Los diálogos ingeniosos, los personajes variopintos, la tramas barrocas, el humor negro, el sentido del ritmo y la violencia coreografiada característicos del cine de Guy Ritchie, están presentes en esta miniserie basada en su película de 2019.
Dirección: Guy Ritchie, Nima Nourizadeh, Eran Creevy, David Caffrey
Theo James, Kaya Scodelario, Giancarlo Esposito, Daniel Ings
Guy Ritchie es todo un genio a la hora de asumir unas cintas barrocas, intrincadas y ebrias que exploran con humor, ingenio, estilo, música estupenda y diálogos afinados, el submundo criminal británico. Su ópera prima, Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1990) es un hilarante y testosterónico relato que sigue a un grupo de amigos londinenses que se involucran en el mundo del juego ilegal y el crimen organizado. Igual de impactante y divertida fue Snatch, que giraba en torno a un diamante robado que desencadenaba una serie de eventos relacionados con gánsteres excéntricos, boxeadores poco inteligentes, promotores corruptos y cerdos. A lo largo de estas dos películas, las historias de varios personajes se entrelazan de manera compleja, creando un tapiz narrativo lleno de giros inesperados y situaciones extremadamente cómicas. La trilogía sobre el crimen se completa con la maravillosa RocknRolla (2008), que gira en torno a un grupo de personajes que se ven involucrados en un esquema de fraude inmobiliario, un cuadro robado y la lucha por el control del mercado de la droga en la ciudad y donde las grandes actuaciones y el elenco coral magistralmente ensamblado, vuelve a hacerse evidente.
Ritchie se vuelve un director irregular cuando le quita el humor a sus cintas criminales (Revolver, Wrath Of Man), cuando se desvía del género que sabe manejar muy bien (Swept Away) o cuando asume franquicias de alto presupuesto (Aladdin). Pero con The Gentlemen (2019) volvió a cobrar su fuerza característica. La cinta en cuestión se centraba en Mickey Pearson (Matthew McConaughey), un traficante de marihuana estadounidense que opera en Londres. Cuando decide retirarse del negocio, desencadena una serie de eventos que involucran a diversos personajes del bajo mundo criminal, incluyendo a otros traficantes, mafiosos, periodistas y detectives privados. Como buen hijo de Tarantino, la historia de Ritchie se presentó de una manera no lineal y con cada actor aportando una interpretación memorable y magnética, contribuyendo al atractivo general de su cine sobre maleantes y rufianes.
Luego de explorar el cine bélico con The Covenant, regresar al cine de espías luego de su simpática adaptación de la serie The Man From U.N.C.L.E. con Operation Fortune, e intentar de manera infructuosa completar su trilogía de Sherlock Holmes, Ritchie decide retomar las premisas de The Gentlemen y hacer un remix televisivo con un nuevo elenco, pero manteniendo intacto su estilo, como lo intentó hacer anteriormente con su olvidada miniserie Lock, Stock… del 2000. El resultado aquí es un dulce triunfo.
Lo primero que hay que decir sobre esta serie es que no es una precuela, intercuela, spin-off o secuela de la cinta de 2019. En otras palabras, no es necesario ver la película para poder entender la serie (aunque esta se recomienda de todos modos por su gran calidad). El personaje líder de The Gentlemen versión 2024, es un joven oficial del ejército británico llamado Eddie Halstead (interpretado por Theo James, el actor cruelmente desperdiciado en basuras como Underworld y Divergent). Eddie es obligado a abandonar la vida militar para hacerse cargo del antiguo estado y ducado de 500 años de su familia, tras la repentina muerte de su padre (encarnado nada menos que por la leyenda británica Edward Fox). Como segundo hijo, Eddie no esperaba esto. El primogénito Freddy (Daniel Ings), un cocainómano, apostador empedernido y amante de la buena vida, lo esperaba aún menos. Pero el padre sabía que, en manos de Freddy, el ducado se iría al traste, así como el negocio que mantenía oculto para pagar los enormes gastos de su familia aristocrática decadente.
