Dominique es una explosión de acción nihilista con un giro final que desafía todas las expectativas.
Director: Michael S. Ojeda
Oksana Orlan, Sebastián Carvajal, Gustavo Angarita, María del Rosario Barreto, Maurice Compte
Aquí tenemos una película colombiana que parece salida de la imaginación de un Robert Rodríguez bajo los efectos del Yagé. Con una estética de acción desenfrenada y una crueldad que permea cada cuadro, esta cinta rompe las reglas narrativas del género de acción y venganza, culminando en un giro final que desafía las expectativas y deja al espectador sin aliento.
Michael S. Ojeda, conocido por su opera prima Avenged (una brutal cinta de horror y acción que recibió elogios del mismísimo Quentin Tarantino), así como por la inquietante Russian Bride, demuestra aquí su habilidad para combinar violencia estilizada, mujeres aguerridas y emociones intensas. En Dominique, Ojeda lleva esta fórmula a nuevas alturas, creando un espectáculo de clase B que, aunque deliberadamente exagerado, mantiene una narrativa tensa y efectiva.
La película abre con una declaración de intenciones: Un avión derribado, una protagonista que sobrevive a una caída mortal y unos desafortunados hombres que se apoderan del avión accidentado. Desde ese momento, queda claro que Dominique no tiene reparos en ensuciarse las manos. Oksana Orlan, en el papel de la implacable asesina ucraniana Dominique, es magnética y letal.
Con su tatuaje de fénix y su mirada cargada de intensidad, Orlan domina cada escena como si se tratara de Linda Hamilton o el mismo Arnold Schwarzenegger de Terminator, incluso cuando la narrativa se desliza hacia lo improbable. Su química con Sebastián Carvajal (el galán de la serie Manes), quien interpreta a Julio, un joven policía atrapado en una red de corrupción, aporta un breve respiro humano y algo de sexo gratuito a una historia cargada de policías despiadados, carteles sádicos y tiroteos interminables.
Las secuencias de acción son el corazón de Dominique: coreografías rápidas, brutales y con una estética de bajo presupuesto que funciona de maravilla. Ojeda demuestra que no se necesitan grandes efectos especiales para capturar la atención del público; su enfoque directo, casi artesanal, recuerda los mejores momentos del cine de acción independiente. Sin embargo, hacia el clímax, algunas escenas tienden a volverse repetitivas, aunque esto no le quita mérito al conjunto.
Pero lo que realmente separa a Dominique de otras cintas de venganza es su tono nihilista y la ruptura del «contrato narrativo» que normalmente define al género. Ojeda no busca dar al público un final cómodo ni predecible; en cambio, desafía nuestras expectativas con un giro que pone patas arriba todo lo que creíamos saber. Este enfoque, aunque polarizante, demuestra la audacia del director y su disposición a jugar con las convenciones.
En términos visuales, Dominique se deleita en su estética de clase B: colores saturados, flashbacks en blanco y negro, y una atmósfera arenosa que complementa su narrativa oscura. Aunque claramente opera con un presupuesto modesto, Ojeda lo convierte en una fortaleza, abrazando las limitaciones para construir una experiencia estilizada, audaz y visceral.
Este es un viaje salvaje e impredecible que combina acción visceral, una protagonista imponente y una visión nihilista del mundo. Michael S. Ojeda solidifica su reputación como un director de cine de género que vale la pena seguir, entregando una cinta que, aunque deliberadamente exagerada y caótica, mantiene al espectador al filo del asiento. Ideal para quienes buscan una experiencia de acción audaz y sin concesiones, como la que brindaban esas cintas de acción que se hacían en los años 80 y 90.
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