El eternauta Temporada 1 (2025)

Una serie que adapta con audacia un cómic de culto y encuentra en Ricardo Darín su columna vertebral emocional.

Director: Bruno Stagnaro

Ricardo Darín, Carla Peterson, César Troncoso, Andrea Pietra

Desde su primera publicación en 1957, el cómic El Eternauta de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López se convirtió en un hito de la narrativa latinoamericana, no solo por haber introducido la ciencia ficción como herramienta política, sino por haber propuesto una alegoría del horror colectivo con una estructura inusualmente coral. El verdadero héroe, como señalaba Oesterheld, era el «hombre en grupo», la humanidad organizada frente a la catástrofe. 

Esta decisión no era ingenua. En plena Guerra Fría y bajo la amenaza de las dictaduras latinoamericanas, la historia de Juan Salvo y su resistencia ante una invasión extraterrestre devino en símbolo y en advertencia. La figura de Oesterheld, desaparecido por la dictadura argentina junto con sus cuatro hijas (dos de ellas estando embarazadas), convirtió la obra en testamento. El Eternauta es más que un cómic. Esta obra no es solo la más importante del Noveno Arte argentino, sino también es una cápsula de la memoria, una consigna y un grito encapsulado en viñetas.

Adaptar este legado constituía un desafío mayúsculo (existe un cortometraje previo llamado Huellas de una invasión de carácter experimental). El Eternauta, la serie de Netflix dirigida por Bruno Stagnaro (codirector y guionista del clásico de culto Pizza, Birra, Faso), asume con valentía el riesgo, y la inclusión de Ricardo Darín como Juan Salvo (precisamente nacido en el mismo año que el cómic comenzó a publicarse) no solo es simbólicamente potente, sino también narrativamente eficaz. Darín, como acostumbra, encarna a su personaje con una humanidad serena, mezcla de introspección, dignidad y duda. Su presencia articula el relato, le otorga peso emocional y una especie de nobleza trágica que ancla al espectador incluso cuando la serie se permite desviaciones estéticas o estructurales.

Que Ricardo Darín (un actor que rara vez elige mal sus proyectos) haya aceptado encarnar a El Eternauta es también una declaración de principios. Él mismo se ha convertido, para varias generaciones, en una figura de resistencia cultural, de coherencia ética y de calidad actoral. Su interpretación en esta serie es, probablemente, una de las más contenidas y maduras de su carrera reciente.

El Eternauta, como toda adaptación (y más de una obra con semejante carga histórica y simbólica), oscila entre la fidelidad reverente y la reinterpretación contemporánea. Visualmente, la serie es ambiciosa. Buenos Aires se transforma en una ciudad arrasada, la nevada mortal (una de las imágenes más inolvidables del cómic) adquiere cuerpo y textura gracias a un notable trabajo de efectos visuales y dirección de arte. La puesta en escena evoca a momentos el cine de catástrofes, pero también la distopía intimista. No es casual que, en varios pasajes, se perciba una inspiración en series como The Last of Us, aunque aquí el énfasis no está en la acción ni en el apocalipsis, sino en la reacción ética frente a lo extraordinario.

La adaptación mantiene el corazón de la historia. La conciencia de clase, la crítica a las estructuras autoritarias y la tragedia del liderazgo forzado están presentes. Pero, en el intento de construir una narrativa sostenida en seis episodios, la serie sufre una fatiga narrativa hacia su tramo final. Los dos últimos capítulos carecen de la urgencia y el ritmo que habían caracterizado el arranque, donde el suspenso y la extrañeza iban de la mano. La inclusión de subtramas secundarias (algunas pertinentes, otras redundantes) termina diluyendo la potencia alegórica de la obra. El guion, que había logrado equilibrar introspección y tensión, comienza a recurrir a resoluciones algo predecibles, con menos audacia formal y capacidad de evocación.

A pesar de ello, El Eternauta no deja de ser una gran serie. Su fuerza reside en su voluntad de dignificar el relato original sin convertirlo en museo. La serie no solo reconstruye un mito fundacional de la historieta latinoamericana; lo pone a dialogar con el presente y lo ancla en los debates actuales sobre la memoria, la resistencia, el autoritarismo y la solidaridad. Bruno Stagnaro logra que la épica de Juan Salvo no se transforme en simple nostalgia, sino en materia viva.


Sobre André Didyme-Dôme 1890 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para las revistas ROLLING STONE Y THE HOLLYWOOD REPORTER EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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