Eddie se entera que su inmaduro hermano está gravemente endeudado, debido a unos pésimos negocios con estafadores y con un traficante que conoció en rehabilitación. En otras palabras, Freddie se asoció con los típicos esos criminales que habitan los mundos creados por Ritchie. Es así como Freddie necesita conseguir 8 millones de libras esterlinas para el final de la semana o va a ser torturado, castrado y ejecutado. Pese a todo, Eddie ama a un hermano quien, al parecer, nunca ha tenido que asumir responsabilidades por sus actos y que solo pensaba en asumir el ducado para dilapidar la fortuna.
Pensando en cómo sacarlo del aprieto, el nuevo duque hace dos descubrimientos: El primero son dos millones guardados en una caja fuerte y el segundo, mucho más importante, es el de una granja subterránea de cannabis oculta en un rincón de su propiedad y dirigida por la familia Glass, conformada por el padre Robert (Ray Winstone, ni más ni menos), quien se encuentra en prisión, y los hijos Jack (Harry Goodwins) un boxeador descerebrado y adicto al sexo y Susie (Kaya Scodelario, la estupenda actriz desperdiciada en basuras como Maze Runner y Residet Evil), tremendamente inteligente, sin escrúpulos y decidida a mantener y expandir el negocio familiar. Los Glass le pagaban al viejo duque una generosa renta anual y parte de los beneficios por el privilegio y todo funcionaba muy bien. Pero ¿qué hará el joven Eddie ante el descubrimiento de un negocio ilegal escondido en el mismo terreno en el que vive su madre (Joely Richardson) y ante el terrible aprieto en el que se encuentra su hermano?
Guy Ritchie no nos decepciona con sus negocios malogrados, situaciones absurdas (Freddie vestido de pollo) y asesinatos y tiroteos esperados y sorpresivos. Los personajes más malos son maravillosos y entre ellos encontramos a John “The Gospel” Dixon (Pierce Quigley), fanático religioso y líder de una banda criminal de Liverpool junto con su hermano Tommy (Peter Serafinowicz); Sticky Pete (Joshua McGuire), la clásica comadreja con ínfulas de superioridad; Florian de Groot (Kristofer Hivju), el ambicioso distribuidor belga de Cannabis; Henry Collins (Max Beesly), el relajado promotor de peleas de boxeo del que no se debe confiar; Mercy Moreno (Martha Millan), una salvaje traficante filipina con nexos en los carteles colombianos y a la que le gusta descuartizar a sus enemigos con un machete; Max Bessington (Freddie Fox, hijo de Edward) como otro heredero, pero con unas aficiones oscuras y altamente cuestionables; y Stanley Johnston con “t” (¡Giancarlo Esposito de Breaking Bad por Dios!) como un magnate sofisticado y de gustos impecables que además de liderar el negocio de las metanafetaminas en Londres, busca también comprar la mansión donde viven los Halstead.
Esto no quiere decir que los personajes menos malos se queden atrás. Vinnie Jones (el actor fetiche de Ritchie) es Geoffrey Seacombe, el guardabosques y fiel protector de los animales y de la familia Halstead; Michael Vu es Jimmy Chang, el breeder experto y pacifista, cuyo cerebro ha quedado fundido de tanto consumo de cannabis; Chanel Cresswell es Tamasina “Tam Tam” Horniman, la cínica esposa de Freddie; Gaia Weiss es la Princesa Rosanne, amiga y amante de Eddie en el pasado y la Condesa de Tournai, que además es pareja de Stanley Johnston; y Jasmine Blackborow es Lady Charlotte, la hermana menor de Eddie y Freddie. Todos ellos ayudan a que las cosas se balanceen de una manera espléndida.
No todos los ocho capítulos están dirigidos por Ritchie y eso se nota. Sin embargo, el sello distintivo del director, consistente en el desarrollo de pequeñas tramas que dan origen a grandes tramas y que dan origen a más tramas, se mantiene intacto en términos de estilo, ritmo y atención al detalle. La cereza del pastel está en el hecho de que las películas sobre la vida criminal de Ritchie nunca han sido ligeras. Esta serie de acciones y traiciones es también un mordaz comentario sobre la corrupción y el poder del dinero. Sin lugar a duda, The Gentlemen es uno de esos productos de calidad de Netflix, que cada vez más escasean en la plataforma. Esta es una serie imperdible.
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