La precuela de la renombrada saga juvenil es larga, pero dejará más que satisfechos a los conversos y a los neófitos.
Director: Francis Lawrence
Dexter Sol Ansell, Rachel Zegler, Viola Davis, Peter Dinklage
Los libros de Los juegos del hambre son una trilogía escrita por la autora estadounidense Suzanne Collins, ambientados en un futuro distópico tremendamente similar al de las novelas Battle Royale del japonés Koushun Takami y The Running Man de Stephen King (bajo el seudónimo de Richard Bachman). Tanto las novelas de Collins como las de Takami y King, se convirtieron en unas buenas adaptaciones cinematográficas, especialmente Battle Royale, en las manos expertas del gran Kinji Fukasaku.
La trama de Los juegos del hambre gira en torno a Katniss Everdeen (interpretada en el cine por Jennifer Lawrence), una joven de 16 años que vive en un miserable gueto conocido como Distrito 12. Cada año, como castigo por un levantamiento pasado, el gobierno (conocido aquí como “El Capitolio”) organiza un evento en el que un chico y una chica de cada distrito son seleccionados para luchar hasta la muerte en una arena televisada. Al igual que los relatos de King, Takami o la serie coreana El juego del Calamar, la saga juvenil y ciberpunk de Collins, al igual que las cuatro películas basadas en ella (el tercer libro se dividió en dos cintas), exploran temas como la desigualdad social, el poder y la resistencia, convirtiéndose en un producto muy superior a las mediocres sagas de Divergente o Maze Runner.
Llega ahora a los cines la precuela de Los juegos del hambre basada en la cuarta novela de Collins desarrollada en su universo y que busca exprimir la franquicia al máximo, como actualmente sucede con Star Wars y los superhéroes de Marvel y DC. Pero ¿adivinen qué? Esta cinta llega a ser un producto más que decente.
Al principio todo parecía una mala idea. Los terribles episodios I, II y III de La guerra de las galaxias se enfocaron en cómo el joven y noble Anakin Skywalker se convertía en el nefasto Darth Vader y en el camino nos aburrieron con improbabilidades y un exceso de explicaciones innecesarias. Sin embargo, la cinta de Francis Lawrence (el director de las cuatro cintas que componen la saga original de Los juegos del hambre), nos muestra cómo Coriolanus Snow pasa de ser un joven noble (Tom Blyth) para convertirse en el villano que atormenta a Katniss (Donald Sutherland), y lo hace de una manera orgánica, sutil, psicológicamente plausible y generando sorpresas.
Las películas de Los juegos del hambre sobresalen por su dirección de arte con esas imponentes edificaciones neofascistas y con sus personajes luciendo unos trajes que los recuerdan a la Francia revolucionaria, la Ciudad Gótica de Batman y los Teddy Boys de la Inglaterra de los años cincuenta. Pero aquí, es la historia lo que cuenta.
Sin recurrir a los molestos spoilers, basta decir que el Coriolanus del Capitolio se convierte en mentor y luego en el enamorado de Lucy Gray Baird (interpretada por una sobreactuada Rachel Zegler), la tributo femenina de espíritu libre y voz de ruiseñor perteneciente al Distrito 12, que va a ser parte de la décima edición de los Juegos del hambre anuales.
Volumnia Gaul (Viola Davis), la trastornada diseñadora de los juegos hará las veces del Emperador Palpatine para nuestro Anakin; Lucky Flickerman (un divertido Jason Schwartzman) será el carismático y superficial presentador de los juegos; y Dean Casca Highbottom (Peter Dinklage), representará a una especie de Obi-Wan retorcido, conformando así la nueva galería de adultos dictatoriales.
Aplausos para Blyth (de la serie Billy The Kid), quien nos convence del descenso reptante a la maldad de su personaje, y al director Lawrence, por entregarnos una saga extensa pero interesante, inteligente y convincente, obtenida a partir de una fuente muy poco original. Pese a que se diga lo contrario, Battle Royale y The Running Man siguen siendo muy superiores a Los juegos del hambre, así las nuevas generaciones intenten editar y borrar el pasado, como si se tratara de una premisa de Orwell.
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