Una cinta libre, elocuente, conmovedora y delicada, de esas que solo los franceses pueden hacer.
Directora: Rebecca Zlotowski
Virginie Efira, Roschdy Zem, Chiara Mastroianni
Por si no lo sabían, hay una nueva estrella que brilla con luz propia en el firmamento del cine francés y su nombre es Virginie Efira. Nacida en Bélgica, esta maravillosa actriz comenzó su carrera en la televisión como la “chica del clima”, para pasar a ser la presentadora de programas como Megamix o Classé Confidentiel. A lo largo de los años, Efira comenzó a sorprender por su notable participación en varias películas francesas de renombre como Victoria (2016), Elle (2016), Sybil (2019), y la extravagante Benedetta (2021).
Sin embargo, su mejor papel hasta la fecha lo encontramos en Los hijos de otros, la hermosísima, entrañable y delicada cinta de Rebecca Zlotowski (Planetarium), que nos recuerda por qué los franceses son los amos y señores del séptimo arte.
Sin necesidad de grandes presupuestos, derroche de efectos especiales, monólogos grandilocuentes y estructuras narrativas gastadas, esta cinta tan libre como lo son los grandes clásicos de la Nueva Ola Francesa, nos habla con gracia y elocuencia sobre las tristezas de ser adulto, sobre la soledad y la imposibilidad de retroceder el reloj.
Efira nos conmueve, nos seduce y nos sacude, como solo las grandes actrices lo saben hacer, interpretando a Rachel, una profesora y mujer soltera al borde de los cuarenta, comprometida con sus estudiantes y que trata de ayudar a Dylan (Victor Lefebvre) un joven problemático para que “mueva el culo” y encuentre un lugar en el mundo. Rachel es judía y asiste regularmente a una sinagoga en París (la cual está protegida por un soldado armado contra ataques antisemitas), junto a su hermana menor (Yamée Couture) y su padre viudo (Michel Zlotowski, padre de la directora y colaborador habitual). Rachel desea tener un hijo, pero está divorciada. Además, recibe constantes advertencias sobre su reloj biológico por parte de su anciano ginecólogo (el documentalista Frederick Wiseman en un divertido cameo).
Rachel conoce en sus clases de guitarra a Ali (Roschdy Zem), un hombre divorciado, quien comparte la custodia de su hija de cinco años llamada Leila (la adorable Callie Ferreira-Goncalves) con su amable ex esposa (interpretada nada menos que por Chiara Mastroianni, la hija de Catherine Deneuve y Marcello Mastroianni en una muy breve, pero contundente aparición).
Ali y Rachel comienzan una relación apasionada (gracias a Dios por los franceses y su sexualidad sin tapujos), pero inevitablemente, entra Leila a ponerse en medio de su relación (“juguemos al sándwich” dice la niña). Rachel comienza a acercarse tímidamente a la pequeña hija de su novio, pero termina perdidamente enamorada de ella. Ella sabe que es posible que nunca pueda quedar embarazada, por lo que, si Ali es «el indicado», tendrá que convertirse en la “otra mamá” de Leila. Sin embargo, la ex de Ali siempre será su verdadera madre (de ahí el título de la cinta).
Rachel encarna el dilema de muchas mujeres de su edad (“me siento atrapada” le dice ella a Ali). Su novio bien puede terminar con ella, como lo hizo con su esposa, y estar con alguien más y tener más hijos. Rachel no tiene ese lujo. Y para Ali siempre estará Leila por encima de ella. La película de Zlotowski nos muestra un triángulo amoroso muy común y doloroso, que poco se explora en el cine con tanta inteligencia y brillantez.
La toma final de los créditos en la que su protagonista pasea por las calles de París y nos da una mirada de desesperanza que nos recuerda al Antoine Doniel de Los cuatrocientos golpes de Truffaut, para luego pasar a una actitud de aceptación y resignación al son de la canción Les Eaux de Mars de Georges Moustaki, resulta ser un magnífico punto final para una gran, gran película. De esas que solo los franceses pueden hacer.
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