Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (Nosferatu: A Symphony of Horror) (Nosferatu) (1922)

F.W. Murnau filmó sin permiso a Drácula y, sin saberlo, creó uno de los pilares del cine de horror, silente y expresionista.

Director: F.W. Murnau

Max Schreck, Gustav von Wangenheim, Greta Schröder, Alexander Granach

Muchos expertos creen que la palabra «nosferatu» no proviene directamente de ninguna lengua eslava o rumana, sino que es una mala interpretación o invención de escritores occidentales, en especial del folclorista escocés Emily Gerard, quien escribió en 1885 un ensayo titulado Transylvanian Superstitions. Allí menciona que los rumanos creen en un ser llamado “nosferatu”, que describe como una especie de vampiro o espíritu maligno (Gerard fue una fuente directa de inspiración para Stoker).

Aunque algunas fuentes han intentado vincular “nosferatu” al término rumano “nesuferit” (que puede significar «insufrible» o «odioso») o al griego «nosophoros«, que significa «portador de enfermedades», no hay evidencia concluyente de que la palabra nosferatu exista de forma verificada en el idioma rumano como sinónimo de vampiro.

Independientemente de su autenticidad lingüística, el término adquirió una fuerte carga simbólica. Hoy en día, gracias al cine, Nosferatu es el portador de la peste, la muerte y la descomposición, lo que refuerza su vínculo con el concepto de una enfermedad viviente, un espectro que corrompe no solo cuerpos, sino ciudades enteras.

En 1922, el director alemán F.W. Murnau dio forma a una de las obras más influyentes y enigmáticas del cine temprano: Nosferatu, eine Symphonie des Grauens. Aunque formalmente no podía llamarse Drácula, lo era en espíritu. La novela de Bram Stoker había sido publicada apenas veinticinco años antes, y su viuda, Florence Stoker, aún celosa del legado literario de su esposo, demandó con éxito a la productora Prana Film por haber adaptado la obra sin autorización. Como resultado, un tribunal ordenó la destrucción de todas las copias de la película. No obstante, algunas impresiones escaparon la quema, como si el filme mismo compartiera la condición espectral de su protagonista, sobreviviendo clandestinamente para convertirse en una de las piedras angulares del cine mundial.

Nosferatu es, sin duda, la primera gran adaptación cinematográfica de la novela de Stoker. Aunque se sabe que existió una versión rumana previa (posiblemente titulada Drakula halála de 1921), esta se encuentra completamente perdida. Murnau, decidido a hacer su propia interpretación de la historia, recurrió a un subterfugio cambiando los nombres y algunos detalles argumentales, trasladando la acción a la ciudad ficticia de Wisborg y renombrando al conde como Orlok. Pero la estructura esencial de Drácula permanece con el joven agente inmobiliario, el castillo tenebroso, la amenaza que viaja en barco hacia el mundo civilizado, la peste, la sangre y la destrucción.

Friedrich Wilhelm Murnau fue una figura central del expresionismo alemán, y en Nosferatu encontró una vía para fusionar la estética de lo siniestro con un lenguaje cinematográfico pionero. A diferencia de El gabinete del Dr. Caligari (1920), que se apoyaba en decorados abiertamente deformados, Murnau optó por una estilización más realista pero igualmente perturbadora conformada por ruinas medievales, paisajes sombríos, cielos en negativo, sombras alargadas y un ritmo narrativo hipnótico que refuerza la sensación de amenaza constante. La naturaleza, filmada con especial atención, parece corrompida por la presencia del conde Orlok, quien encarna una fuerza arcaica, pagana y apocalíptica.

En el centro de esta cinta se encuentra la perturbadora actuación de Max Schreck, un actor cuya figura se volvió legendaria no solo por su caracterización sino por el misterio que la rodea. Con su delgadez cadavérica, orejas puntiagudas, ojos hundidos y garras de roedor, el Orlok de Schreck es el reverso absoluto del conde romántico, ya que en él no hay seducción, no hay erotismo, solo plaga y pestilencia.

De hecho, el nombre del actor (Schreck, que significa “susto” en alemán) contribuyó a alimentar el mito de que él mismo podría haber sido un vampiro real. Esta leyenda fue recogida y dramatizada en la cinta Shadow of the Vampire (2000) de E. Elias Merhige, en la que Willem Dafoe interpreta a un Max Schreck que efectivamente es un vampiro contratado por Murnau para lograr una autenticidad brutal. Aunque la premisa es ficticia, la interpretación de Dafoe y el concepto subrayan hasta qué punto el personaje y el actor se han fundido en la cultura popular (como un homenaje, Tim Burton llamó Max Shreck al villano interpretado por Christopher Walken en Batman Returns).

Nosferatu no solo sobrevivió al olvido sino que se volvió fundacional. Es una obra clave del cine silente, del cine de horror y del expresionismo alemán. Su montaje alterno, su juego de luces y sombras, su capacidad de generar angustia sin necesidad de palabras ni efectos especiales, lo convirtieron en modelo para generaciones de cineastas. El vampiro dejó de ser únicamente un noble seductor y pasó a encarnar el miedo ancestral a la enfermedad, la extranjería, el caos y la muerte.

Su influencia se deja sentir de forma directa en dos notables remakes. El primero es Nosferatu: Phantom der Nacht (1979), dirigido por Werner Herzog, donde Klaus Kinski reinterpretó al conde como una figura trágica y patética, aún más melancólica y condenada que la de Murnau. El segundo es Nosferatu (2024) de Robert Eggers, director de The Witch y The Lighthouse, quien ha demostrado una afinidad natural por los mitos, la historia y el horror atmosférico. Su versión, que cuenta con una estupenda interpretación a cargo de Bill Skarsgård es una relectura reverente pero contemporánea de las cintas de Murnau y Herzog.

Nosferatu de Murnau no solo encarna una era estética y técnica del cine, sino que, al igual que su protagonista, ha trascendido el tiempo y la destrucción para mantenerse vivo. Como sombra proyectada en una pared, su legado no ha dejado de crecer. Hoy se le reconoce no solo como una obra maestra temprana, sino como un hito indispensable para comprender cómo el cine puede traducir el horror, la belleza y la poesía del mundo invisible.

Sobre André Didyme-Dôme 1897 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para las revistas ROLLING STONE Y THE HOLLYWOOD REPORTER EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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