La pareja que nos trajo Loving Vincent nos entrega una nueva obra maestra.
Dirección: Dorota Kobiela, Hugh Welchman
Kamila Urzedowska, Robert Gulaczyk, Miroslaw Baka
Chlopi (Los campesinos) es una de las novelas más importantes de la literatura rural. Escrita por el autor polaco Władysław Stanisław Reymont (1867-1925), esta obra le valió el Premio Nobel de Literatura en 1924. La novela se considera una obra maestra que ofrece una profunda y detallada visión de la vida rural en Polonia a fines del siglo XIX y principios del XX.
Esta obra monumental se divide en cuatro volúmenes, cada uno correspondiente a una estación del año: «Otoño», «Invierno», «Primavera» y «Verano». A través de esta estructura cíclica, el autor retrata la vida en una aldea polaca, mostrando cómo las estaciones influyen en la vida diaria y en las actividades de los campesinos. La novela está escrita en un estilo realista y se caracteriza por su meticulosa atención al detalle y su vívida representación de la naturaleza y la vida en el campo.
Reymont escribió Los campesinos entre 1904 y 1909, en un periodo en que Polonia no existía como estado independiente y estaba dividida entre Rusia, Alemania y Austria. La novela, por lo tanto, también tiene una dimensión nacionalista, celebrando la resistencia y la resiliencia de la cultura polaca frente a la opresión extranjera. La historia principal gira en torno a la familia Boryna, especialmente alrededor de Maciej Boryna, un campesino adinerado y respetado en la aldea, y su joven esposa Jagna. La narrativa explora temas como el trabajo arduo, las tradiciones rurales, las tensiones sociales, las relaciones familiares, los conflictos generacionales y la ambición por la tierra.
Por otra parte, los cinéfilos recordamos con mucho aprecio a Loving Vincent, la película de animación única y notable, ya que es la primera completamente pintada a mano en la historia del cine. Estrenada en 2017, narra la vida y las misteriosas circunstancias que rodearon la muerte del famoso pintor Vincent van Gogh. Su proceso de creación fue extremadamente laborioso, involucrando a cientos de artistas y una combinación innovadora de técnicas cinematográficas y de pintura.
La idea fue concebida por la directora polaca Dorota Kobiela, quien originalmente planeaba hacer un cortometraje junto con su esposo y codirector Hugh Welchman, pero su ambiciosa visión se expandió a un largometraje. El primer paso consistió en filmar a los actores en vivo en un set diseñado para parecerse a las ubicaciones y escenarios que Van Gogh había pintado. Los actores, incluidos Douglas Booth, Saoirse Ronan y Aidan Turner, interpretaron sus escenas frente a pantallas verdes y sets reales que replicaban las obras de Van Gogh.
Una vez que la filmación en vivo se completó, el metraje se utilizó como base para las pinturas al óleo. Más de 125 artistas, entrenados en el estilo de Van Gogh, pintaron cada cuadro de la película a mano. La película constó de aproximadamente 65,000 fotogramas, cada uno de los cuales es una pintura al óleo sobre lienzo.
La pareja decidió emplear de nuevo la misma técnica de animación meticulosa e impactante para adaptar en una película de dos horas la novela monumental (más de mil páginas) sobre las tradiciones y la identidad nacional que es amada y venerada por la sociedad polaca, del mismo modo que Cien años de soledad de Gabriel García Márquez lo es para el pueblo colombiano o La letra escarlata o Madame Bovary (con unas historias muy afines a la de Los campesinos) lo son para los estadounidenses y franceses, respectivamente. Un reto nada fácil, especialmente teniendo en cuenta el desprecio que las generaciones actuales tienen hacia la literatura (especialmente los textos largos) y la pérdida de la sensibilidad visual causada en gran parte por los horribles videos de Tik Tok (a menudo grabados en un espantoso formato vertical).
La novela de Reymont ya había sido adaptada para la pantalla con anterioridad. Una versión de 1922 fue dirigida por Eugeniusz Modzelewski, pero todas las copias se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial. Una adaptación en formato de miniserie de televisión de 1972 fue dirigida por Jan Rybkowski, quien también dirigió la adaptación cinematográfica de 1973. Pero esta (con el perdón de la cinta de 1922 imposible de apreciar), es la más hermosa.
