
El cineasta colombiano nos ofrece una conversación sobre forma, territorio y el poder radical del cine.
El próximo 9 y 10 de agosto, el cineasta colombiano Ciro Guerra compartirá sus procesos creativos en la clase magistral Cine salvaje escritura sagrada, un espacio de formación y pensamiento cinematográfico que dictará junto al escritor y gestor cultural Iván Hernández. Este encuentro busca abrir una reflexión profunda sobre el cine como arte mayor, como lenguaje aún en construcción, y como acto radical de percepción en un mundo saturado de ruido.
En este contexto, Guerra concede una conversación rigurosa y excepcional sobre su concepción del cine, no como una industria ni como una forma de entretenimiento, sino como un instrumento de conocimiento, de tensión formal y de búsqueda espiritual. Director de títulos fundamentales para el cine colombiano e hispanoamericano como La sombra del caminante, Los viajes del viento, El abrazo de la serpiente, Pájaros de verano (junto a Cristina Gallego), y la cinta en inglés Waiting For The Barbarians, protagonizada por Mark Rylance, Robert Pattinson y Johnny Depp, su filmografía ha trazado una cartografía estética única en el panorama internacional.
Con El abrazo de la serpiente, Guerra firmó la primera película colombiana nominada al Premio de la Academia a la Mejor película internacional, un hito que consolidó su lugar en la historia del cine latinoamericano y lo proyectó como una voz autoral de referencia global.
Aquí, el director rompe su silencio para reflexionar sobre las películas que aún no pueden filmarse, sobre las formas que no han nacido, y sobre el rol del cine frente a la crisis de lo visible. Esta entrevista no repasa una carrera ni se enfoca en la controversia, sino que propone una lectura del cine como forma viva, inestable y necesaria.

¿Cómo nació esta Masterclass de cine? ¿De una necesidad de enseñar, de una herida que arde o de una imagen que se negó a quedarse muda?
Esta Masterclass nace de una generosa invitación de Iván Hernández, para que nos reunamos a pensar, a discutir los entresijos del acto creativo. Siempre es importante hacer un alto en el camino y detenerse un rato a reflexionar sobre aquellas cosas que la vida cotidiana y su incesante persecución de la productividad ensordecen: El por qué, el para qué de nuestro oficio, de lo que hacemos, de lo que queremos contar.

Cuando habla de “cine salvaje”, ¿está hablando de una estética sin amos, de una rebelión contra el lenguaje domesticado o de una selva interior que exige ser filmada?
El cine es tal vez el arte más lleno de reglas y compromisos, donde hay más obligaciones, responsabilidades, gente que complacer. Todo eso conspira contra el espíritu en el que nacen las ideas, y es un gran reto lograr que ese ímpetu inicial sobreviva intacto a todas las etapas del proceso. Entender el cine como un arte salvaje es creer en él a pesar de toda la y permitir que ésta ilumine y abrigue al espectador, su destinatario final. Es mirar cada película como un animal al que hay que escuchar y entender, no con la intención de domarlo, sino de llevarlo a su máximo potencial.

¿Qué es para usted la “escritura sagrada”? ¿Una forma de convocar lo invisible, de dejar que el alma escriba más allá del guion, o de acercarse al misterio con la cámara como altar?
Creo que la creación artística es, ante todo, un intento de aproximarse al misterio de la existencia. El mundo al que somos arrojados al nacer es totalmente caótico, impredecible, carente de sentido; nuestra vida pareciera condenada de entrada a ser esclava del azar y la incertidumbre. Las historias que creamos son una manera de darle forma a ese caos, de darle un sentido que nos permita tener algo de luz al avanzar. De esa forma, la escritura puede ser interpretada como una búsqueda de lo sagrado, de lo esencial.

¿Puede el error ser una revelación? ¿Ha encontrado belleza en lo que no estaba previsto, verdad en lo que parecía un accidente?
Sin duda, para mí lo más bello siempre está en lo inesperado, en lo que es imposible de planear. Esa es la gran ironía de hacer cine; que es crear un parapeto gigante de planeación con la esperanza de que al final ocurra el accidente, lo inesperado, y que éste abra la puerta a la revelación. Lo predispuesto no puede ser poético, sólo puede serlo aquello que nos conmueve sin que seamos capaces de racionalizar el por qué.

