Astronauta (2025)

Inspirada en la angustia existencial de un aspirante a escritor, Astronauta intenta ser una película sobre el vacío, pero se convierte en un vacío sin película.

Director: Paul Vega

Daniel Hendler, Angie Cepeda, Salvador del Solar, Gustavo Bueno

Hay una escena en Adaptation (2002) de Spike Jonze que todo guionista debería tener tatuada en la frente de su consciencia creativa. En ella, Charlie Kaufman (Nicolas Cage en un doble papel) le pregunta al gurú de los guiones Robert McKee (Brian Cox) si es posible escribir una historia en la que simplemente no pase nada. McKee responde, furibundo, que una película sin eventos significativos, sin conflicto real o transformación emocional, es un fraude. Astronauta, ópera prima de Paul Vega, parece escrita no por el hermano ingenuo pero arriesgado Donald Kaufman (ficticio, por cierto), sino por su hermano Charlie, solo que en la versión de Adaptation: Aquel guionista ingenuo, existencialista y de epifanías convertidas en frustración y bloqueos.

El título, lo primero que promete, es un viaje hacia lo desconocido, hacia el espacio o, al menos, hacia el interior del alma humana. Pero Astronauta no despega ni orbita. Lo que obtenemos es el retrato de un hombre llamado Nicolás (Daniel Hendler) que atraviesa una crisis vital al borde de los cincuenta. Es un presentador de televisión en decadencia, un escritor frustrado y un esposo en pausa emocional. Su esposa, Claudia (Angie Cepeda), también parece vagar en su propio silencio. Reaparece en sus vidas Javier (Salvador del Solar), una figura del pasado con la que se abre un triángulo emocional, aunque desprovisto de verdadero erotismo o pulsión dramática.

La propuesta es, en el papel, interesante. Un hombre atrapado entre lo que quiso ser y lo que nunca tuvo el valor de hacer. Pero el gran problema es que la película confunde contemplación con dilación, letargo con profundidad, e introspección con pasividad. Hay largas secuencias de espera, de conversaciones truncas, de miradas perdidas y de interiores que no dialogan con los personajes sino que los rodean con la indiferencia de la escenografía.

Lo que resulta frustrante es que Astronauta quiere ser una película a lo Charlie Kaufman, pero sin el ingenio, el dolor metafísico o el juego formal que caracterizan su cine. No hay portales a la mente de John Malkovich y no hay autorreflexión sobre el acto mismo de escribir o vivir. Solo una deriva narrativa que parece temerle al acontecimiento. 

Sí. Es posible (y deseable) hacer películas en las que “no pasa nada”. El cine de Jim Jarmusch, Chantal Akerman, Tsai Ming-liang, Andrea Arnold o incluso Richard Linklater lo ha demostrado. Pero cuando se opta por esa ruta, es imprescindible que cada plano, cada silencio, cada gesto, esté cargado de una potencia simbólica, emocional o estética que le hable al espectador. Astronauta, por el contrario, parece embarcada en una órbita sin gravedad.

Daniel Hendler hace lo que puede con un personaje que nunca termina de definirse. Su Nicolás es un astronauta simbólico que ha quedado flotando en el vacío de una vida sin propósito, pero su tránsito emocional es tan plano que nunca sentimos que haya peligro, ni transformación, ni redención.

Angie Cepeda, en cambio, aporta una calidez y una contención que a ratos parecen asomar una película más interesante. Su Claudia parece tener una historia más compleja que la del propio protagonista, pero el guion nunca le permite desarrollarla. Salvador del Solar encarna a ese tercero, un amigo de Nicolás que estuvo enamorado de Claudia y que detona en ella deseo, aunque la cinta nunca le da peso real como agente de cambio.

Hay, sin embargo, una escena que parece querer levantar vuelo. Nicolás se encuentra con Ernesto (Gustavo Bueno) un anciano que funge como lector, juez y casi espectro de lo que pudo ser su carrera como escritor. Este personaje, interpretado con sobriedad y tino, lee el manuscrito de Nicolás y le ofrece una sentencia tan desoladora como ambigua: “Tu novela es mala… pero tiene algo”. En esa afirmación hay un eco de la propia película.

Ese “algo” al que alude el viejo no es un halago; es una concesión. Es la forma en que la mediocridad muchas veces se disfraza de promesa. Ese “algo” habla de una intención que nunca se materializa, de una sensibilidad desordenada que no logra articularse. Es también el veredicto que podría aplicarse a la propia Astronauta, una cinta que tiene elementos interesantes (el duelo silente de la pareja, la pulsión creativa reprimida, el intento de exponer la crisis de sentido en la madurez) pero que nunca termina de cuajar ni emocional ni narrativamente.

Este personaje del anciano representa al espectador crítico, al editor severo, al reflejo tardío de la consciencia. Su aparición podría haber sido el detonante de un viraje en el relato, el momento en que Nicolás decide reescribir su vida con el mismo ahínco con el que alguna vez quiso escribir su novela. Pero la cinta, en cambio, lo reduce a una visita más dentro del catálogo de escenas contemplativas. Lo simbólico se diluye en lo anecdótico. La lucidez y el sentido común que el anciano ofrece no se convierte en acción ni en contradicción dramática.

El resultado es una cinta que pretende sugerir un viaje interior pero no articula el mapa. El astronauta de Bowie, el Major Tom de Space Oddity, al menos se desintegraba en un delirio lírico y sonoro. El de Paul Vega queda atrapado en un limbo emocional sin música ni poesía. Astronauta necesitaba que algo (lo que fuera) sucediera. Y no sucedió.

Sobre André Didyme-Dôme 1887 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para la revista ROLLING STONE EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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