Su inmensa belleza formal contrasta con lo sombrío de la historia, que algunos llegarán a asociar con Bailarina en la oscuridad (2000) y Dogville (2003), las dos obras maestras de Lars von Trier que se enfocan en dos mujeres protagonistas víctimas de la misoginia y la violencia sexual y en la fealdad inherente a las relaciones humanas. Más de 100 animadores de pintura trabajaron en la película una vez que fue filmada en acción en vivo, creando al menos 40,000 pinturas al óleo hechas a mano sobre esas imágenes fotográficas existentes. A eso se suman las dificultades logísticas causadas por la pandemia y la guerra en Ucrania, donde se encontraba un gran grupo de pintores que dificultaron la producción. Por estas razones, el logro de esta cinta es indudablemente mayor si se le compara con lo obtenido con Loving Vincent.
La falta de contexto hará que algunas personas crean que están viendo una historia truculenta producto de una telenovela latinoamericana, turca o coreana. Lo cierto es que las telenovelas, con todo su melodrama, vienen de las novelas inglesas, francesas, españolas, alemanas, portuguesas, latinoamericanas, rusas y polacas, como la de Reymont. Otros sentirán que este es un trabajo menor comparado con la cinta de Van Gogh, pero lo cierto es que aquí no se utiliza el conocido estilo pictórico post impresionista del pintor neerlandés para entrelazarlo con su vida, sino que se recurrió, en cambio, a la obra de múltiples autores como Józef Chełmoński, famoso por sus paisajes y escenas de la vida rural polaca («El retorno de la manada», «Grullas»); Stanisław Wyspiański, conocido por sus coloridos pasteles, así como por sus contribuciones al diseño de iglesias (“Una vista del monte Kościuszko desde la ventana”); Leon Wyczółkowski, cuyas pinturas reflejan una fuerte conexión con la naturaleza y la vida campesina (“Arando en Ucrania”, «Plantación de tabaco»); y Olga Boznańska, la destacada pintora impresionista conocida por sus retratos psicológicamente complejos y sus delicados paisajes (“Las floristas”, «Niña con crisantemos»), por mencionar a algunos grandes pintores polacos de finales del siglo XIX y comienzos de XX que fueron tomados como referencia.
La joven y hermosa Jagna (una encantadora Kamila Urzedowska) vive en una pequeña aldea polaca en el siglo XIX. Jagna es tanto una chica dedicada al arte de las siluetas, como un alma amable tanto con los animales como con las personas, pero a menudo es injustamente menospreciada por los aldeanos patriarcales debido a su belleza y víctima de rumores suscitados por su vida sexual. En sus mentes, Jagna es una mujer que no se dedica a sus labores como debería y que se acuesta en secreto con todos los hombres del pueblo. En realidad, Jagna está enamorada de Antek (Robert Gulaczyk), un hombre casado y que supuestamente también está enamorado de ella. Pero el conflicto dramático explota cuando los dos inician un amorío en secreto mientras que el viudo Maciej (Miroslaw Baka), un terrateniente rico, mucho mayor que ella y que además, es el padre de Antek, la toma como su esposa.
El melodrama se entrelaza perfectamente con una banda sonora sublime, a cargo de Lukasz Rostkowski que enaltece las delirantes e intoxicantes escenas de baile colmadas de color y texturas, así como las bellas escenas de la vida en el campo y las ceremonias litúrgicas de la boda y el funeral. Vale la pena decir que esta banda sonora se ha convertido en un sorpresivo éxito de ventas en Polonia, alcanzando el merecido estatus de disco de platino.
Estamos hablando de cine en palabras mayúsculas. Esta es una cinta de una gran sensualidad y erotismo, pero también es una poderosa historia de emancipación femenina. La vida de Jagna constituye otro gran logro para los Welchman, el cual debe verse en la pantalla más grande posible y que premiará a aquellos que tienen ojos para ver y corazón para sentir.
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