Si los conejos gigantes, las ovejas zombies, las babosas asesinas y los payasos invasores del espacio exterior lograron funcionar ¿por qué esta premisa no?
Director: Rhys Frake-Waterfield
Amber Doig-Thorne, Danielle Scott, Maria Taylor
¿Winnie Pooh asesino en serie? Esta aberración merece algo de contexto. El escritor británico A.A. Milne escribió en 1926 una novela infantil inspirada en el muñeco de su hijo Christopher Robin. En ella, el niño vive en un mundo de ensoñación llamado el Bosque de los Cien Acres, rodeado de un grupo de animales de peluche que para él cobran vida. Ellos son Igor el burrito, Cango y su hijto Rito, Conejo, Puerquito y Búho. Pero el preferido de Christopher Robin, es un osito relleno de algodón y obsesionado por la miel, conocido como Winnie-The-Pooh.
El gran éxito a nivel mundial del libro, magníficamente escrito y con una estructura narrativa de vanguardia, llevó a que walt Disney se decidiera a llevarlo al terreno de la animación, en gran parte por la presión ejercida por sus hijas, quienes adoraban al tierno y regordete osito antropomórfico. El resultado fueron tres hermosos cortometrajes conocidos como Winnie Pooh y el árbol de miel (1966), Winnie Pooh y el día tormentoso (1968) y Winnie Pooh y Tigger (1974), los cuales se recopilarían en un largometraje llamado Las aventuras de Winnie de Pooh de 1977.
En un acto con trasfondo político, Disney cede temporalmente los derechos fílmicos y televisivos de los personajes de Milne y le da permiso a los estudios Soyuzmultfilm para realizar una trilogía de películas animadas rusas a finales de los años sesenta, dirigidas por Fyodor Khitruk,. Pese a que el Winnie Pooh ruso no se parece mucho a las ilustraciones del libro de Milne (la versión de Disney sí), estas bonitas cintas son mucho más cercanas a la sensibilidad del autor.
Los estudios Disney retoman a Pooh en los ochenta con el cortometraje: Winnie Pooh y un día para Igor (1983). Pero es solo a finales de los noventa donde el osito y sus amigos vuelven a aparecer en formato largo, gracias a los simpáticos spinoffs, Una película de Tigger (2000), La gran película de Piglet (2003), La película de Efelante (2005), para culminar en la más bella de todas las cintas de Disney basadas en el oso y conocida simplemente como Winnie The Pooh (2011).
Luego de varias series para la televisión y otros cortos más (todos realizados por Disney), llega la cinta de acción real Christopher Robin, un encuentro inolvidable (2018), en donde Ewan McGregor interpreta a un Robin convertido en adulto, quien luego de una serie de crisis de pareja, familiares y laborales, vuelve a encontrarse con sus amigos imaginarios, como si se tratara de un bello brote psicótico.
Ahora sucede lo siguiente. El año pasado, la novela de Milne se convirtió en una obra de dominio público y, como si se tratara de los buitres de la cinta animada El libro de la selva, la productora Jagged Edge aprovecha la oportunidad para realizar una película de terror de bajísimo presupuesto, siguiendo la larga tradición de las Quota Quickies británicas (películas baratas y de explotación, hechas con el único propósito de atiborrar las salas de cine de una manera rápida y furiosa).
Convertir a Winnie Pooh en un slasher, al mejor estilo de Masacre en Texas (Leatherface), Halloween (Michael Myers) y Viernes 13 (Jason Voorhees) hubiera podido funcionar a las mil maravillas. Vale la pena recordar también que de los Quota Quickies surgió el delirante barbero demoniaco Sweeney Todd en 1936. Además, la mezcla entre terror y humor puede llegar a ser tremendamente efectiva y si no, que lo digan Sam Raimi (Evil Dead, Arrástrame al infierno) o Peter Jackson (Mal gusto, Braindead).
La idea de un osito psicópata no se siente para nada rara, si la comparamos con las ideas que llevaron a las maravillosas cintas La larga noche de la furia (conejos gigantes), Pirañas voladoras (la primera película de James Cameron, por cierto), Ranas asesinas, Ardillas asesinas, Ovejas asesinas, Babosas asesinas, Sharknados, Payasos asesinos del espacio exterior e inclusive un Velocipastor (¡un sacerdote convertido en dinosaurio!).
Ahora bien, irse lanza en ristre contra Disney y todo lo que representa, tampoco es algo muy original que digamos. En el 2013, el director independiente Randy Moore realizó una inquietante película llamada Escape From Tomorrow, en la que un padre de familia que perdió su trabajo, comienza a tener unas extrañas alucinaciones en sus vacaciones a Disneyworld. Moore grabó la película con cámaras portátiles al interior de los parques de Disney sin pedir ningún permiso, convirtiéndose en uno de los más reconocidos autores del “cine al estilo guerrilla”. Sin embargo, Escape From Tomorrow es una película original e impactante. Winnie-The-Pooh: Sangre y miel, definitivamente no lo es.
Pero pudo haberlo sido. En manos de M. Night Shyamalan, la cinta pudo haber tenido un final sorpresivo digno de Hitchcock o de Scooby-doo (¡Christopher Robin fue Winnie Pooh todo el tiempo!). Raimi, Jackson o Damien Leone (el artífice de las salvajes cintas de presupuesto paupérrimo conocidas como Terrifier) nos pudieron haber divertido con unas escenas de gore tan repugnantes como creativas. Y si la cosa hubiera mantenido el sentido del absurdo de la genial Terror en el estudio 666 de los Foo Fighters, Winnie Pooh hubiera entrado con un hachazo por la puerta grande hacia el panteón de los slashers.
La historia carente de imaginación de esta película, filmada en tan solo diez días, es la siguiente: Christopher Robin (Nikolai Leon), abandona a sus amigos para dedicarse a vivir su vida como adulto, al mejor estilo de la cinta con McGregor. Winnie Pooh, Piglet e Igor pasan hambre. Winnie Pooh y Piglet se comen a Igor. Winnie Pooh y Piglet entran en un estado salvaje y se convierten en asesinos en serie.
Un grupo de cinco chicas, lideradas por la final girl Maria (Maria Taylor), llegan al Bosque de los Cien Acres a pasar una noche de relax y diversión. El oso y el cerdo las matan de manera sistemática.
¡Por favor! ¿No se les ocurre una sola idea original que sea genuinamente graciosa o aterradora? No basta con poner al oso babeando miel y portando una maceta en sus manos, o al cerdo con piercings devorando la cara de sus víctimas. Una premisa como esta merecía algo más sucio, hilarante y transgresor.
Winnie-The-Pooh: Sangre y miel presenta el mismo defecto de la última trilogía de Halloween, pese a la enorme diferencia de presupuestos. No asusta, no divierte y repite de una manera recalcitrante y aburrida, los mismos clichés usados por cientos de cintas mediocres de terror.
Lo más triste de todo es que al final se anuncia que Winnie Pooh volverá a matar. Es una lástima que Tigger no sea de dominio público, para que salte con su cola de resorte y se coma de una vez por todas a ese oso insulso.
P.D.: Si usted está sediento de ver más osos asesinos, la verdad es que Cocaine Bear promete mucho más.
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