Un grupo de ciclistas de montaña se hospedan en una cabaña y las cosas comienzan a adquirir un tono siniestro.
Director: Kim Sung-Ung
Bae Geu-rin, Yeon Je-wook, Yoon Kyun-Sang, Lee Tae-Hwan, Kim Ye-won
Actualmente, el cine de terror está siendo contaminado por pésimas producciones estadounidenses de presupuesto paupérrimo, dirección inepta e historias muy poco originales (Winnie Pooh: Sangre y miel, El bufón), así como de una serie de producciones procedentes de Rusia muy similares a la desagradable experiencia de ingerir el peor vodka adulterado de contrabando (La sirena, Baba Yaga). No es así con el terror procedente de Asia que sigue gozando de buena salud. Ejemplo de ello es la cinta Posesión en la montaña maldita de Corea del Sur.
Puede que su premisa no sea para nada original y esté basada en cintas como The Evil Dead, Cabin Fever, Cabin In The Woods, Dead Snow, The Blair Witch Project, The Descent y la serie The X-Files, pero el director Kim Sun-Ung logra que llegue a funcionar.
Un grupo conformado por cinco ciclistas de montaña se dirige al Monte Chiak ubicado en la región de Gangwon-do. Estamos hablando de los jóvenes estereotípicos (la chica tonta y superficial en busca de sexo, el novio igual de tonto y lujurioso, el gordo asustadizo, la supuesta final girl y su aspirante a novio, ambos sensatos y maduros). Dos de ellos, son los primos Minjun (Yoon Kyun-sang) y Hyunji (Kim Ye-won), quienes tienen acceso a una cabaña que una vez perteneció a su tío y padre, respectivamente, antes de que él desapareciera misteriosamente en la zona hace años. Obviamente, esa desaparición tiene que ver con lo que va a suceder después. De hecho, incluso antes de llegar a la cabaña, se incluye el encuentro obligatorio con una anciana excéntrica que les advierte que no vayan allá, al mejor estilo de las películas slasher.
Una vez que llegan a su destino, los sucesos extraños comienzan a suceder rápidamente: Piedras misteriosamente apiladas, una extraña luz roja, la visión de una garra, una cocina saqueada, cambios de actitud en algunos miembros del grupo, escritura cuneiforme de la cultura sumeria acompañada de lo que parece ser sangre, animales adoptando conductas extrañas y cadáveres mutilados con precisión quirúrgica.
La típica final girl es una de las primeras en caer víctima de la posesión del título y eso genera un cierto aire de imprevisibilidad. Puede ser que la cosa se torne caótica, pero no por ello deja de ser espeluznante. Y su epílogo deja abierta la posibilidad de una interesante secuela (si es que se llega a hacer).
Este plato de ramen coreano puede estar sobrecargado y algo tibio, pero no por ello amargo. Al final, queda un buen sabor de boca y la sensación de que las cosas se hicieron más por el amor al género que por obtener dinero fácil y de una manera cínica. Los amantes del género lo agradecerán.
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