Un poeta (2025)

La gente es fea. Y más feo aún es lo que la sociedad hace con los que no encajan en su molde.

Director: Simón Mesa Soto

Ubeimar Ríos, Rebeca Andrade, Allison Correa, Margarita Soto, Guillermo Cardona, Humberto Restrepo

“La gente es fea” es la frase que, como una maldición o sentencia, cruza como alambre de púas todo el metraje de Un poeta, la nueva y celebrada película de Simón Mesa Soto. Pero más que una provocación, es una declaración de principios. La fealdad aquí no es sólo estética, sino existencial. Fealdad moral, emocional, social. Es la fealdad de vivir sin filtros ni redención en una Medellín que no perdona a los soñadores, pero los devora como si de ellos dependiera su vitalidad artística.

El protagonista de esta fábula negra es Óscar Restrepo, un hombre obsesionado por José Asunción Silva que alguna vez fue joven, poeta y premiado, y que ahora, entrado en años, borracho de frustración y atrapado en la rutina del fracaso, sobrevive como parásito doméstico en la casa de su anciana madre. Estamos hablando de un personaje que empieza siendo profundamente detestable, arrogante sin razones, altivo sin logros, convencido de su propio talento cuando ya nadie lo recuerda. 

El tour de force de Ubeimar Ríos (no un actor sino maestro de colegio y poeta en la vida real) es monumental. Nos obliga a transitar por un terreno emocional incómodo: desde el desprecio absoluto hasta una sorpresiva y casi absurda forma de respeto.

Todos conocemos a un tipo como Óscar. Ese que todavía vive con su madre (Margarita Soto), pero que exige que lo traten como a un hombre maduro. Que le pide dinero a su hija (Allison Correa) para emborracharse en vez de ser un verdadero padre para ella. El que se cree incomprendido y superior, pero que es, en realidad, una víctima fácil de los vividores, tramposos y las ratas del mundo. Todo un “perdedor” según los estándares sociales. Pero ¿qué es exactamente un perdedor? ¿El que no produce? ¿El que no brilla? ¿El que no encaja? Mesa Soto se atreve a desmontar esa idea con una mezcla brillante de comedia, patetismo y ternura.

La historia se bifurca cuando Óscar encuentra en una adolescente llamada Yurlady (interpretada con sobriedad y fuerza por la actriz natural Rebeca Andrade), una promesa literaria. Ella escribe bien, tiene voz propia y una sensibilidad extraña para alguien de su edad. Pero no está interesada en la poesía como arte sino como pasaporte. Si no la saca de la pobreza, no le sirve. Y sin embargo, acepta al poeta como mentor.

La relación entre ambos, siempre asimétrica y marcada por malentendidos, crece en tensión y en potencia hasta desembocar en una secuencia desgarradora. La borrachera de Yurlady en el último tramo de la cinta. Allí, cuando todo parece desbordarse debido a la histeria colectiva, la explotación simbólica, la violencia soterrada del sistema y ese horrible amor  por el dinero, la película se torna infernal, punzante y cruel. Pero nunca cínica.

Uno de los grandes logros de la película es su retrato feroz de esos festivales y escuelas de poesía donde los pobres son mercancía exótica, donde los mecenas blancos quieren sentirse progresistas apadrinando a una niña negra que “escribe sobre su dolor”. La sátira es afilada, certera y brutal. Mesa Soto apunta contra la hipocresía de los supuestos amantes del arte, aquellos que adulan condescendientemente a los que pertenecen a su círculo, y que solo aman lo marginal si les da dinero y prestigio.

Sin embargo, en medio de esa crítica sin concesiones, Un poeta jamás pierde el corazón. Su humor es absurdo y pesimista, sí, pero su tristeza es real. Óscar no es sólo un bufón: Es un hombre que, en su torpeza, su mala postura y su miseria, aún cree en la belleza. Es un romántico empedernido, ridículo y puro, que carga consigo la pregunta fundamental de la cinta: ¿vale la pena seguir creyendo en algo cuando todo conspira contra ti?

Un poeta fue rodada en un hermoso formato de 16mm gracias al talento del fotógrafo Juan Sarmiento G., quien logra, encuadrando sus imágenes en un marco sucio y avejentado, evocar las texturas rugosas de los recuerdos. Asimismo, la cinta salta entre lo grotesco de una serie de Adult Swim, lo patético de un cómic de Daniel Clowes o Harvey Pekar y lo lírico de una cinta de Noah Baumbach o Terry Zwigoff. 

Pero, al mismo tiempo, la película parece también conjurar el espíritu del cine de Jared Hess. De hecho, no es descabellado imaginar que Un poeta es el tipo de filme que Hess debió hacer, en lugar de perderse en la anodina Minecraft. Porque si Napoleon Dynamite fue un himno para aquellos que habitan la periferia de las escuelas y Gentlemen Broncos una comedia delirante sobre el ego artístico, Un poeta es su hermano latinoamericano, solo que más lúcido, más incómodo, y quizás más valiente.

Con la Palma de Oro al mejor cortometraje obtenida por Leidi en 2014 y con Amparo, su potente primer largometraje, Mesa Soto ya se perfilaba como un autor a seguir. Con Un poeta, se confirma que es una de las voces más singulares del cine colombiano contemporáneo. Dueño de un estilo propio, con un ojo clínico para lo social y una sensibilidad innegable para la contradicción humana, ha filmado una cinta incómoda, necesaria y memorable.

No es casualidad que haya sido premiada en la sección Un Certain Regard de Cannes. Allí, donde se celebra lo distinto, lo audaz, lo que incomoda con belleza, Un poeta encontró su lugar. Y nosotros, los espectadores, encontramos una joya: una comedia negrísima con el corazón en su sitio, que se atreve a mirar de frente a quienes el mundo quiere esconder. Y decirles, sin adornos, que incluso los perdedores merecemos un poema.

Sobre André Didyme-Dôme 1954 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para las revistas ROLLING STONE Y THE HOLLYWOOD REPORTER EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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