
Con su humor negrísimo y espíritu meta cinematográfico, Otro pequeño favor no es la mejor cinta de Paul Feig, pero sí una secuela deliciosamente retorcida.
Director: Paul Feig
Blake Lively, Anna Kendrick, Allison Janney, Michele Morrone, Elizabeth Perkins, Elena Sofia Ricci

Así como Ernst Lubitsch jugaba con las convenciones del deseo, el poder y la ambigüedad en clave de comedia sofisticada, Paul Feig ha hecho de sus películas un escenario para reescribir los códigos del cine comercial desde una mirada indiscutiblemente femenina. Sus protagonistas no son damiselas en apuros, sino mujeres que mandan, seducen, manipulan y, por qué no, también asesinan con gracia. Otro pequeño favor, continuación de la divertida Un pequeño favor (2018), no solo reafirma esta visión, sino que lo hace con un nivel de descaro, elegancia e irreverencia digno de un desfile de Prada interrumpido por una explosión.

Vale la pena hacer un breve acto de justicia antes de continuar. La versión femenina de Ghostbusters dirigida por Feig fue tratada con la misma saña, machismo y misoginia con la que hoy se ataca a películas como Emilia Pérez o la nueva Blancanieves. Pero lo cierto es que su Cazafantasmas de 2016 fue y sigue siendo una secuela valiente, divertida y más fiel al espíritu de la original que esas secuelas ulteriores que confundieron nostalgia con mediocridad. Feig entendió que el legado de una franquicia no se protege calcando su fórmula, sino transformándola con inteligencia. Y ese mismo espíritu lo empuja ahora a convertir esta segunda entrega en un delirante juego de arsénico y encaje.
La trama arranca cinco años después de los eventos del primer filme. Stephanie Smothers (una Anna Kendrick menos inocente, más endurecida y con su propio canal de true crime) sigue explotando los fantasmas del pasado hasta que, como en un acto de prestidigitación, reaparece Emily (Blake Lively), más radiante, más peligrosa y mejor vestida que nunca. ¿Su propuesta? Ser la dama de honor en su boda con un mafioso italiano (Michele Morrone, más un torso que un personaje) en la soleada isla de Capri. Y claro, cuando alguien como Emily te invita a su boda, sabes que lo mínimo que puede pasar es un asesinato con jeringa, una explosión de fuegos artificiales y algún cadáver en la ducha.
El guion, coescrito por Jessica Sharzer y Laeta Kalogridis, se lanza sin frenos hacia la autoparodia. Hay mafia, hermanas gemelas, identidades falsas, toques de cine giallo y una notable alergia a la lógica narrativa. Pero ahí radica su encanto. Another Simple Favor no quiere ser una película coherente, sino un cóctel camp servido con copas de cristal y cianuro. Como esas comedias europeas de los setenta que llevaban a sus personajes a escenarios exóticos para hacer el ridículo con estilo, Feig convierte a Capri en una pasarela de crímenes, alta costura y coqueteos con la muerte.
Lively se roba el show, como debe ser. Su Emily es un tornado de sarcasmo y magnetismo que atraviesa la pantalla con cada outfit firmado por René Ehrlich Kalfus (mención especial a ese vestido de novia). Kendrick, por su parte, abraza la neurosis con encanto y nos recuerda que, cuando estas dos actrices están juntas, el ritmo se acelera, el diálogo brilla y todo lo demás es un accesorio.
El problema es cuando no están juntas. Las subtramas (la madre de Emily interpretada por Elizabeth Perkins, la tía chismosa de Allison Janney o la suegra mafiosa de Elena Sofia Ricci) aportan color pero también desvíos innecesarios. El conflicto entre familias criminales, más propio de un drama de sobremesa que de una comedia negra, alarga una película que habría ganado ritmo con tijera. Un ejemplo está en la escena del suero de la verdad, que debió durar tres minutos, pero que se estira como si fuera una prueba de paciencia para el espectador.
Lo fascinante de Feig es que, pese a su amor por la comedia clásica (y al cine de Howard Hawks), es un autor profundamente postmoderno. Aquí no hay pretensión de verosimilitud, sino guiños constantes al espectador, homenajes y burlas al noir, al thriller y al melodrama. La cinta se piensa como secuela, pero también como comentario sobre las secuelas, sobre la dificultad de reinventarse cuando ya fuiste un éxito viral. Como si Another Simple Favor dijera: “Sí, ya viste mi truco, ahora observa cómo lo repito… pero con más escote, más champaña y más cuchillos”.
Otro pequeño favor no es una cinta perfecta, ni mucho menos. Es caprichosa, atolondrada y por momentos demasiado enamorada de su propio ingenio. Pero también es divertida, sofisticada y absolutamente consciente de lo que ofrece: Una excusa para ver a mujeres fabulosas decir y hacer barbaridades, resolver crímenes, traicionarse con clase y salir ilesas mientras el mundo arde con fuegos artificiales. ¿Quién dijo que el cine ligero no podía tener encanto? ¿Y quién necesita lógica cuando tienes a Blake Lively besándose a sí misma?
Y mientras muchos piden a gritos una continuación de Bridesmaids (su obra maestra indiscutible), Feig ha confesado en una entrevista con nosotros que no tiene intenciones de revivirla. ¿La buena noticia? Está pensando seriamente en volver al universo de Spy, otra de sus joyas subvaloradas, lo cual podría traernos de vuelta a Melissa McCarthy en modo agente secreta, algo que el cine necesita más que otra saga de superhéroes.
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