¿Qué significa filmar desde América Latina sin traducirse, sin pedir permiso, sin reducir la complejidad de nuestra violencia, de nuestra belleza, de nuestros mitos?
Muchas veces existir desde América Latina puede parecer una desgracia, una condena a estar atrapados en un ciclo infinito de carencias, desigualdades y violencias. Pero yo siempre he visto esa herida del ser latinoamericano como una gran posibilidad, la de poder inventar el mundo nuevamente, la de no estar atado a los milenios ni a las sombras eternas del pasado. Desde acá podemos ver nuevas formas de existir, de ser humano, que se expresan a través de un arte que es por naturaleza muy complejo, casi que indomable. Nada se nos da fácil en esta parte del mundo, y por eso lo que creamos nace de esa herida, y viene con una vitalidad y una extrañeza que lo hace único, siempre nuevo, siempre joven. Salvaje también podría ser la palabra.
¿Qué no cabe en una escuela de cine pero puede encenderse en el corazón de una Masterclass como esta? ¿Se puede enseñar el temblor, la fiebre, la visión?
No existen soluciones ni fórmulas perfectas para despertar la creatividad. Cada paso que damos, persona que encontramos, arte que nos toca, cada conversación, o sesión de escucha, puede ser la chispa que encienda algo en cada uno de nosotros. La escuela, con su necesidad de organización, con sus horarios y sus notas, puede tender a dificultar el surgimiento de lo espontáneo, de lo imprevisible. Está bien querer ir a la Universidad, pero siempre hay que ir más allá, hay que buscar eso que llamas «la fiebre», y que es alérgica a la burocracia.

¿Cuál ha sido su acto más radical como cineasta, ese momento donde filmó sin red, sin mapa, guiado solo por una fe ciega en la imagen?
El acto más radical es dar el primer paso. Cuando no hay ningún motivo para darlo más que la necesidad propia de contar, cuando no hay mucha gente que crea en ti, cuando no tienes ningún apoyo más que tu propia creencia. Ése es el momento de la fe ciega, cuando no hay mapas ni redes, sólo tú enfrentado a un mundo empeñado en aniquilar y aplastar cualquier intento de creatividad, cualquier atisbo de originalidad. Es un momento de gran incertidumbre pero al mismo tiempo es uno de gran pureza, donde lo único que tienes es lo que clama tu espíritu. De esa fuerza inicial salen obras llenas de verdad, muchas veces imperfectas, pero llenas de una ingenuidad que las hace únicas e irrepetibles. Conservar esa primera chispa creativa a lo largo de tu proceso es el reto más importante, y a la vez el más difícil.
¿Existe una película que aún no se ha atrevido a filmar? ¿Una historia que duele demasiado, o que espera un lenguaje que aún no ha nacido?
Un cineasta latinoamericano hace las películas que puede, en las circunstancias que tiene a su alrededor. Siempre van a ser muchas más las que se quedan sin hacer, cada película hecha es un milagro, algo que se le ha arrebatado al destino, que se les ha arrancado a las garras del silencio y el conformismo. No creo que haya ningún cineasta aquí que esté conforme con las películas que logró hacer, todos querríamos hacer muchas más, de mil formas diferentes. Las circunstancias siempre son adversas, pero de esa adversidad surge el grito, la necesidad endiablada de contar que crea un cine vivo.
¿Por qué el cine sigue siendo necesario en un mundo que ha normalizado la superficialidad, que ha perdido el tiempo para mirar de verdad?
Porque puede llegar a ser, cuando es verdadero, una epifanía, un momento de iluminación que sacude fibras que no sabíamos que teníamos. Eso no lo vas a obtener nunca en un TikTok ni en ningún reel de Instagram.
El capitalismo moderno intenta vaciarnos, aislarnos, homogeneizarnos con todos los medios que tiene a su alcance, que son muchos. El cine puede devolvernos así sea una parte de nuestra humanidad, reencontrarnos con el misterio, ayudarnos a ver el mundo con nuevos ojos. Eso es más esencial que nunca en el mundo de hoy. Es una luz con la que mirar hacia el futuro.
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