Visa USA (1986)

Una radiografía íntima y crítica de la Colombia ochentera a través de un relato de amor y desesperanza, donde el sueño americano se enfrenta a los muros invisibles del clasismo, la burocracia y la desigualdad.

Director: Lisandro Duque

Armando Gutiérrez, Marcela Agudelo, Vicky Hernández, Gelbert de Currea Lugo, Lucy Martínez, Diego Álvarez

En Visa USA, Lisandro Duque logró un equilibrio entre la comedia costumbrista y la crítica social, filtrando a través del humor los dolores de una nación atrapada entre la ilusión del progreso exterior y la dureza de su propia realidad interna. Estrenada en 1986, cuando Colombia ardía en medio de crisis políticas, tragedias naturales y violencia creciente, la película no se limitó a retratar el deseo migratorio como una simple aspiración personal sino que lo abordó como un síntoma colectivo, una fiebre nacional que se cuece en cada aula de inglés, en cada familia con parientes al otro lado del continente, y en cada rostro joven que ve el Norte como una puerta hacia la dignidad.

El protagonista, Adolfo (interpretado con frescura y carisma por Armando Gutiérrez), es un profesor de inglés y locutor aficionado en Sevilla, Valle del Cauca, cuyo talento no alcanza para romper las fronteras impuestas por la economía y el apellido. El sueño americano aparece como una tabla de salvación simbólica, pero también como una trampa estructural: la promesa de un bienestar inalcanzable que, incluso cuando se persigue con romanticismo o picardía, termina estrellándose contra los barrotes de una sociedad desigual.

Duque, también autor del guion, escogió narrar esta historia no desde la tragedia sino desde el desencanto lúdico. La relación entre Adolfo y Patricia (Marcela Agudelo), joven de clase alta que proyecta su vida lejos del pueblo, no solo encarna el clásico enfrentamiento entre mundos sociales irreconciliables, sino que sirve como reflejo de una Colombia partida en dos: la que parte con visado y la que se queda atrapada entre trámites, recelos y sueños rotos.

La madre de Patricia, interpretada con la habitual contundencia de Vicky Hernández, representa esa clase dominante que observa con sospecha cualquier intento de mezcla social. Ella es la encarnación del filtro social interno que reproduce, en versión criolla, el rechazo que Adolfo enfrentará también en el aeropuerto y en la embajada. Ni su origen ni su acento ni su historia parecen compatibles con la idea de progreso que el Norte representa.

Raúl Pérez Ureta, director de fotografía cubano que asumió el proyecto en circunstancias accidentadas, imprime a cada toma una luminosidad nostálgica. Su cámara se desplaza por calles soleadas, vitrinas empolvadas, estéticas domésticas ochenteras, con una sensibilidad que evita el exotismo y busca la autenticidad. En su propia confesión, el temor a no poder traducir la esencia colombiana lo llevó a componer imágenes “sencillas, pero dignas”, cuya calidez es parte fundamental del encanto del filme. Las locaciones del Valle del Cauca y de Bogotá no solo sirvieron de marco sino que se vuelven personajes, testimonios visuales de una época que vibra en la arquitectura, los peinados, los radios de frecuencia modulada, las camisas estampadas y los bailes de salón.

La música de Leo Brouwer, con su elegancia melancólica, contribuyó a darle al relato un tono emocional sostenido entre la esperanza y el desencanto. Su partitura acompaña las secuencias con una gravedad íntima que contrasta (y a veces complementa) el humor ligero de los diálogos.

Es imposible obviar que Visa USA se sitúa en uno de los períodos más sombríos de la historia colombiana con los ecos de Armero, la toma del Palacio de Justicia y los bombazos del narcotráfico. Pero Duque opta por dejar esas violencias fuera de campo, apostándole a una narrativa de resistencia desde lo cotidiano. Su cine se convierte así en un espejo alternativo, donde no se representan los horrores del país sino los sueños (fallidos, torcidos o ingenuos) de quienes buscan sobrevivir con dignidad. La sátira suave pero efectiva de la cinta no es evasión, sino un mecanismo de autodefensa simbólica.

En el clímax, cuando Adolfo intenta viajar con una visa falsa y es perseguido por la policía del aeropuerto, la tensión se mezcla con la farsa. No estamos ante un thriller, sino ante una tragicomedia de identidades desplazadas, donde la derrota se enmascara con humor. El reencuentro final con Patricia en la calle, sin pasaporte ni avión, es una escena de derrota y de amor, una despedida al sueño americano y un retorno, quizás forzado pero no exento de ternura, al suelo propio.

Visa USA resiste el paso del tiempo no solo por su valor como documento visual sino por la claridad de su discurso. En pleno siglo XXI, la obsesión por emigrar no ha menguado: la brecha de clases, la promesa de mejores condiciones, los muros visibles e invisibles de los consulados, siguen ahí. La película de Duque, entonces, no es un anacronismo sino un espejo donde se siguen viendo reflejadas las generaciones actuales.

Con una puesta en escena limpia, actuaciones entrañables y un guion que mezcla crítica social con dulzura afectiva, Visa USA es una obra clave del cine colombiano de los años 80. Su vigencia radica en la forma como, sin solemnidad ni moralismo, cuestiona un anhelo que aún define a millones: ese deseo de huir para poder empezar y ese amor imposible entre el terruño y el espejismo.

Sobre André Didyme-Dôme 1953 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para las revistas ROLLING STONE Y THE HOLLYWOOD REPORTER EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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