La segunda parte de la saga de ciencia ficción hace énfasis en los conflictos de nuestro pasado y de ahí su resonancia.
Dirección: Denis Villeneuve
Timotheé Chalamet, Zendaya, Rebecca Ferguson, Florence Pugh, Dave Bautista, Austin Butler, Josh Brolin
Al director canadiense Denis Villenueve lo encontramos en la mitad entre Stanley Kubrick (definitivamente inferior) y Christopher Nolan (definitivamente superior). Sus primeras cintas Maelstrom (2000) y especialmente Polytechnique (2009), nos mostraron a un autor con un inmenso talento para contar historias con elocuencia, claridad y contundencia, haciendo uso del recurso audiovisual de una manera creativa, inteligente y audaz.
Luego llegaron tres obras que lo consagrarían como todo un maestro de la imagen: el conmovedor drama bélico Incendies (2011), el salvaje thriller Prisoners (2013) y el crudo policíaco Sicario (2015). En medio de las últimas dos, Villeneuve intentó adaptar sin mucho éxito a Saramago en Enemy (2013), aunque vale la pena decir que la cinta ha obtenido en años recientes un estatus de culto.
Sin embargo, el amor y la debilidad del director está en la ciencia ficción, y de allí las magníficas Arrival (2016), todo un clásico del género y Blade Runner 2049 (2017), la secuela del clásico ciberpunk de Ridley Scott que equipara e inclusive supera en muchos aspectos a su predecesora. Y, por supuesto, tenemos a Dune (2021).
La obra de Frank Herbert publicada por primera vez en 1965, es considerada por muchos como la mejor novela de ciencia ficción de todos los tiempos, y no es para menos. George Lucas la tomó como inspiración para su Guerra de las galaxias, Alejandro Jodorowsky quiso convertirla en una película monumental (como se vio en el documental de Frank Pavich), David Lynch la llevó al cine sin nada de éxito, según él (otros la consideramos una gran cinta), y George R.R. Martin la transportó a un entorno de Sword & Sorcery para su Juego de tronos.
Asimismo, Herbert se inspiró para esta novela y sus cinco secuelas, en John Carter de Marte de Edgar Rice Burroughs (que a su vez derivó en los héroes espaciales de los cómics como Buck Rogers, Flash Gordon, Brick Bradford y Adam Strange). Pero, al igual que J.R.R. Tolkien, el autor de El señor de los anillos, Herbert sabía muy bien que las grandes obras de fantasía deben nutrirse de la realidad histórica, religiosa y geopolítica para cobrar resonancia.
Esto nos lleva a la segunda parte de Dune de Villeneuve, una cinta que no logra alcanzar las dimensiones épicas y grandilocuentes de la anterior entrega, pero no por ello llega a ser un trabajo desdeñable como Enemy. Lejos de ello.
La segunda parte nos ubica en el planeta Arrakis, con su recurso mineral enormemente lucrativo de la Especia, explotado por el gobierno fascista de los Harkonnen, quienes conspiraron para eliminar a la familia Atreides, a quienes el emperador había asignado derechos de administración. Los Harkonnen son liderados por el perverso Barón Vladimir (Stellan Skarsgård) y sus siniestros sobrinos La Bestia Rabban (Dave Bautista) y el aún más siniestro Feyd-Rautha (interpretado por Austin Butler de Elvis, quien asume con gracia y veneno el memorable papel de Sting en la cinta de Lynch).
El noble Paul (el siempre excelente Timothée Chalamet) sigue luchando valientemente junto con la insurgencia Fremen, continúa enamorado de Chani (Zendaya) y es considerado por el guerrero Stilgar (Javier Bardem) como el Mesías prometido. Jessica (Rebecca Ferguson), la madre de Paul y parte de la hermandad mística conocida como las Bene Gesserit, está con él también, buscando ocupar su propio lugar en la estructura de poder de los Fremen y esperando que su hija nazca. Detrás del enfrentamiento entre los Fremen y los Harkonnen se encuentra obviamente el emperador (Christopher Walken), su hija la princesa Irulan (Florence Pugh) y su mentora, la Reverenda Madre Mohiam (Charlotte Rampling). También tendremos a Léa Seydoux como Lady Margot Fenring, una Bene Gesserit enviada a seducir a Feyd-Rautha para asegurar descendencia, y un pequeño cameo de Anya Taylor-Joy, que es mejor no revelar aquí.
En esta cinta, Villeneuve nos deja ver la clara influencia del universo de Herbert en el universo de Lucas (los desiertos de la Guerra de las galaxias, el gusano de El regreso del Jedi, el ejército rebelde, el imperio sacado del documental de propaganda nazi El triunfo de la voluntad de Leni Riefestahl), pero también nos muestra cómo la obra de Herbert, al igual que el universo de Tolkien y Martin, son claras alegorías de los conflictos que han sido parte de la humanidad desde sus inicios, especialmente la Segunda Guerra Mundial y la Guerra del Oriente Medio.
Villeneuve no solo toma prestado del Dune de Lynch algunas de sus potentes imágenes, sino que también bebe de Lawrence de Arabia de David Lean, Gladiador de Ridley Scott y Walkabout de Nicolas Roeg para confeccionar su secuela. Pero lo que realmente la convierte en algo interesante, está relacionado con la lucha de un pueblo (los Fremen) por la independencia de unos colonizadores (la Casa Atreides y la Casa Harkonnen) sedientos por explotar sus recursos (la especie). Ese espíritu anticolonialista muy cercano a la exitosa Black Panther de Marvel, a la malograda Mundo Extraño de Disney, y a la serie Andor del universo de La guerra de las galaxias, es lo que le da peso y gravedad a la saga.
Es una lástima que la transformación de Paul Atreides en Moad’Dib (Timotheé Chalamet) no se sienta orgánica y carezca de la dimensión introspectiva encontrada en la novela de Herbert, o que el acto final se sienta apresurado (como si al director le hubieran obligado a recortar su cinta de dos horas y cuarenta y seis minutos para no ahuyentar a los TikTokeros) y tremendamente anticlimático, ya que los enfrentamientos finales entre Gurney Halleck (Josh Brolin) y La bestia Rabban, así como el de Paul Atreides y el sádico Feyd-Rautha, carezcan de la grandilocuencia apoteósica que sí tuvieron las gloriosas muertes de Duncan Idaho (Jason Momoa), el Dr. Yueh (Chang Chen) y Leto Atreides (Oscar Isaac) en la primera parte. Asimismo, la falta de violencia explícita le resta fuerza al relato bélico (hay que apelar a un público adolescente).
Pero todo queda perdonado al presenciar esas secuencias de acción bellas, poéticas, fluidas e impecables características del cine de Villeneuve, quien gracias al director de fotografía Greig Fraser, el diseñador de producción Patrice Vermette, el vestuario de Jacqueline West, la música de Hans Zimmer y un impactante diseño sonoro, logra confeccionar un universo distintivo, complejo, fascinante y absolutamente creíble (así el Barón Harkonnen llame a su sobrino “Playboy”).
Villeneuve dice que se va a tomar su tiempo para comenzar a pensar en una tercera parte. Tómate todo el tiempo que quieras. Dune es grande gracias a ti.
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