Pink Floyd: Live At Pompeii (1972)

Un volcán dormido, un anfiteatro en ruinas y una banda que transforma la psicodelia en un rito sonoro.

Director: Adian Maben  

Entre las fumarolas del Vesubio y los vestigios del mundo romano, Adrian Maben, el director de documentales sobre René Magritte y Helmut Newton, encontró la alquimia perfecta para capturar la esencia de una banda que estaba mutando. Pink Floyd: Live at Pompeii no es un simple registro musical sino una invocación a las fuerzas telúricas del sonido. Rodado en 1971 en el anfiteatro de Pompeya, sin público y con una puesta en escena austera, el rockumental (término popularizado por la revista Rolling Stone para este tipo de producciones) plantea una experiencia sensorial que se desmarca radicalmente del formato tradicional del concierto-documental. Lo que Maben ofrece no es una celebración del éxito, sino la crónica íntima de una búsqueda estética.

En tiempos en que el rock se presentaba como espectáculo masivo, Pompeii opta por el vacío como resonancia. No hay multitudes, ni luces estroboscópicas, ni gritos. Solo los cuatro músicos enfrentados al eco mineral de una civilización extinguida. Esta decisión radical permite que la música, sin interferencias, se funda con el entorno. El resultado es hipnótico. Temas como “Echoes” (dividido en dos partes) se expanden como lava sonora, y piezas como “A Saucerful of Secrets” o “Careful With That Axe, Eugene” se sienten como invocaciones rituales más que canciones. La edición, el montaje y las tomas panorámicas que se deslizan entre columnas y cráteres le otorgan al filme una cualidad contemplativa, a la vez solemne y psicodélica.

Pero el verdadero centro del rockumental no es solo la ejecución musical, sino el modo en que Maben se aproxima a la idea de creación. Intercaladas con las sesiones en Pompeya aparecen escenas más cotidianas filmadas en los estudios Abbey Road, donde el grupo trabaja en lo que pronto sería The Dark Side of the Moon. Estas secuencias, que muestran discusiones técnicas, momentos de camaradería y pruebas de sonido, funcionan como contrapunto revelador, ya que la mística en ruinas convive con la precisión científica del estudio. Es ese vaivén entre lo ancestral y lo moderno, entre lo espiritual y lo técnico, lo que convierte al rockumental en un objeto único.

En lo formal, el uso de lentes gran angulares, movimientos lentos y planos secuencia subraya la fusión entre espacio y música. No hay efectos digitales ni trucajes visuales, sino que todo reposa en la fuerza de la imagen natural y en la potencia del sonido. La banda, en particular, aparece retratada sin egolatría. Waters, Gilmour, Wright y Mason se integran al entorno como elementos más del paisaje. A diferencia de las películas posteriores centradas en la mística de la estrella, aquí el protagonismo es coral y casi abstracto. La música no se impone, sino que emerge del suelo, como si Pompeya la hubiera estado esperando durante siglos.

Cuarenta y cinco años después de la filmación original, David Gilmour regresó al Anfiteatro de Pompeya en julio de 2016 para ofrecer dos conciertos históricos como parte de su gira Rattle That Lock. A diferencia de la presentación de 1971, esta vez el anfiteatro acogió a una audiencia, siendo los primeros espectáculos públicos en el lugar desde la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. El evento fue capturado en el documental David Gilmour: Live at Pompeii, dirigido por Gavin Elder, que combinó tecnología moderna con la atmósfera mística del sitio histórico. El resultado fue más que satisfactorio y un sentido homenaje a una de las películas en concierto más grandes de todos los tiempos.

Cincuenta años después, Pink Floyd: Pompeii sigue siendo una rareza luminosa y un testimonio de lo que el rock podía ser antes de convertirse en industria. Su audacia reside en haber comprendido que el silencio es también parte de la música y que la ausencia de espectadores puede hacer del acto musical un gesto más puro. En lugar de adular al artista, lo disuelve en el tiempo y la piedra. En esa disolución, el documental alcanza una verdad rara: la del arte como eco que no necesita respuesta.

Sobre André Didyme-Dôme 1953 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para las revistas ROLLING STONE Y THE HOLLYWOOD REPORTER EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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