ser un piloto aparentemente sencillo y amigable para revelar su verdadera identidad como un despiadado asesino de rasgos sociopáticos enviado para eliminar a ambos.

La premisa, aunque sencilla, está ejecutada con gran habilidad. La narrativa está llena de giros que mantienen al espectador al borde de su asiento. Si bien los primeros minutos pueden parecer poco prometedores debido a la química irregular entre Dockery y Grace, la película cobra vida con la entrada de Wahlberg. Su actuación destaca por la dualidad entre el carisma campechano y la violencia psicótica. Wahlberg logra infundir miedo y fascinación en partes iguales, convirtiéndose en el alma de la película. Es toda una delicia ver a un Wahlberg calvo deleitándose en toda su maldad diabólica, algo que no se veía desde su debut en la olvidada Fear, en la que nuestro Marky Mark interpretó a un novio producto de las más oscuras pesadillas de muchos padres de hijas adolescentes. 

El guion se apoya en la tensión constante de la situación: un avión a miles de metros de altura, un asesino desatado y una serie de problemas técnicos que amenazan con derribar la aeronave. Aunque algunos momentos pueden pecar de decisiones cuestionables por parte de los protagonistas que, por cierto, no logran contener adecuadamente a Daryl, estas elecciones se sienten comprensibles dentro del contexto de pánico extremo en el que se encuentran. Gibson no es ningún tonto.

Visualmente, la película aprovecha al máximo la austeridad de su escenario principal. La cabina del avión, con su diseño industrial y su atmósfera opresiva, se convierte en un personaje más. Aunque algunos espectadores podrían considerar que la falta de variedad en los escenarios limita la experiencia visual, Gibson intercala tomas del impresionante paisaje de Alaska para ofrecer breves momentos de respiro.

Con una duración de apenas 91 minutos, Flight Risk es una experiencia concisa y efectiva como si se tratara de un fuerte puñetazo en la cara. Sin embargo, esta brevedad también juega en su contra, ya que algunas relaciones entre personajes podrían haberse desarrollado más a fondo. Aun así, la película nunca pierde su ritmo y mantiene la atención del espectador hasta su último minuto.

En última instancia, Flight Risk es una película que reafirma a Mel Gibson como un director capaz de dominar diferentes registros cinematográficos. Aunque no alcanza la complejidad emocional de The Man Without a Face ni la escala épica de Braveheart, Apocalypto o Hacksaw Ridge, esta cinta minimalista demuestra su habilidad para generar suspenso en espacios cerrados y con recursos limitados. Es un recordatorio de que, más allá de sus polémicas personales, Gibson sigue siendo un narrador magistral que entiende cómo mantener a su audiencia cautiva.

Sobre André Didyme-Dôme 1848 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para la revista ROLLING STONE EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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